Reportaje:

Las guerreras Dixie Chicks vuelven a la carga

El grupo, que sufrió el boicoteo del mundo 'country' por criticar a George Bush, sigue su cruzada contra el presidente

"De vuelta en la escena del crimen... Queremos deciros que nos avergüenza que el presidente de Estados Unidos sea de Tejas". Las Dixie Chicks regresaron combatientes a la sala Shepherd's Bush Empire, de Londres, y reincidieron el pasado fin de semana en su crítica a George W. Bush. Hace tres años, en vísperas de la invasión de Irak, pronunciaron las mismas palabras ignorantes de la campaña de odio y violencia que les aguardaría al retornar a su natal Tejas. Amenazas de muerte, millones de discos destruidos con apisonadoras, insultos y acusaciones de traición. Las tres artistas -la cantante Nat...

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"De vuelta en la escena del crimen... Queremos deciros que nos avergüenza que el presidente de Estados Unidos sea de Tejas". Las Dixie Chicks regresaron combatientes a la sala Shepherd's Bush Empire, de Londres, y reincidieron el pasado fin de semana en su crítica a George W. Bush. Hace tres años, en vísperas de la invasión de Irak, pronunciaron las mismas palabras ignorantes de la campaña de odio y violencia que les aguardaría al retornar a su natal Tejas. Amenazas de muerte, millones de discos destruidos con apisonadoras, insultos y acusaciones de traición. Las tres artistas -la cantante Natalie Maines y las multiinstrumentistas hermanas Emily Robison y Martie Maguire- se convirtieron en parias de la noche a la mañana.

"Es triste que no te permitan inclinarte a la izquierda, no hay tolerancia", se queja Emily Robison

La industria country, en la que habían volcado lealtad, esperanzas y éxitos desde los años ochenta, les dio la espalda en un coordinado boicot que todavía persiste. "No vamos a luchar contra las emisoras country y rogar que la industria vuelva a aceptarnos. Ellos tomaron la decisión, ellos son los que nos han traicionado. Se movilizaron contra nosotras por pronunciarnos políticamente. Pincharán un tema aquí o allá, pero nunca más tendremos otro superéxito en la radio country", señala al día siguiente del concierto Emily Robison, virtuosa del banjo.

Ni cuando Bush desaloje la Casa Blanca esperan las Dixie Chicks recuperar la posición estelar, como banda más comercial del espectro country, que ocupaban hasta principios de 2003. "Ya no está relacionado con este Presidente, sino con la cultura. Ultraconservadora y muy de derechas. Es triste que no te permitan inclinarte a la izquierda, ser liberal, como ellos dicen. En el country no hay tolerancia para gente como nosotras", explica. "Es lo más duro de tragar. Nunca creí en la imagen estereotipada del country como comunidad homogénea de gente intolerante y de mentalidad cerrada. Pero me han demostrado que estaba equivocada, y eso duele mucho".

El country les cerró la puerta pero no ha logrado hundirlas. Las Dixie Chicks vuelven a la carga con Taking the long way, su séptimo disco de estudio y el primero con sabor rockero. "Como mujeres de negocios no podíamos dejar nuestra carrera en manos de la radio country. ¿Cómo íbamos a permitir que tuvieran poder sobre nuestro destino?", cuestiona. Hicieron las maletas rumbo a Los Ángeles, donde grabaron los 14 temas del nuevo disco con el versátil productor Rick Rubin y una élite de músicos. "Era importante llegar al estudio sin un género en mente y dejar que cada composición guiara la producción. Íbamos escribiendo, volcando emociones y sentimientos, y las propias canciones dictaron el estilo y género de la música", recuerda Robison.

Taking the long way vendió medio millón de copias en la primera semana de su lanzamiento en EE UU. Las emisoras country del país no pinchan los temas y sus propietarios probablemente odian el single Not ready to make nice, en el que las chicas guerreras ni se retractan de sus ideas ni olvidan la cruzada en su contra. "El álbum expresa confianza, rebeldía, franqueza. Es autobiográfico, como también los han sido los anteriores, pero aborda las cuestiones con mucha más potencia. El incidente encendió una hoguera interna que renovó nuestro espíritu de lucha, nuestro empeño por airear nuestras opiniones. Fue una buena terapia componer y grabar estas canciones", resume.

Las Dixie Chicks han perdido a su público más reaccionario y se han ganado el respeto de otros artistas y la simpatía del público en general. "El ambiente en Estados Unidos ha cambiado mucho desde 2003, pero no sé si también ha cambiado la opinión de la gente respecto a lo que dijimos entonces. En los sondeos de opinión, la popularidad del Presidente ha caído en picado. La guerra en Irak va mal y el huracán Katrina fue un desastre para el Gobierno Federal, que no acudió a socorrer a la gente. Todo se hunde por las grietas y van surgiendo temas socialmente muy divisorios, como el matrimonio de gays o la frontera mexicana, que intentan desviar el foco del asunto realmente importante: la guerra de Irak. Antes del 11-S a nadie le importaba la frontera y de repente a todo el mundo le preocupan los inmigrantes mexicanos. Son distracciones", critica.

La caza de brujas también ha ampliado el horizonte tradicional del trío. Con un disco de pinceladas rock y el oxígeno de la publicidad ganada estos tres últimos años, las Dixie Chicks están en inmejorable posición para conquistar países europeos, como España, que han ignorado su discografía previa. "Europa era un mercado duro, un campo de batalla para nosotras puesto que no existe una fórmula country establecida. Estábamos felices ganándolo concierto a concierto, pero es muy agradable venir ahora con un álbum que suena en las emisoras europeas", sonríe Robison. En otras estancias del hotel londinense le espera su gran familia: sus dos colegas y sus respectivos maridos e hijos (siete entre las tres), además de niñeras, secretarias, músicos.... un total de 48 personas que se apuntaron a la aventura europea.

Las Dixie Chicks: Emily Robison, Natalie Maines y Martie Maguire (de izquierda a derecha), en Nashville en 2000.AP
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