La comedia postrera

Vi Auto hace tres lustros, cuando Ernesto Caballero cosechaba éxitos en salas alternativas. Entonces, me pareció un ejercicio de estilo sorprendente, para público conocedor. En la producción que se representa ahora en el teatro Lara, Auto se revela como una comedia ágil, divertida y cercana, para un público amplio, que la aplaude con ganas a juzgar por lo visto en una función de diario. El tiempo ha corrido a su favor.

El título tiene doble sentido. Se refiere al accidente de automóvil que obliga a comparecer en un juzgado a un conductor, su esposa, su cuñada y una joven a...

Vi Auto hace tres lustros, cuando Ernesto Caballero cosechaba éxitos en salas alternativas. Entonces, me pareció un ejercicio de estilo sorprendente, para público conocedor. En la producción que se representa ahora en el teatro Lara, Auto se revela como una comedia ágil, divertida y cercana, para un público amplio, que la aplaude con ganas a juzgar por lo visto en una función de diario. El tiempo ha corrido a su favor.

El título tiene doble sentido. Se refiere al accidente de automóvil que obliga a comparecer en un juzgado a un conductor, su esposa, su cuñada y una joven autoestopista, y al trasfondo de la comedia. Como en los autos sacros del teatro castellano primitivo, en éste hay una intención moral, un ánimo de compadecerse de las miserias de esos cuatro accidentados que, en medio de una indagación llena de giros sorprendentes, van confesando su porcentaje de culpa en lo sucedido.

Los protagonistas de Auto están tomados del natural con excelente caligrafía. Resultan muy identificables en las interpretaciones de Vicente Díez, Marisol Rolandi, Carmen Machi y la joven Eva Santolaria, todas de gran nivel y con momentos hilarantes. En esta función conviven eficazmente una trama cuasi policiaca, el trazo humorístico del sainete y un ruido de fondo existencial.