Tribuna:

Arte y realidad

Que el arte toma la realidad como tema es tan evidente como que igualmente usa la fantasía. También que las mezcla. Muchos artistas han pensado que la vida es suficientemente desagradable como para tener que rodearse de productos artificiales que nos lo recuerden continuamente. Más bien éstos debían servirnos de reposo, como quería Matisse. Crear un arte que nos repare a la vuelta del trabajo es una gran actividad en la dirección de mejorar nuestras condiciones de vida.

Sin embargo, el arte no puede sustraerse a la necesidad de cambiar el mundo. Acabo de leer la entrevista a Claudio Mag...

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Que el arte toma la realidad como tema es tan evidente como que igualmente usa la fantasía. También que las mezcla. Muchos artistas han pensado que la vida es suficientemente desagradable como para tener que rodearse de productos artificiales que nos lo recuerden continuamente. Más bien éstos debían servirnos de reposo, como quería Matisse. Crear un arte que nos repare a la vuelta del trabajo es una gran actividad en la dirección de mejorar nuestras condiciones de vida.

Sin embargo, el arte no puede sustraerse a la necesidad de cambiar el mundo. Acabo de leer la entrevista a Claudio Magris (EL PAÍS, 30-10-06), donde en tres frases pasa de la negación a la afirmación: "¡Ay de la literatura si nace para enseñar la justicia de forma explícita! Su importancia es precisamente que puede, de forma indirecta, crear una atmósfera que permita comprender qué quiere decir la justicia. Ocurre también con la verdadera educación, la más eficaz es siempre indirecta, como la literatura". Y yo añadiría, como cualquier arte que alcance lo mejor de sí. Y sí el arte es una buena manera de educar, cómo no lo vamos a utilizar para influir en la sociedad.

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La pregunta en estos momentos quizá sea: ¿Cómo podemos utilizar el terror para crear ideas? De lo que se trata no es ni de utilizar su valor disuasorio contra la violencia (mostrando que si practicamos el terror sufriremos tales consecuencias) ni mucho menos ensalzarlo (sea en su vertiente patológica de culto a la violencia o sea en su carácter de ataque preventivo para escapar a la posible violencia del otro).

Después de más de diez años trabajando en una serie de cuadros en torno a las guerras de los Balcanes, me he hecho esta pregunta muchas veces, con algunas respuestas parciales:

- Que es obsceno representar los actos de violencia o a los violentos porque los únicos humanos dignos en esa situación son las víctimas.

- Que hay que buscar la especificidad. Sólo desde el análisis de los casos concretos podemos obtener conclusiones universales. Por eso llevo todo ese tiempo trabajando sobre unas víctimas y no otras, a pesar de que la novedad de sus sufrimientos pasó ya hace tiempo.

- Que no sirve de nada quedarse en lo general, aquello con lo que todo el mundo puede estar de acuerdo (la guerra es mala) o en tomas de postura maniqueístas. Contra ese poder disolvente de lo general, manejo una tesis: hay una violencia que surge de la creencia en el mito de las identidades. Se produce cuando ante su carencia el hombre no acepta su estado y busca recrear la identidad perdida. Busca en lo más falso de sí, sacando todo lo que ha sido grabado en su conciencia desde el inicio de los tiempos por la fuerza de la autoridad. Quisiera que mi trabajo fuese una apuesta fuerte en contra de la identidad, no importa como quiera que sea que alguien pretenda imaginarse esa identidad.

Simeón Saiz Ruiz es pintor.

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