Reportaje:

Sagas de algodón

El historiador Francesc Cabana relata el ascenso, el apogeo y la posterior desaparición de las grandes familias algodoneras catalanas

La burguesía catalana. Un concepto brumoso, algo en desuso y en ocasiones envuelto en un halo de polémica. Con algunos nombres ineludibles: los Batlló, Güell, Viladomiu, Serra, Prat, Vidal y compañía. Hay muchos otros apellidos, pero éstos tienen una cosa en común, al margen de haber marcado la peripecia de Cataluña en terrenos como la política, la economía e incluso la arquitectura: son algunas de las familias más importantes de la industria algodonera catalana durante más de un siglo, la que convirtió Cataluña en la fábrica de España. ¿Qué ha pasado con ellos? "Prácticamente ninguno de esos ...

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La burguesía catalana. Un concepto brumoso, algo en desuso y en ocasiones envuelto en un halo de polémica. Con algunos nombres ineludibles: los Batlló, Güell, Viladomiu, Serra, Prat, Vidal y compañía. Hay muchos otros apellidos, pero éstos tienen una cosa en común, al margen de haber marcado la peripecia de Cataluña en terrenos como la política, la economía e incluso la arquitectura: son algunas de las familias más importantes de la industria algodonera catalana durante más de un siglo, la que convirtió Cataluña en la fábrica de España. ¿Qué ha pasado con ellos? "Prácticamente ninguno de esos apellidos, enormes fortunas que dirigieron grandes empresas textiles, continúa en ese sector". Así lo explica el historiador Francesc Cabana en La saga dels cotoners catalans (Editorial Proa). "Sus nietos son banqueros, financieros, directivos de multinacionales que en muchos casos siguen en primera línea. Pero la industria algodonera está ahora en otras manos y vive años francamente difíciles", sostiene Cabana.

¿Cómo hacer una revolución industrial sin materias primas y sin fuentes de energía? Cataluña la hizo en el siglo XIX. Claro que no es el único caso, ni siquiera el más exitoso: Inglaterra hizo lo mismo antes y, probablemente, mucho mejor. Comparaciones aparte, los empresarios catalanes protagonizaron una operación arriesgada a través del sector textil y, más específicamente, de la industria algodonera. La fortaleza de esta industria ha sido un elemento fundamental para Cataluña, con centenares de familias emprendedoras, de las que se consolidaron apenas algunas docenas que han sido un elemento fundamental de la historia económica catalana. Incluso de la del Barça (hasta que llegaron los constructores, claro).

A lo largo de más de 350 páginas, Cabana hace un repaso exhaustivo del sector algodonero, desde la acumulación de capital de los primeros años al estallido y los beneficios derivados de la I Guerra Mundial; del desastre de la Guerra Civil al aprovechamiento de las corruptelas del primer franquismo, y finalmente, "desde las reestructuraciones de los años 60 al principio del fin del último tercio del siglo XX", como puede leerse en la solapa.

Cabana presentó ayer el libro en la Casa de la Industria Textil Algodonera, un edificio recio de la Gran Via barcelonesa, junto con su editor y el secretario general de la patronal algodonera, Salvador Maluquer. Pero el libro no es precisamente amable con los empresarios del ramo, es más bien tibio. Las familias algodoneras presentan "los contrastes típicos de la burguesía catalana", según el historiador. "Con episodios de generosidad pero también de racanería y nula capacidad para aunar esfuerzos; de vinculación a Cataluña y de apego al régimen franquista; y montones de buenos empresarios pero también de gestores deficientes", asegura. Un ejemplo de este último grupo: el "señor de Barcelona" de Josep Pla -un bon vivant que consiguió vivir siempre "sin dar un palo al agua", en palabras de Cabana- no es otro que Rafael Puget, uno de los herederos de la estirpe de los Puget.

El crepúsculo de los industriales algodoneros no se debe a única causa. El propio Cabana admite que el final "era inevitable". Pero el libro apunta alguna pista reveladora: en 1984, el presidente de la patronal aseguraba que los países en desarrollo, básicamente los del sureste asiático, no podrían competir con las empresas catalanas. "La inversión que se requiere [para ser competitivo] no es para países subdesarrollados", aseguraba entonces Josep Maria Pujades.

Desde entonces, la industria ha subsistido entre planes de reconversión, pero no ha conseguido deshacerse del fantasma de la crisis. Cabana afirma que el sector "ha perdido peso relativo, pero no absoluto, dentro de la economía catalana". El autor ataca en el libro las debilidades de estos empresarios, pero defiende también el papel de una industria "que ha marcado la historia política y económica" catalana. Una de cal y otra de arena.

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