Han bastado sólo dos meses para confirmar lo que sindicatos y fuerzas políticas, entre ellas CiU, habían denunciado: la nueva terminal de Reus tiene goteras y un mal desagüe. La tromba de agua que ayer descargó con fuerza en el Camp de Tarragona puso en evidencia los fallos de esta nueva infraestructura, inaugurada en junio y valorada en 4,5 millones de euros, cuyo suelo apareció inundado de aguas fecales y desechos de aseo personal.
En la fotografía se advierte el aspecto que ofrecía ayer un rincón de la avenida de la Catedral de Barcelona a las doce de la mañana. Y como éste, hay incontables espacios del centro tomados literalmente por la basura. No es que el Ayuntamiento no se afane en la recogida. El distrito de Ciutat Vella copa el 13% de los recursos que la ciudad destina a limpieza: 73 millones de euros al año.
No hay manera. Ni duplicando las papeleras y las brigadas de limpieza, ni repasando los puntos negros varias veces al día. Tampoco regar y baldear de noche es la solución. El Ayuntamiento de Barcelona reconoce que por más efectivos que destine, el centro de la ciudad está sucio.
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