Román Gubern constata la buena salud del porno

El género pornográfico goza -es un decir- de buena salud y presenta en el nuevo siglo diversas novedades, pese a su esencia intrínsecamente conservadora. Así lo constató ayer Román Gubern en la presentación de la edición ampliada y revisada de su libro La imagen pornográfica y otras perversiones ópticas (Anagrama), una obra de 1989 sobre los universos iconográficos malditos que adquirió en su día fama cuasi legendaria. Entre otras cosas, porque Alejandro Amenábar decidió hacer su filme Tesis después de leer el capítulo del libro dedicado al tema de las snuff movies.
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El género pornográfico goza -es un decir- de buena salud y presenta en el nuevo siglo diversas novedades, pese a su esencia intrínsecamente conservadora. Así lo constató ayer Román Gubern en la presentación de la edición ampliada y revisada de su libro La imagen pornográfica y otras perversiones ópticas (Anagrama), una obra de 1989 sobre los universos iconográficos malditos que adquirió en su día fama cuasi legendaria. Entre otras cosas, porque Alejandro Amenábar decidió hacer su filme Tesis después de leer el capítulo del libro dedicado al tema de las snuff movies.

La nueva edición incluye una puesta al día de los asuntos tratados -la imagen pornográfica, la religiosa, la proletaria, la nazi y la cruel- con apéndices al final de cada capítulo. El volumen se ha enriquecido, asimismo, con un buen número de fotografías, algunas tan explícitas (por ejemplo, 1A. Eyaculación sobre el rostro de una modelo en una revista pornográfica sueca) que hay que pellizcarse para recordar que nos encontramos en un estudio erudito en el que lo semiótico tiene una acepción muy concreta. "Sí, son fotos agradecidas", reconoció ayer Gubern, que recordó que no en balde él está en el sector de la imagen.

El universo pornográfico, recalcó el estudioso, ha cambiado mucho desde la primera edición de su libro. "El volumen de producción y negocio del porno rebasa ya el del cine comercial. Se ruedan decenas de miles de películas porno al año y el género está contaminando cada vez más al cine normal, se va infiltrando, como ya ocurrió en el género de la literatura con la literatura erótica". El desplazamiento de la pornografía del consumo público al privado -favorecido por el DVD e Internet- ha estimulado, dice Gubern, el florecimiento de parafilias -sadomasoquismo, ondinismo, zoofilia, paidofilia-. El estudioso recuerda que hoy se pueden ver imágenes pornográficas en el teléfono móvil, "aunque su tamaño en la minipantalla resulte bastante disuasorio, si bien pueden suponer alguna utilidad para las personas muy viajeras".

Román Gubern señaló ayer también que percibe una emergencia de la "pornografía letal" -la muerte violenta verdadera como espectáculo: ejecuciones, accidentes, etcétera-. Y dijo que, pese a las dudas sobre la realidad de las snuff movies, él cree que sí existen. "Si hay demanda, hay gente dispuesta a satisfacerla", consideró.

Gubern explicó que, a la vista del gran pastel del porno, las majors de la industria de Hollywood han estudiado crear discretas filiales para entrar en el negocio. "Si no lo han hecho todavía es por el miedo a que se las descubra", dijo, y señaló la "escaramuza" de la última película de Kubrick. "Él sugirió intercalar planos hardcore en la escena de la orgía de Eyes wide shut, pero no le dejaron, así que quedó como de Folies Bergère, una tontada. Y de todas formas, a la versión estadounidense se le cortaron varios planos".

Funcional

"El porno es un género altamente funcional, con argumento minimalista, porque el argumento es irrelevante", reflexionó Gubern, que indicó cómo dicho género agita algo realmente ancestral en nosotros. "Leí en Science que para curar a un chimpancé con depresión confeccionaron una película porno simiesca, con actos de diversos monos. Y funcionó".

El escritor descartó que el porno chic, "el suntuoso, con mansiones y surtidores", (sic) vaya a sustituir al porno clásico. "Se aleja del naturalismo, así que dudo que sea tan eficaz". Pese a lo del naturalismo, Gubern recordó que la larga duración de las acciones amatorias de los actores masculinos del porno se explica simplemente por la reutilización de planos.

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