Análisis:

Lucha de egos entre gente 'cool'

Ella era otra figurante más de la exuberante tropa warholiana hasta que en 1982 apareció Edie: an american biography. El subtítulo del tomo sugiere que los autores, Jean Stein y George Plimpton, pretendían hacer un paradigma de Edie Sedgwick: la chica de clase alta que se vio arrastrada por los vendavales de los sesenta y pagó con su vida. En realidad, la cosecha final resultaba algo más escasa: aparte del vampirismo de Warhol, lo que quedaba en la memoria eran los modos y maneras del micromundo que giraba alrededor de la Factory, el ambiente más enrarecido de Nueva York.

El libr...

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Ella era otra figurante más de la exuberante tropa warholiana hasta que en 1982 apareció Edie: an american biography. El subtítulo del tomo sugiere que los autores, Jean Stein y George Plimpton, pretendían hacer un paradigma de Edie Sedgwick: la chica de clase alta que se vio arrastrada por los vendavales de los sesenta y pagó con su vida. En realidad, la cosecha final resultaba algo más escasa: aparte del vampirismo de Warhol, lo que quedaba en la memoria eran los modos y maneras del micromundo que giraba alrededor de la Factory, el ambiente más enrarecido de Nueva York.

El libro, que Circe tradujo al español en 1988, sí tuvo influencia como modelo para biógrafos. Su estructura coral, dejando hablar exclusivamente a los protagonistas, ha sido utilizada en, por ejemplo, Por favor, mátame, la crónica del punk rock neoyorquino que comienza en la Factory (precisamente, se reedita estos días en España en una edición ampliada).

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La breve relación entre Sedgwick y Dylan ha generado abundantes especulaciones: se supone que ella inspiró Just like a woman y/o Leopard skin pill-box hat. Difícil de saber: a mediados de los sesenta, no había nadie más carismático que Bob en el naciente planeta rock. A pesar de su pose abrasiva, mujeres de dos continentes pasaron por su vida, antes y después de su boda secreta con Sara Lowndes, en noviembre de 1965.

No hubo nada casual en el hecho de que fuera Andy quien informara, quizás con deleite, a Edie de la existencia de ese matrimonio. Ella era una fina criatura, un trofeo con pedigrí que se disputaban el campo de Dylan y el de Warhol; se trataba finalmente de una lucha de egos entre gente cool. El pintor quería atraer al cantante a su órbita y le hizo una prueba cinematográfica en la Factory. Dylan se aprovechó de su ansiedad y consiguió que Andy le regalara una serigrafía de su serie Doble Elvis.

Warhol, que no destacaba por su generosidad, tragó bilis cuando supo que Dylan se burlaba de su cuadro: lo colgó cabeza abajo en su casa de Woodstock antes de guardarlo en un armario. Incapaz de apreciarlo, Dylan se lo cambió a su representante, Albert Grossman, por un sofá. Warhol se sintió insultado, pero el "primo" de la historia resultó ser Dylan. En 1988, cuando la serigrafía salió al mercado, la viuda de Grossman consiguió 720.000 dólares.

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