De la intimidad al coro
Vuelve Joaquín Cortés con un espectáculo renovado y con adiciones y ajustes que lo mejoran. Mi soledad ha ido evolucionando desde su presentación en París, cuando se vieron por primera vez los deslumbrantes trajes que concibió Gaultier y que, en su atrevimiento, retoman elementos de la tradición zíngara. Cortés está en muy buena forma. Sus bailes acusan concentración, duran lo justo y desgranan sus saberes técnicos junto a un estilo inconfundible y personal. Es sin duda después de Antonio Gades la personalidad escénica que más ha influido en el teatro flamenco contemporáneo. Otra cosa e...
Vuelve Joaquín Cortés con un espectáculo renovado y con adiciones y ajustes que lo mejoran. Mi soledad ha ido evolucionando desde su presentación en París, cuando se vieron por primera vez los deslumbrantes trajes que concibió Gaultier y que, en su atrevimiento, retoman elementos de la tradición zíngara. Cortés está en muy buena forma. Sus bailes acusan concentración, duran lo justo y desgranan sus saberes técnicos junto a un estilo inconfundible y personal. Es sin duda después de Antonio Gades la personalidad escénica que más ha influido en el teatro flamenco contemporáneo. Otra cosa es que el ballet español va por varias sendas paralelas a la vez, con matices diversos, y Joaquín hace que el público vibre y participe. Ese concepto cercano al concierto de masas a veces gusta y a veces no, pero es brillante en lo comunicativo y lo danzado.
Mi soledad
Coreografía y baile: Joaquín Cortés; música y letras: Antonio Carbonell, José Carbonell Montoyita y J. Cortés; vestuario: Jean-Paul Gaultier; fotografía: Jean Baptiste Mondino. Teatro Gran Vía, Madrid. 28 de marzo.
La música y las luces, los cantaores y el propio Cortés hacen un mosaico colorista que no es banal. Se cuenta sutilmente una historia llena de honduras: es el artista desde la intimidad al coro, proyectando un paisaje coréutico bien empastado, donde plasticidad, ritmo y alegorías se funden en belleza.