El arte de grabar en casa

Las nuevas tecnologías revolucionan el modo de hacer discos - El aumento de estudios domésticos lleva al cierre a muchas de las grandes salas de grabación

Esa voz que llega desde el blanco auricular del iPod, probablemente suene tan cercana porque se grabó en un dormitorio o un cuarto de estar. En los últimos 10 años se ha disparado el número de discos registrados en estudios caseros. Gracias a las nuevas tecnologías, basta una estancia más o menos silenciosa, un ordenador portátil, un micrófono y un poco de inspiración a la hora del darle al rec para lanzar a las tiendas o al océano de la Red una canción.

Hasta hace 15 años era indispensable un estudio profesional para confeccionar un elepé. El elevadísimo precio de un equipo de g...

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Esa voz que llega desde el blanco auricular del iPod, probablemente suene tan cercana porque se grabó en un dormitorio o un cuarto de estar. En los últimos 10 años se ha disparado el número de discos registrados en estudios caseros. Gracias a las nuevas tecnologías, basta una estancia más o menos silenciosa, un ordenador portátil, un micrófono y un poco de inspiración a la hora del darle al rec para lanzar a las tiendas o al océano de la Red una canción.

Ya no existen centros legendarios donde grabaron John Lennon o Madonna
Lo que antes costaba 30 millones ahora se reduce a 1.000 euros
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Hasta hace 15 años era indispensable un estudio profesional para confeccionar un elepé. El elevadísimo precio de un equipo de grabación, desde las cintas hasta las mesas de mezcla, era inalcanzable para un músico o incluso para toda una banda. El primer intento de abaratar costes para potenciar los estudios caseros lo hizo Yamaha a mediados de los ochenta sacando al mercado por 2,5 millones de pesetas (unos 15.000 euros) un aparato de grabación digital que vendía Sony por 30 (más de 180.000 euros). Los precios seguían siendo prohibitivos.

Sin embargo hoy, gracias a programas como Cubase o Protools (este último también utilizado en los pocos grandes estudios que quedan) aparecidos a principios de los noventa y que apenas cuestan 1.000 euros, en un ordenador portátil tenemos una mesa de grabación de ilimitadas pistas, compresores, efectos digitales... "Muchas veces ni siquiera se necesitan los músicos. Existen librerías de sonidos con todos los instrumentos, hasta voces. Apuesto a que las cuerdas que suenan de fondo en el último disco de Madonna no son de una orquesta real", explica Martin Rasskin, director de Artenet, un centro de formación en arte y tecnología ubicado en las impresionantes instalaciones del Centro de Producción Audiovisual Autor (CPAA) en Madrid, propiedad de la SGAE. De hecho, en el CPAA reside uno de los pocos grandes estudios de grabación que quedan en España junto con Red Led, Sonoland, PKO, Alta Frecuencia o El Cortijo.

"En 1980 en España había 700 estudios de grabación, 25 o 30 muy buenos en Madrid y otros tantos en Barcelona", cuenta Ángel Quintanilla, director del CPAA. "Antes hacía falta un estudio, grabases lo que grabases, desde un anuncio a una mala cuña de radio. Ahora a los grandes estudios recurren a artistas consagrados u orquestas para grabar, por ejemplo, música de cine. La gran ventaja de estos lugares son los espacios acústicos amplios y la profesionalidad de los productores. Las grabaciones caseras son bricolaje musical", añade.

Alberto Matesanz, alias Mate, es uno de tantos manitas de la música indie. Ha trabajado este invierno en su segundo disco en solitario que publicará el próximo mayo. A un par de meses de trabajo en casa le ha seguido una visita al estudio Brad Young, en Nashville, para la mezcla final.

Mario Pacheco, director de la productora y distribuidora musical Nuevos Medios, está de acuerdo en que "un disco no es una maqueta de lujo. El ambiente acústico y la calidad de grabación son como la fotografía y el montaje de una película, el receptor a lo mejor no es consciente de ellos, pero resultan determinantes en el éxito de un producto. Hasta la revolución digital la producción tenía una dirección clara: mejorar el sonido. Ahora, con la compresión a MP3 (y la pérdida de calidad correspondiente) lo importante es que las canciones lleguen rápido y a muchos sitios".

Cada vez se registra y se escucha más música, así que la crisis no es musical, sino del negocio. La industria ha de reinventarse. "No hay crisis de producción, sino de la forma de producir", matiza Ángel Quintanilla. Joaquín Cobos, director del estudio Musigrama en Madrid durante más de 30 años, comenzó a sentir la crisis a partir de 2001. "Hubo que bajar precios porque las compañías grababan menos discos y mucho más baratos. Pasamos de ser ocho personas a tres y de cobrar 120 euros la hora a 60. No resultaba rentable. Paco Ortega, nuestro mejor cliente, me ofreció comprar el estudio en 2003 y lo vendí, se me apareció la Virgen", dice.

La crisis de los estudios tradicionales ha obligado a cerrar lugares legendarios como el Hit Factory de Nueva York y Cello en Los Ángeles, donde han grabado John Lennon, Bruce Springsteen, Madonna o Michael Jackson. Right Track tuvo que unirse a su competidor Sound on Sound para no desaparecer. En los ochenta los grandes artistas reservaban los estudios dos o tres meses para grabar o incluso ensayar un disco a unos 2.000 dólares al día (1.500 euros). Hoy un mes ya es mucho.

Lo simple y barato que resulta montar ahora un estudio también ha disparado el número de estudios semiprofesionales que cobran 30 euros la hora mientras que el estudio principal del CPAA cuesta 100. La cifra de home studios en España aún está muy por detrás de países como Inglaterra o EE UU, donde Moby fue el gran precursor de las grabaciones caseras en los noventa.

Grabar en casa es más barato y relajado. Pero también entraña trampas. Mastretta, músico santanderino de 43 años que ha grabado en grandes estudios dice que en casa "enseguida te entra el fantasma del control de la música, quieres dejarlo todo perfecto, puedes repetirlo mil veces y así la música se manosea y pierde el espíritu, queda fría, cursi, sin profundidad, no entra lo imprevisible. Mi experiencia es negativa". Mario Pacheco también opina que hacer discos en casa acaba con el trabajo en equipo de los grandes estudios, "donde se crean momentos irrepetibles".

Mastretta, como otros, combina ambos tipos de estudio: los profesionales para grabar un instrumento que requiere una acústica especial y los caseros para el resto de las pistas y para mezclar tranquilamente. Pero la mezcla final la sigue haciendo el oyente en su interior, combinando la música con los sentimientos, sin importar mucho de donde vengan.

Alberto Matesanz, Mate, en el estudio de grabación que ha instalado en su casa.GORKA LEJARCEGI
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