Análisis:

El hombre del sombrero

Las personas inteligentes siempre encuentran un modo de parecerse a la imagen que tienen de ellas quienes las alaban, y por eso Bob Dylan hace tiempo que decidió ser clavado a lo que dijo de él Bono cuando cumplió 50 años, especialmente en lo que respecta a dos de sus afirmaciones: le sientan bien los sombreros, y por raro que sea o lejos que esté el sitio en el que vives, una noche Bob irá a tocar allí. Dicho y hecho, Dylan hace tiempo que alterna sombreros blancos y negros en los conciertos y su gira inacabable sigue siendo el famoso The Never Ending Tour, que aunque ya no se llame así, es é...

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Las personas inteligentes siempre encuentran un modo de parecerse a la imagen que tienen de ellas quienes las alaban, y por eso Bob Dylan hace tiempo que decidió ser clavado a lo que dijo de él Bono cuando cumplió 50 años, especialmente en lo que respecta a dos de sus afirmaciones: le sientan bien los sombreros, y por raro que sea o lejos que esté el sitio en el que vives, una noche Bob irá a tocar allí. Dicho y hecho, Dylan hace tiempo que alterna sombreros blancos y negros en los conciertos y su gira inacabable sigue siendo el famoso The Never Ending Tour, que aunque ya no se llame así, es él. No hay más que ver dónde estuvo el genio antes de venir a España y dónde va a ir cuando se marche: en total, 69 conciertos, en tres continentes y durante ocho meses, de momento. No está mal, para un tipo de 67 años.

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El Dylan que recorrerá España de norte a sur no es nuevo, pero es magnífico. Su repertorio no ha incluido, hasta ahora, grandes sorpresas, ni las versiones inesperadas con que suele dejar atónitos a sus seguidores, que pueden ir de Charles Aznavour a los Rolling Stones, pasando por Simon & Garfunkel, pero está espléndido de voz, lleva una banda impecable, poderosa y sutil a partes iguales y está haciendo algunos alardes con el instrumento que mejor domina, la armónica. A modo de ejemplo, el concierto de hace unos días, el 16 de este mes, en Bérgamo, es uno de los mejores que ha dado en los últimos tiempos.

Dylan es un hombre paradójico, a la vez judío y cristiano, tradicional y vanguardista, distraído y virtuoso, elegante y hortera según le dé. Y, a pesar de que lo que dice Bono es cierto, no es toda la verdad, porque Dylan es tan distante como próximo; es alguien que no se mezcla con la gente, que no quiere confianzas y sonríe con cuentagotas. Su filosofía parece ser: yo voy donde tú estés, pero no te me acerques mucho; si me dejas ser inaccesible, me pondré a tu lado. Ése es el Dylan que acaba de llegar a España para interpretar todos sus clásicos y casi todas las canciones de sus dos últimos discos: es un mito, pero no está retirado, y la fuerza de sus nuevos temas la demuestra el hecho de que no desentonen al lado de sus himnos de siempre. Ni se les ocurra perdérselo.

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