Los fantasmas del expolio nazi resucitan en Holanda

Los hijos de un marchante judío piden la devolución de 227 pinturas

En octubre de 1945, apenas cinco meses de finalizada la II Guerra Mundial, un avión cargado con 26 cuadros y procedente de Estados Unidos aterrizó en Holanda. Pintados, entre otros, por Rembrandt y Rubens, las obras componían la primera remesa del arte expoliado por el Tercer Reich dispuesto ya para su devolución a las familias judías. Muchas habían pagado con ellos su libertad. El envío quedó bajo la custodia de la Colección Estatal de Arte, que llegaría a sumar 4.500 piezas.

Durante los 60 años posteriores, las autoridades holandesas han ido restableciendo lienzos y objetos robados a ...

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En octubre de 1945, apenas cinco meses de finalizada la II Guerra Mundial, un avión cargado con 26 cuadros y procedente de Estados Unidos aterrizó en Holanda. Pintados, entre otros, por Rembrandt y Rubens, las obras componían la primera remesa del arte expoliado por el Tercer Reich dispuesto ya para su devolución a las familias judías. Muchas habían pagado con ellos su libertad. El envío quedó bajo la custodia de la Colección Estatal de Arte, que llegaría a sumar 4.500 piezas.

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Durante los 60 años posteriores, las autoridades holandesas han ido restableciendo lienzos y objetos robados a sus dueños. La última petición de esta clase, en manos de la Comisión para la Restitución, ha estremecido a los museos nacionales. La firman los cuatro hijos de Nathan Katz, un marchante cuya colección pictórica pasó a manos de Hitler y de Hermann Goering, su ministro del Aire. Reclaman 227 telas y dos tapices, en su mayoría del Siglo de Oro holandés.

Confiscadas ¿o vendidas?

Hace unos dos años, Sybila, David, Eva y Griet Katz acudieron a la Oficina de Búsqueda, encargada de trazar el origen exacto de la Colección Estatal. Querían saber cuántos cuadros llevaban el marchamo del negocio familiar. Como en situaciones semejantes, los documentos compilados componían la trayectoria de las obras sin ordenarlas por categorías. Es decir, no se especificaba si habían sido confiscadas o bien vendidas voluntariamente por su padre a los nazis en el marco de su trabajo de marchante.

Dichas distinciones, esenciales para aprobar una devolución, quedan al arbitrio de la Comisión para la Restitución. Órgano asesor del Gobierno, la misma añade aún otro requisito para dar un caso por cerrado: que el lote no hubiera sido reclamado anteriormente. "Buscamos a las familias de los propietarios de obras de la guerra custodiadas por el Estado holandés, cuando pensamos que pudieron ser confiscadas por los ocupantes. Algunos ni siquiera saben que aún les pertenecen telas de antepasados no tan lejanos. Pero nunca aconsejamos que los reclamen. Ni tampoco que se abstengan de hacerlo. Eso es un asunto privado", señala Rudi Ekkart, uno de los mayores expertos mundiales en este tipo de arte y presidente del comité que gestiona la Oficina de Búsqueda.

A veces, las investigaciones desvelan giros felices en momentos trágicos. A los Katz, el suyo les llevó fuera de Holanda en plena ocupación nazi gracias a un retrato de Rembrandt titulado Hombre de la familia de Raman. La tela fue a parar al propio Hitler, empeñado en crear un grandioso museo del Tercer Reich. La familia del marchante pudo recuperarla al finalizar la contienda. Para esclarecer casos más rebeldes, a las autoridades holandesas les bastaría una simple carta de los afectados exponiendo su situación. En la práctica, las cosas resultan menos entrañables. Al igual que los familiares del también marchante judío Jacques Goudstikker, que en 2006 recuperaron los tesoros artísticos perdidos por su pariente en 1940, los Katz han contratado los servicios de grandes despachos de abogados. De edades comprendidas entre 76 y 89 años, los cuatro hermanos cuentan con representación legal a ambos lados del Atlántico. Desde Estados Unidos, donde reside parte de la familia, lleva el caso la letrada Tina Talarchyk, de la firma Squire Sanders.

Resuelta a la vez que cautelosa, su línea argumental es sencilla: "No deseo entorpecer las investigaciones oficiales holandesas, pero sostenemos que el padre de mis clientes fue presionado para vender sus cuadros. Su negocio tenía prestigio ya antes de la contienda y los nazis fueron a por sus obras. No hay que olvidar el clima de temor en que vivían", afirma en conversación telefónica desde su despacho. Precavida, añade que Nathan Katz nunca defraudó a las autoridades de su país mintiendo sobre el valor de los cuadros vendidos a los nazis. Eso lo habría hecho su hermano Benjamín -con el que compartía desde 1930 un comercio de arte en la pequeña ciudad de Dieren- con 28 cuadros. Mientras la Comisión delibera -y puede tardar unos 10 meses porque tiene otras 42 investigaciones en marcha-, la otra gran duda sobre la colección Katz es la amistad de Nathan con Alois Miedl. Este banquero germano amigo de Goering, compraba a los judíos a la baja y hacía llegar las obras a Hitler. Los historiadores consideran a Miedl amigo de Katz, de modo que sus acuerdos durante la guerra habrían sido libres. De demostrarse, los cuadros así vendidos por el marchante a los nazis, 91 de los cuales aparecen hoy en la Colección Estatal, no entrarían en la lista de posibles devoluciones.

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