ESTILO DE VIDA

Ordenar las comidas

Hacerlo es sinónimo de salud. Recientes estudios han demostrado que no seguir un patrón regular en los horarios de comidas favorece la obesidad y el riesgo cardiovascular.

Hacerlo es sinónimo de salud. Recientes estudios han demostrado que no seguir un patrón regular en los horarios de comidas favorece la obesidad y el riesgo cardiovascular.

¿Es usted de los que un día no comen, al siguiente hacen tres comidas abundantes, otro hacen seis comidas y después no desayunan…? En un estudio reciente se demuestra que para evitar la obesidad y prevenir las enfermedades cardiovasculares, no sólo es importante lo que se come, sino también seguir una cierta regularidad de comidas. El desorden favorece una mayor ingesta de alimentos de forma involuntaria, un menor gas...

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Hacerlo es sinónimo de salud. Recientes estudios han demostrado que no seguir un patrón regular en los horarios de comidas favorece la obesidad y el riesgo cardiovascular.

¿Es usted de los que un día no comen, al siguiente hacen tres comidas abundantes, otro hacen seis comidas y después no desayunan…? En un estudio reciente se demuestra que para evitar la obesidad y prevenir las enfermedades cardiovasculares, no sólo es importante lo que se come, sino también seguir una cierta regularidad de comidas. El desorden favorece una mayor ingesta de alimentos de forma involuntaria, un menor gasto de energía tras las comidas y, por tanto, favorece la obesidad. Además se producen niveles más elevados de colesterol y una cierta resistencia a la acción de la insulina. Ambas alteraciones son conocidas como factores de riesgo cardiovascular.

El patrón de la ingesta ha cambiado en la sociedad occidental y cada vez es más irregular: unos días hacemos pocas comidas pero abundantes, otros días comemos continuamente, otros días casi ayunamos porque no hay tiempo ni para comer… Esto se debe en gran parte a que cada vez se come más fuera de casa, a las prisas, el trabajo, los horarios variables. Ya no se hacen las clásicas comidas en las que toda la familia se reúne tranquilamente alrededor de la mesa. Este patrón alterado es aún más evidente y preocupante entre los adolescentes y los niños. Es llamativo el hecho de que muchos pacientes obesos no desayunan prácticamente nada, y hacen sólo una comida al día, muy copiosa. Sin embargo, todos conocemos y envidiamos a personas delgadas que comen todos los días, casi siempre a la misma hora, y suelen hacer un buen desayuno. Aunque generalmente los que nos dedicamos a la nutrición recomendamos una regularidad en las comidas, no se conocían bien sus efectos sobre el metabolismo.

Y nos planteamos: ¿tiene alguna influencia el comer desordenadamente, en cuanto a frecuencia, horarios, cuantía de las mismas… sobre la epidemia de obesidad que nos invade? Estos aspectos han sido aclarados con este estudio clínico, en el que se ha investigado el efecto de la regularidad / desorden de las comidas. Para ello se han estudiado 10 mujeres obesas; en una primera fase comieron sus alimentos habituales, de forma regular en seis tomas al día, y en una segunda fase se les indicó que comieran aproximadamente la misma cantidad de comida, pero con un patrón irregular y variable, desde un día en que sólo hacían tres comidas hasta otro en que hacían cuatro, cinco, seis, siete… hasta nueve tomas al día. Se evaluó el gasto energético de las pacientes y también los niveles de glucosa e insulina y colesterol en sangre. Se encontró que en la fase de ingesta regular se produce un mayor gasto energético tras las comidas, es decir, parte de lo que has comido se gasta, con lo que se podría decir que se engorda menos.

Además, en la fase de regularidad, los niveles de colesterol total y de colesterol malos eran más bajos. Por el contrario, durante la fase de desorden, además de comer más cantidad de comida, tras ellas el gasto energético aumentaba menos, los niveles de colesterol eran más elevados y, aunque la glucosa en ayunas no se veía afectada, sí parecía haber una disminución de la sensibilidad a la insulina. Estas variaciones, además de favorecer la obesidad, pueden aumentar el riesgo cardiovascular.

Pilar Riobó es jefe asociado de endocrinología y nutrición del hospital Jiménez Díaz de Madrid.

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