Reportaje:

Vino con escuadra y cartabón

La familia Azpilicueta destina nueve millones de euros a una bodega vanguardista en La Rioja

Encaramada a un cerro y encastrada el 80% de su superficie en la tierra, se levanta la última aventura de Manuel Azpilicueta -quien fuera presidente de Europistas y vicepresidente de Bodegas y Bebidas- y de su hermano José -ex director de relaciones institucionales de Dragados-. El proyecto lleva el nombre de Regalía de Ollauri, denominación que hace referencia a la condonación del impuesto que la localidad pagaba a la villa de Briones. La aventura tiene forma de bodega de vanguardia con vistas al valle del Ebro y a la sierra de la Demanda, situada en tierras de La Rioja Alta, y ocupa 32.000 m...

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Encaramada a un cerro y encastrada el 80% de su superficie en la tierra, se levanta la última aventura de Manuel Azpilicueta -quien fuera presidente de Europistas y vicepresidente de Bodegas y Bebidas- y de su hermano José -ex director de relaciones institucionales de Dragados-. El proyecto lleva el nombre de Regalía de Ollauri, denominación que hace referencia a la condonación del impuesto que la localidad pagaba a la villa de Briones. La aventura tiene forma de bodega de vanguardia con vistas al valle del Ebro y a la sierra de la Demanda, situada en tierras de La Rioja Alta, y ocupa 32.000 metros cuadrados.

Es un proyecto muy ambicioso en tiempos de maridaje entre el vino y la arquitectura. Sólo la bodega que se acaba de inaugurar -cuyos singulares volúmenes están firmados por el arquitecto riojano Javier Arizcuren- ha recibido una inyección de más de nueve millones, una cifra respetable si tenemos en cuenta que el megaproyecto del celebérrimo Frank Gehry en Elciego para Marqués de Riscal ha costado 70 millones.

La nueva bodega, obra del arquitecto riojano Javier Arizcuren, está construida en tres niveles; dos de los cuales se hallan soterrados
La bodega prevé elaborar 500.000 botellas de vinos de crianza, reserva y gran reserva, así como caldos especiales de cosechas seleccionadas

A nadie sorprende que una de las familias que ha pasado por un mayor número de consejos de administración, como Indra, Ferrovial o Koipe, haga una apuesta fuerte en el terreno económico. "No es fácil", explica uno de los mejores enólogos de este país, "lograr que una bodega cuya arquitectura se lleva casi diez millones de euros sea rentable". Ahí está el reto, lograr que en 2008 los viñedos empiecen a dar beneficios. Ésa es la idea que perseguían Javier Bermejo y Manuel Azpilicueta, los dos grandes impulsores de la bodega, junto a un variado grupo de socios riojanos, cuando tras la salida de ambos del consejo de administración de Bodegas y Bebidas decidieron emprender este desafío. Un negocio que no les es ajeno, pues, en 1881, la familia Azpilicueta fundó en La Rioja las Bodegas AGE.

El caso es que, llegados al siglo XXI, la nueva bodega ha tirado la casa por la ventana, no sólo en la arquitectura, sino también en la tecnología. El 80% de la superficie de la bodega está enterrada, de tal manera que sólo es visible sobre el cerro la nave de crianza y las oficinas. Además, la gravedad desempeña su singular papel.

La bodega está construida en tres niveles; dos de los cuales se encuentran bajo tierra. En la plataforma superior se descarga la uva que, por gravedad, va bajando a través de cintas transportadoras hasta los depósitos. La vendimia se efectúa totalmente en barcas de 20 kilos de capacidad, y en la elaboración del caldo se utilizan procesos novedosos como la criomaceración, que consiste en aportar al depósito donde está el vino dióxido de carbono líquido en forma de nieve carbónica, antes y durante la entrada del fruto. Respecto a la nave de barricas, tiene una superficie de 800 metros cuadrados y cabida para 2.400 de roble francés y americano.

Toda esta singular carpintería de la uva está dirigida por el enólogo Víctor Leiva, quien ha desarrollado parte de su carrera profesional en las bodegas Lan. La bodega -con una superficie de 58.000 metros cuadrados- prevé elaborar unas 500.000 botellas de vinos de crianza, reserva y gran reserva, así como caldos especiales en cosechas seleccionadas, que comercializará a través de las enseñas Marqués de Terán Crianza 2002, Marqués de Terán Reserva 2001 y Terán Edición Especial. Esta marca era la antigua razón comercial de uno de los hermanos Paternina, familia emblemática en la localidad, cuya bodega desapareció en 1925. A largo plazo, el propósito es alcanzar el millón de botellas.

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