Editorial:

Solución aplazada

La tozudez de los europeos capitaneados por Angela Merkel logró ayer arrancar a Bush un acuerdo en la cumbre del G-8 en Heiligendamm (Alemania) para empezar a negociar un tratado contra el calentamiento global que tenga como objetivo para 2050 reducir al menos un 50% la emisión de gases de efecto invernadero, como ya habían aprobado la UE, Canadá y Japón. Aunque los líderes consideran en el comunicado que es necesario tomar sin demora medidas enérgicas, el resultado no es bueno en términos de objetivos cifrados porque no los hay. Al menos, al considerarlo como "innegociable", la canciller alem...

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La tozudez de los europeos capitaneados por Angela Merkel logró ayer arrancar a Bush un acuerdo en la cumbre del G-8 en Heiligendamm (Alemania) para empezar a negociar un tratado contra el calentamiento global que tenga como objetivo para 2050 reducir al menos un 50% la emisión de gases de efecto invernadero, como ya habían aprobado la UE, Canadá y Japón. Aunque los líderes consideran en el comunicado que es necesario tomar sin demora medidas enérgicas, el resultado no es bueno en términos de objetivos cifrados porque no los hay. Al menos, al considerarlo como "innegociable", la canciller alemana se salió con la suya y Bush ha aceptado negociar un tratado en el marco de la ONU, y no entre los 15 países que más polucionan, como quería inicialmente el presidente americano.

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Está por ver cómo reaccionarán hoy en el balneario alemán los países africanos y, sobre todo, los más grandes, que son los que más se están desarrollando y con mayor capacidad de lanzar emisiones de carbono a la atmósfera: China, India, Brasil, México y Suráfrica. Pekín ya había cuestionado la "base científica" de este objetivo para 2050, aunque por primera vez el presidente Hu Jintao y los suyos están reconociendo la necesidad de abordar este problema del calentamiento global, eso sí, sin perjuicio para el desarrollo chino.

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Algo es algo, se dirá de este G-8 que propone, pero no decide, en nombre de la comunidad internacional. Lejos han quedado las exigencias europeas de un compromiso cifrado que no sea a tan largo plazo y cuando los daños puedan ser ya irreversibles. La UE se ha comprometido a más reducciones y a un uso más eficiente y menos contaminante de la energía. Pero Merkel, Sarkozy y Blair no consiguieron que Bush fuera más allá, ni compromisos obligatorios sobre la protección de bosques, especialmente los tropicales y ecuatoriales.

A pesar de todo, hay al menos un reconocimiento generalizado del problema, de que se debe esencialmente a la acción humana, y de que requiere un tratamiento global. Heiligendamm puede haber marcado un punto de partida, "una base para empezar a negociar" como ha señalado Merkel, que será útil en la conferencia de la ONU del próximo diciembre en Indonesia, para concluir en 2009, tres años antes de que expire el Protocolo de Kyoto, del que EE UU, China e India, entre otros, no son parte o no han ratificado.

El mundo necesitaba un mensaje más comprometido, que implicara más obligaciones hacia ese bien común que es nuestro planeta por parte de los países que hasta ahora más han sacado de él. La cumbre del G-8 no lo ha dado. Y aplazar la solución, que es lo que ha hecho, sólo servirá para agravarlo.

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