La mirada del tiempo

Recuerdos de una escuela de pueblo

Josefa Herrero vive en Mogarraz, donde la fotografiaron en 1920 junto a sus compañeros

A Mogarraz se llega por una angosta y sinuosa carretera que atraviesa el parque natural de Las Batuecas, en Salamanca. Allí, en una escarpada ladera a unos kilómetros de la Alberca, nació el 13 de julio de 1915 Josefa Herrero. Y allí permanece, 91 años después, en el pueblo en el que nació, se casó y crió a sus hijos. Josefa recuerda lo que fueron los años en los que el campo enriquecía a sus gentes y en el colegio "se aprendía a tejer calcetines y a juntar las letras".

Tiene la misma mirada que cuando la fotografiaron en la escuela en 1920. Arropada por su hija Francisca y su yerno, An...

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A Mogarraz se llega por una angosta y sinuosa carretera que atraviesa el parque natural de Las Batuecas, en Salamanca. Allí, en una escarpada ladera a unos kilómetros de la Alberca, nació el 13 de julio de 1915 Josefa Herrero. Y allí permanece, 91 años después, en el pueblo en el que nació, se casó y crió a sus hijos. Josefa recuerda lo que fueron los años en los que el campo enriquecía a sus gentes y en el colegio "se aprendía a tejer calcetines y a juntar las letras".

Tiene la misma mirada que cuando la fotografiaron en la escuela en 1920. Arropada por su hija Francisca y su yerno, Anselmo, en cuya casa vive desde hace años, se señala en la instantánea que apareció en el libro Del campo a la ciudad I de la colección La mirada del tiempo de EL PAÍS.

Le cuesta respirar y su hija apoya su diálogo entrecortado: "No aprendí a escribir porque mi madre se quedó viuda...". "Tuvo que criar a sus hermanos", continúa Francisca. Era "la mayor de cinco" y le tocó hacerse cargo de las tareas del hogar "cuando apenas era una niña", señala la nonagenaria. "Así como ahora apenas friego ni ná, antes lo hacía todo. Hasta iba a lavar la ropa a mano al río".

Pero el trabajo en casa no impedía que Josefa disfrutara. "Iba a jugar con La Tuta, una amiga. Dejaban encerrados a los muchachos para que no se escapasen y ellas se ponían a corretear", explica su hija. "La comba y la chirumba eran los que más me gustaban", dice ella.

Josefa observa la fotografía en la que rodeada de niños aparecen también la maestra y una auxiliar. "En el cole nos enseñaban, pero mal. Aprendíamos el padrenuestro, la salve..., no como ahora", recuerda. "También aprendíamos a hacer calcetines de lana".

Aquel 1920 acudieron a estudiar 82 muchachos: 36 niños y 46 niñas. "Este año se han matriculado unos 15", explica Domingo López, el alcalde. "Aquellos eran otros tiempos, ahora Mogarraz apenas tiene 300 habitantes".

"He pasado toda la vida en el pueblo, trabajando en el campo", explica Josefa. Años después intentó aprender en una escuela de alfabetización de adultos que se organizó en el pueblo. Pero el profesor dejó Mogarraz y Josefa y sus vecinos se quedaron con las ganas.

Una pasión, el baile, aparece cada tres frases en la boca de estos mogarreños, reunidos en torno al calor del brasero y con el crepitar de un haz de leña ardiendo en la habitación vecina llenando los silencios de la matriarca. Josefa enseñó a su nieta Fátima los bailes tradicionales. Las rondas de antaño en las que los mozos y las mozas se reunían en la plaza. Dos generaciones más tarde esos bailes casi han desaparecido. Sus nietas han ido a la universidad y han dejado el pueblo en el que aún viven sus padres y su abuela. "Son otros tiempos. Ya nada es como antes, ahora casi no salgo de casa". A Josefa le quedan tan sólo los recuerdos de entonces mirándola desde una fotografía en blanco y negro.

Mogarraz, 1920. Josefa Herrero con sus compañeros y su maestra (Efe).
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