Entrevista:MANUEL MARTÍN LOMAS | Director científico de CIC Biomagune

"Así como la ciencia cambia, los principios éticos pueden cambiar"

Ciencia y ética son conceptos indisociables, aunque los principios que guían a estos dos campos del conocimiento humano no son inmutables, y como tales deben ser asumidos. Esta es la tesis de Manuel Martín Lomas (Sevilla, 1941), director científico de CIC Biomagune, el nuevo centro de investigación promovido por el Gobierno vasco para el estudio de biomateriales enfocados hacia la bionanotecnología y la nanomedicina. Prestigioso químico, ha participado en las jornadas de Derecho y Genoma que se han celebrado en la Universidad de Deusto.

Pregunta. ¿Hasta qué punto es importante la...

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Ciencia y ética son conceptos indisociables, aunque los principios que guían a estos dos campos del conocimiento humano no son inmutables, y como tales deben ser asumidos. Esta es la tesis de Manuel Martín Lomas (Sevilla, 1941), director científico de CIC Biomagune, el nuevo centro de investigación promovido por el Gobierno vasco para el estudio de biomateriales enfocados hacia la bionanotecnología y la nanomedicina. Prestigioso químico, ha participado en las jornadas de Derecho y Genoma que se han celebrado en la Universidad de Deusto.

Pregunta. ¿Hasta qué punto es importante la ética en el trabajo de un científico?

Respuesta. Yo diría que es fundamental. Si no hay ética en el trabajo científico, estamos absolutamente perdidos, porque éste es un trabajo que se basa en la solidez de unos conocimientos y en la honradez en transmitirlos.

"El reto en Biomagune es seleccionar a buenos científicos y abrir líneas de investigación"
"En la ciencia, los conflictos se producen casi siempre con sus aplicaciones"

P. ¿La ética puede, o debe, establecer unos límites en la labor científica?

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R. Por supuesto que sí. El marco ético va cambiando y se mueve. La ética debe estar siempre ligada a la investigación, pero igual que los principios científicos cambian, los principios éticos también pueden cambiar. Lo que es inmutable, sea uno budista o lo que sea, es la honestidad profesional del investigador y la solidez de sus resultados.

P. ¿Dónde está el equilibrio entre ciencia y moral?

R. La investigación en un tema que puede ser escabroso desde una perspectiva ética debe considerarse en el contexto de una sociedad que nunca es A o B, blanco y negro. En la mayor parte de los temas, estoy a favor de una ciencia que avance cada vez más, que haga mejor la vida de los seres humanos y tenga menos trabas desde el punto de vista de los sistemas de creencias. Estamos en el siglo XXI, vivimos en unas sociedades laicas, avanzadas y modernas y tenemos que funcionar en ese marco.

P. Pero los roces y los dilemas se producen, ¿cómo evitarlos?

R. Los problemas pueden ser de muchos tipos. En la biotecnología, por ejemplo, en la aplicación agrícola hay problemas porque los británicos no desean que los alimentos modificados genéticamente se vendan en el Reino Unido, etc. Otro problema es el de las células madre, una cuestión difícil que los distintos países van resolviendo como puedan. Si me pregunta mi opinión concreta, en ese campo sí que pienso que se debe seguir investigando, pero según establezca la sociedad, porque, al final, es la sociedad la que nos paga.

P. En no pocos sectores se vive con temor las repercusiones futuras de los avances científicos en campos como la bionanotecnología, en el que usted está trabajando. ¿De qué modo se pueden eliminar estos miedos?

R. Del mismo modo que en ciencia tenemos nuestros programas de investigación, en algunos campos se requieren expertos e investigadores en asuntos jurídicos y éticos que trabajen de forma paralela y que vayan dando respuestas a los problemas que van surgiendo. Los problemas se dan siempre, o casi siempre, por las aplicaciones; no surgen de la ciencia, de la tecnología o de la ingeniería que hay detrás. Uno no puede prever las aplicaciones. Por eso, al igual que hay grupos que desarrollan nanoestructuras y nanosistemas, tiene que haber un cuerpo de expertos que trabajen en temáticas éticas y sociales y, en paralelo, analicen caso por caso, aplicación por aplicación, y se genere un debate social.

P. ¿Se funciona ya así?

R. En la Unión Europea sí hay programas paralelos a este respecto, e incluso en Estados Unidos hay algunos institutos de bioética que tienen una sección especial dedicada a la nanotecnología. En este país, que yo sepa, no hay nada de eso.

P. ¿Qué relevancia tiene la nanociencia y la nanotecnología en la medicina?

R. A medio plazo, creo que va a adquirir una relevancia notable, como en el desarrollo de dispositivos de implantes, biosensores o de guía para la aplicación y desarrollo de fármacos... De hecho, ya hay empresas que los están desarrollando. Y sus efectos se pueden multiplicar cuando se produzca la convergencia de la nanotecnología con otras tecnologías, como las de la información y la inteligencia artificial.

P. El trabajo del centro que usted dirige se centra precisamente en la bionanotecnología. ¿Qué objetivos se han marcado?

R. Un centro de investigación depende de dos factores fundamentales: los científicos que tiene y los medios de que dispone. Tal y como yo lo veo, el reto en Biomagune, y a lo que voy a dedicar los próximos 6-7 años de mi carrera y con ello cerrarla, es ser capaz de seleccionar a buenos científicos, abrir líneas de investigación y trabajar en ellas.

P. ¿El esquema de este centro, al igual que su predecesor Biogune, se va a basar en las sinergias entre la investigación y el sector productivo?

R. Sí. En el Parque de Miramón hay centros tecnológicos muy prestigiosos. La idea es apoyarse en ellos. Si nosotros hacemos la ciencia básica, ellos están mejor para desarrollar aplicaciones. Esto incluye a otras empresas de alrededor. La idea es interaccionar, que desarrollemos ciencia básica, pero que sea orientada, que sea estratégica.

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