De viaje, con Bugui

El fundador del imperio Jazz-land se vino a Madrid para cerrar el ciclo que el colegio mayor San Juan Evangelista ha dedicado al piano. Hasta hace poco, Wesseltoft era un pianista sin piano. Ahora tiene uno en casa, casi tan bueno como el de su colega Keith Jarrett, y para celebrarlo ha grabado IM, su primer disco de piano solo-acompañado, valga el eufemismo. El noruego llegó a la capital en la compañía de un técnico en ordenadores y un proyeccionista con los que ofrece un bonito espectáculo multimedia que uno debe escuchar con reverencia y en silencio, porque así lo exige el guión.
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El fundador del imperio Jazz-land se vino a Madrid para cerrar el ciclo que el colegio mayor San Juan Evangelista ha dedicado al piano. Hasta hace poco, Wesseltoft era un pianista sin piano. Ahora tiene uno en casa, casi tan bueno como el de su colega Keith Jarrett, y para celebrarlo ha grabado IM, su primer disco de piano solo-acompañado, valga el eufemismo. El noruego llegó a la capital en la compañía de un técnico en ordenadores y un proyeccionista con los que ofrece un bonito espectáculo multimedia que uno debe escuchar con reverencia y en silencio, porque así lo exige el guión.

Pura posmodernidad: Bugge (pronunciado Bugui) recoge técnicas acuñadas por los paladines de las vanguardias -John Cage, Lee Scratch Perry- y los cocina a su modo minimalista, una mano en el teclado, la otra en el ordenador portátil, el pie derecho sobre el pedal de efectos y la mirada fija en la pantalla. Wesseltoft es el rey del loop -el bucle- y sus versiones deconstruidas de Take five y How high the moon suenan a disco rayado. A veces es Bill Evans y a veces un pinchadiscos al uso. Su espectáculo es un "yo me lo guiso y yo me lo como"; con nada -una frase, a veces ni eso- hace una catedral.

Música para viajar a ninguna parte e imágenes que se escuchan sin verse: así es el mundo de Bugge Wesseltoft.