Reportaje:Inmigración en el Magreb

Las pateras acechan en Argelia

Las medidas policiales impiden que se dispare la emigración clandestina hacia Europa

Ahmed, de 26 años, acudió con sus siete amigos a la mezquita de El Bey Mohamed el Kebir, en Orán, y pidió a los fieles que rezasen para que saliese adelante el proyecto puesto a punto por un grupo de jóvenes. "Por supuesto no se lo desvelé", afirma por teléfono desde Nîmes, en el sureste de Francia, donde reside actualmente aunque carece de papeles.

El plan consistía en emigrar clandestinamente a Europa. "Ocho amigos cotizamos para comprarnos una embarcación semirrígida y su motor y, tras pasar por la mezquita, pusimos rumbo a España", prosigue Ahmed. Cree que desembarcó en Almería -a t...

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Ahmed, de 26 años, acudió con sus siete amigos a la mezquita de El Bey Mohamed el Kebir, en Orán, y pidió a los fieles que rezasen para que saliese adelante el proyecto puesto a punto por un grupo de jóvenes. "Por supuesto no se lo desvelé", afirma por teléfono desde Nîmes, en el sureste de Francia, donde reside actualmente aunque carece de papeles.

El plan consistía en emigrar clandestinamente a Europa. "Ocho amigos cotizamos para comprarnos una embarcación semirrígida y su motor y, tras pasar por la mezquita, pusimos rumbo a España", prosigue Ahmed. Cree que desembarcó en Almería -a tan sólo 150 kilómetros de la costa argelina- y subió hasta Alicante, donde reside una gran colonia argelina.

El Gobierno recurre a los imanes en su empeño por desalentar la fuga de clandestinos
Un experto calcula que se producen unos 400 intentos colectivos de emigrar al trimestre
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"Todos mis amigos sobrevivían allí trapicheando y yo quería un curre más estable", continúa Ahmed. "Así que pasé a Francia y ahora vivo cómodamente, aunque sin papeles, con mis familiares en Nîmes e incluso trabajo en negro".

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Ahmed cruzó el Mediterráneo hace algo más de un año y, hasta cierto punto, fue pionero. Los argelinos no emigraban entonces directamente a España. Hasta que Rabat dio, en el otoño de 2005, un nuevo cerrojazo a su costa norte, solían hacerlo a través de Marruecos. Ahora no tienen más remedio que intentarlo directamente.

La emigración clandestina desde Argelia "es un fenómeno que está adquiriendo proporciones dramáticas", advierte Zine-Eddine Zemmour, que dirige un equipo científico dedicado a estudiarlo en el Centro de Investigación en Antropología y Sociología Cultural de Orán.

"En realidad, la crisis migratoria con Argelia está pendiente", asegura Iván Martín, autor de varios trabajos sobre el país y coordinador del foro socioeconómico de la Casa Árabe en Madrid.

Durante la década sangrienta de los noventa, cuando el terrorismo azotaba el país, apenas hubo emigración hacia Europa si se exceptúa la de las élites francófonas amenazadas por los islamistas. "Muchos no se marchaban porque tenían mala conciencia de abandonar a la familia en un país prácticamente sumido en la guerra civil", explica Yasmina Khadra, el escritor argelino más vendido y que publica bajo este seudónimo de mujer.

"Hoy en día esta epidemia afecta a todos los jóvenes marginales o acomodados, aunque es verdad que los primeros son mucho más numerosos", sostiene el antropólogo Zemmour. Aunque lo suelen hacer con un contrato en el bolsillo, el 90% de los alumnos que terminan sus estudios en el Instituto Nacional de Informática de Argel también se marchan.

"Es que además de querer encontrar un buen trabajo en Europa y comprarse un coche aspiran ante todo a romper con una existencia que consideran mortecina", explica el antropólogo.

No hay estadísticas oficiales, pero Zemmour calcula que se producen al trimestre unos 400 intentos colectivos de emigrar irregularmente, de los que la gran mayoría son abortados por la Marina Nacional, la gendarmería o la policía.

Si el fenómeno no ha adquirido proporciones alarmantes es porque las fuerzas de seguridad están volcadas en reprimirlo. "A diferencia del Marruecos de los noventa, cuyas autoridades consideraban que la emigración era un mal necesario, los harragas (emigrantes irregulares) son un revulsivo para el orgullo nacional de Argelia", señala un diplomático acreditado en Argel. "De ahí el empeño por combatirlo".

Para frenarlo, Alí Tounsi, el director de la Seguridad Nacional, anunció hace 10 meses en Orán la creación de una nueva dirección que coordinaría la lucha. Ahora acaba de revelar que 16.000 nuevos policías vigilarán las costas este verano.

Paralelamente, las autoridades han empezado a divulgar estadísticas disuasorias. A finales de 2006, la Marina Nacional indicó que en los 11 primeros meses 69 sin papeles se habían ahogado en las costas de Orán.

Días antes se hizo público que 65 candidatos a emigrar pillados in fraganti fueron condenados a dos meses de cárcel por un tribunal de Ain el Turck. Entre subsaharianos y argelinos nada menos que 35.000 emigrantes frustrados han sido detenidos desde 2002 y 9.000 han cumplido pena de prisión en el país, según fuentes oficiales.

En su empeño por desalentar a los clandestinos, el Ministerio de Asuntos Religiosos echó incluso mano, a principios de año, de los imanes. Se les pidió que recordasen a los fieles que el islam prohíbe poner en peligro su vida.

"Mientras no se pongan en práctica soluciones duraderas, la sangría continuará y veremos de aquí a algún tiempo a los balseros argelinos al asalto de la otra orilla del Mediterráneo", prevé el diario Le Soir d'Algérie en un artículo titulado El Dorado o la muerte.

Un grupo de niños, en un barrio a las afueras de Argel.AFP

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