Reportaje:

Cerco judicial al entorno de Bush

La Casa Blanca se prepara para hacer frente a los procesamientos por el 'caso Plame'

El 3 de noviembre de 2004, cuando ya estaba claro que los votos de Ohio inclinaban el fiel de la balanza, George W. Bush compareció ante los suyos para saborear las mieles del triunfo. Entre aplausos, el presidente puso un nombre y un título al cerebro ganador de la áspera batalla: "Karl Rove, el arquitecto". Casi un año después, el hombre que ha logrado cuatro victorias electorales para Bush -dos en Tejas y dos en Washington- está debajo de la misma espada que Dionisio I hizo pender de una crin para recordarle a Damocles lo efímero de las situaciones afortunadas.

No está claro aún si P...

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El 3 de noviembre de 2004, cuando ya estaba claro que los votos de Ohio inclinaban el fiel de la balanza, George W. Bush compareció ante los suyos para saborear las mieles del triunfo. Entre aplausos, el presidente puso un nombre y un título al cerebro ganador de la áspera batalla: "Karl Rove, el arquitecto". Casi un año después, el hombre que ha logrado cuatro victorias electorales para Bush -dos en Tejas y dos en Washington- está debajo de la misma espada que Dionisio I hizo pender de una crin para recordarle a Damocles lo efímero de las situaciones afortunadas.

No está claro aún si Patrick Fitzgerald, el fiscal especial que investiga el plamegate, va a pedir en los próximos días al Gran Jurado el procesamiento de Rove por las filtraciones que desvelaron la identidad de la agente secreta de la CIA Valerie Plame, o si las cabezas que van a rodar serán las de I. Lewis Libby, jefe de gabinete del vicepresidente Dick Cheney -también arquitecto, pero, en su caso, de la guerra de Irak-, y las de otros altos cargos como Stephen Hadley, asesor de seguridad, que recibió un correo electrónico de Rove sobre sus conversaciones con el periodista Matt Cooper. Pero el hecho de que ya se contemplen posibles sustitutos para el insustituible Rove -Karen Hughes, estrecha asesora de Bush; Ed Gillespie, ex presidente del partido, o Ken Mehlman, actual presidente- demuestra que el niño prodigio, como Bush le solía llamar, está en peligro y que, desde luego, la Casa Blanca se prepara para su peor semana en los últimos cinco años, porque los procesamientos parecen inevitables.

La investigación del fiscal Patrick Fitzgerald ha durado dos años
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La investigación de Fitzgerald -un intocable de Chicago de 44 años que, según un abogado de Washington que ha trabajado con él, "acostumbra a contradecir las especulaciones sobre su trabajo moviéndose en direcciones que no parecían obvias"- ha durado casi dos años. A pesar de que nadie conoce sus planes, es muy difícil que no haya procesamientos, "dada la profundidad y la duración de las investigaciones y su manera de trabajar", indica la misma fuente.

La filtración pretendió desacreditar el trabajo del ex embajador Wilson, casado con Plame, que denunció en julio de 2003 no haber encontrado pruebas de que Irak había comprado uranio en Níger. La reacción inicial de la Casa Blanca fue negar la implicación de Rove o Libby, una falsedad, como demuestra lo sabido tras las declaraciones de más de 30 personas: ambos hablaron sobre el asunto, entre ellos y con varios periodistas, antes de que estallara el caso.

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Fitzgerald podría basar sus autos de procesamiento en la violación de la Ley de Protección de Identidades Secretas, que contempla como delito federal desvelar conscientemente esas identidades. En caso de dificultades para probarlo, el fiscal tiene un mandato más amplio, como él mismo se ha encargado de recordar en la página web que ha puesto en pie dentro del Departamento de Justicia. Allí figura la luz verde que le dio el número dos del Departamento, en febrero de 2004, para, además de la filtración, ocuparse de "delitos federales cometidos en el curso de -y con intención de interferir en- su investigación, como perjurio, obstrucción de la justicia, destrucción de pruebas e intimidación de testigos".

Todo indica que Fitzgerald, "altamente motivado cuando detecta en cargos públicos mentiras y manipulación deliberada de la información en el curso de una investigación", según el abogado citado, aplicará esa ampliación de autoridad concedida por escrito por James Comey para los procesamientos.

El foco principal está sobre la oficina del vicepresidente Cheney, especialmente sobre su jefe de gabinete, Libby, cuyas afirmaciones se contradicen con otros testimonios y con el relato de Judith Miller, de The New York Times, que pasó el verano en la cárcel por no revelar sus conversaciones y cuyo papel en el caso tiene vida propia: según el Defensor del Lector del diario, "los problemas que tiene dentro y fuera de la redacción harán que sea difícil que vuelva al periódico como reportera".

El vicepresidente Dick Cheney llega el pasado miércoles a la Casa Blanca.AP

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