LOS JUEVES, INVITADO

En la nada

¿Cómo estás? En la nada, contesto tras la muerte de Fernando Fernán-Gómez.

Y pese a todo soy afortunada, la mía es una nada anímico-física en vida, un no estar estando del vacío que llevo que no por haber muerto. Pero aun así ando en ella, en la nada, en vasto espacio diáfano desde donde se atisban más nadas. Algunas sorprendentes. Inesperadas. Por ejemplo, las resultantes de la primera criba a las candidaturas a los Goya 2008. Por ejemplo, esa nada otorgada al hacer lumínico de Petra Martínez en La soledad. ¿Los académicos del Goya creímos de veras que el trabajo de Petra Martín...

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¿Cómo estás? En la nada, contesto tras la muerte de Fernando Fernán-Gómez.

Y pese a todo soy afortunada, la mía es una nada anímico-física en vida, un no estar estando del vacío que llevo que no por haber muerto. Pero aun así ando en ella, en la nada, en vasto espacio diáfano desde donde se atisban más nadas. Algunas sorprendentes. Inesperadas. Por ejemplo, las resultantes de la primera criba a las candidaturas a los Goya 2008. Por ejemplo, esa nada otorgada al hacer lumínico de Petra Martínez en La soledad. ¿Los académicos del Goya creímos de veras que el trabajo de Petra Martínez en dicha película no era merecedor de una nominación en el apartado Mejor Actriz? Afirmativo, vistos los resultados. ¿Y qué hace en la nada de los Goya 53 días de invierno, de Judith Colell, esa película que dice "Si te das por vencido en invierno, te habrás perdido la primavera, el verano y el otoño?". ¿Y Aina Clotet? ¿Y Àlex Brendemühl? ¿Y Yo, de Rafa Cortés? ¿Qué ha sucedido con Yo, intensa, arriesgada, innovadora, revelación del año en la semana internacional de la crítica de Cannes, premio FIPRESCI en Rotterdam, mejor película de Abycine, mejor actor para Àlex Brendemühl en Toulouse, mejor guión en La Palma, mención especial del jurado en el certamen de Málaga? Eclipse total. Según las votaciones, Yo, magnético thriller psicológico, no cuenta para los Goya 2008. En cuanto a la nada más vasta y profunda, a Caótica Ana (al fin y al cabo, los antes citados ya estuvieron en otros galardones también populares), el estupor es total. Caótica Ana, la séptima obra del hacedor de Vacas y otras cinco imprescindibles películas más, todas ellas de alto riesgo, no ha sacado nada. El mejor Julio Medem + Dirección de producción + Fotografía + Dirección artística + Diseño de vestuario + Maquillaje y peluquería + Sonido + Manuela Vellés + Bebe + Jocelyn Pook = Nada de nada. Deslumbrante. Tan deslumbrante resulta la presente nada de la imperecedera y rutilante galaxia tejida a punto de fotograma denominada Caótica Ana que su resplandor opaca otras fulgurantes nadas presentes y pretéritas quizá también logradas por sobrevolarlas los muy ilustres miembros de la Academia de Cine con el tiempo y el interés puestos en otra parte. Y tal acontecimiento demanda una reflexión. Algo nos sucede, admirados y estimadísimos miembros de la Academia: de las escasas películas bravas presentadas a los XXII Premios Anuales, las más logradas -Yo y Caótica Ana-, no comparecen ni en el apartado de mejor película ni en ningún otro, y no es bueno. Tanta nada para Yo y Caótica Ana hiere de gravedad al cine bravo de autor y, por ende, a nuestro cine; es como si los académicos de una hipotética ANE (Academia de la Noche Española), al tener que dirimir entre lo expuesto en el Reina Sofía, La noche española. Flamenco, vanguardia y cultura popular 1865-1936, y lo que sigue de Lorca: "Una vez, la cantaora gitana Pastora Pavón, La Niña de los Peines, sombrío genio hispánico, equivalente en capacidad de fantasía a Goya y a Rafael el Gallo, cantaba en una tabernilla de Cádiz: jugaba con su voz de sombra, con su voz de estaño fundido, con su voz cubierta de musgo, y se la enredaba a la cabellera o la mojaba en manzanilla o la perdía por unos jarabes oscuros y lejanísimos. Pero nada; era inútil. Los oyentes permanecían callados (...). Pastora Pavón terminó de cantar en medio del silencio. Solo, y con sarcasmo, un hombre pequeñito, de esos hombrines bailarines que salen de pronto de las botellas de aguardiente, dijo con voz muy baja: 'Viva París', como diciendo: 'Aquí no nos importan las facultades, ni la técnica, ni la maestría. Nos importa otra cosa'. Entonces La Niña de los Peines se levantó como una loca, tronchada igual que una llorona medieval, y se bebió de un trago un vaso de cazalla como fuego, y se sentó a cantar sin voz, sin aliento, sin matices, con la garganta abrasada, pero... con duende. Había logrado matar todo el andamiaje de la canción para dejar paso a un duende furioso y abrasador, amigo de los vientos cargados de arena, que hacía que los oyentes se rasgaran los trajes casi con el mismo ritmo con que se los rompen los negros antillanos del ritmo lucumí (...). La Niña de los Peines tuvo que desgarrar su voz porque sabía que la estaba oyendo gente exquisita que no pedía formas, sino tuétanos de formas, música pura con el cuerpo sucinto para poderse mantener en el aire. Se tuvo que empobrecer de facultades y de seguridades; es decir, tuvo que alejar a su musa y quedarse desamparada, que su duende viniera y se dignara luchar a brazo partido. ¡Y cómo cantó! Su voz ya no jugaba, su voz era un chorro de sangre digna por su dolor y su sinceridad, y se abría como una mano de diez dedos por los pies clavados, pero llenos de borrasca, de un Cristo de Juan de Juni", se inclinasen por lo expuesto en el citado museo.

Tanto vacío para 'Yo' y 'Caótica Ana' hiere de gravedad a nuestro cine
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