Reportaje:

Donde la soja vale un Potosí

Un foro radiofónico rural permite en Bolivia debates entre campesinos y patronos sobre los conflictos por la tierra

Una lona bajo la que, expectantes, se agolpan campesinos de Cuatro Cañadas y, enfrente, bajo un árbol, la mesa de las autoridades. Un micrófono que viaja de unos a otros y transmite durante tres horas por Radio Santa Cruz, Radio Arcoiris y Radio Cuatro Cañadas a la región amazónica de Bolivia un debate que ejemplifica el problema de la tierra en el riquísimo departamento de Santa Cruz de la Sierra. Es una mesa radial de las que monta Fundación Tierra (FT), coorganizadora de la reciente asamblea mundial en Santa Cruz de la Coalición por el Acceso a la Tierra (ILC, siglas en inglés), una ...

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Una lona bajo la que, expectantes, se agolpan campesinos de Cuatro Cañadas y, enfrente, bajo un árbol, la mesa de las autoridades. Un micrófono que viaja de unos a otros y transmite durante tres horas por Radio Santa Cruz, Radio Arcoiris y Radio Cuatro Cañadas a la región amazónica de Bolivia un debate que ejemplifica el problema de la tierra en el riquísimo departamento de Santa Cruz de la Sierra. Es una mesa radial de las que monta Fundación Tierra (FT), coorganizadora de la reciente asamblea mundial en Santa Cruz de la Coalición por el Acceso a la Tierra (ILC, siglas en inglés), una plataforma de la ONU que reúne a Gobiernos, ONG, asociaciones civiles e instituciones como el Banco Mundial. "En cinco años hemos hecho 400 mesas radiales", dice Nataniel Álvarez, coordinador regional de FT, conductor del debate. "La población las solicita, porque sabe que son un medio de resolución de conflictos al que acuden autoridades, empresarios y campesinos", añade este responsable.

"En 1990, un 90% de la zona era bosque y hoy sólo queda un 10%"

Cuatro Cañadas, a 120 kilómetros al este de Santa Cruz de la Sierra, está mayoritariamente poblada por inmigrantes andinos, sobre todo provenientes de la zona minera de Potosí, que empezaron a llegar al Oriente boliviano a finales de los años ochenta del pasado siglo. Su cultivo principal, 460.000 hectáreas, es la soja (llamada soya en Bolivia), que se exporta para alimentación animal. Para sembrarla, previamente hay que talar y desbrozar. "En 1990, un 90% del departamento de Santa Cruz era bosque, y hoy sólo queda un 10%", dice Álvarez.

El 70% de los campesinos de Santa Cruz son inmigrantes y suponen ya un 42% de la población. Gran parte del poder político lo poseen latifundistas y ganaderos que no ocultan su animadversión hacia esa gente y desafían al Gobierno de La Paz con proclamas de autonomía o incluso independencia, tal como quedó patente con las movilizaciones de semanas atrás.

Cuatro Cañadas es un buen termómetro. Tanto, que a la mesa radial no ha acudido el Instituto para la Reforma Agraria (INRA), entidad clave en el gravísimo problema de titularidad de la tierra. En las tres horas lloverán críticas contra esa ausencia. "Sin título no nos dan créditos", dicen por el micrófono uno tras otro los campesinos. "El INRA nos prometió los certificados, pero no ha cumplido", dice Esteban Aladi, emigrado de Cochabamba, presidente en Cuatro Cañadas de la Federación de Colonizadores, pequeños agricultores. "Si no llegan los títulos, presionaremos. Y la presión es aquí, desde siempre, el bloqueo de caminos". Un arma que, últimamente, impulsada por el líder indígena Evo Morales y su hegemónico Movimiento al Socialismo (MAS), ha puesto contra las cuerdas al Gobierno de Carlos Mesa.

Si la falta de títulos margina a los campesinos, las mujeres lo tienen aún peor. ¿Cuántas han solicitado un título? "Ninguna", reconoce Aladi. ¿Por qué? Los hombres se escudan en risitas. Las mujeres callan, pero alguna lo dice claro: "El marido no lo permite". Una concejala, Lidia Cuéllar, plantea: "Las mujeres tienen baja promoción. No saben leer ni escribir. No conocen qué es el gas, cocinan con leña. El divorcio las bota de casa. Necesitan ayuda para talleres de manualidades".

Muchos campesinos ven sombras tras la soja. Temen que vaya a traer problemas de monocultivo, y sobre todo temen que se siembre la transgénica, más rentable económicamente. El ingeniero Rudy Galleguillos, de la patronal Asociación Nacional de Productores de Oleaginosas, afirma que "no está comprobado que esa soja sea perjudicial para la salud", y señala que "el 95% de la soja argentina y el 50% de la brasileña es transgénica", y que a la postre el agricultor escoge lo rentable.

Galleguillos especifica que el Gobierno ha autorizado "cuatro parcelas experimentales, dos de ellas en Cuatro Cañadas". Primo Álvarez, potosino, alcalde de Cuatro Cañadas desde hace dos meses, replica: "La transgénica nos impedirá sembrar la nuestra. Y vamos a depender siempre de la compañía que posea las semillas". Junto al puente de Pailas, viniendo de Santa Cruz, hay un cartel de Monsanto, multinacional que produce esa soja.

Cuatro Cañadas, que dicen que es la mejor tierra al este del río Grande, tiene pies de arena. "La ganadería crece sobre tierras degradadas, con síntomas de desertización por el mal manejo agrícola", dice el alcalde, que prepara un plan de reforestación. "Además, harían falta 43 millones de euros para drenar y canalizar el río, que todos los años nos trae desmanes". Algún asistente explica que la tala ha llegado hasta las orillas, lo cual está prohibido.

Una comunidad pequeña de agricultores está a la larga indefensa, porque cuando el suelo ya no tiene fuerzas puede verse obligada a abandonarlo todo. Le pasó a la comunidad Barcelona, cuyos pobladores se han tenido que instalar en parcelas precarias e incultivables y malviven de braceros por cuenta ajena. En cambio, los latifundistas pueden dejar en reposo una parte de sus tierras y seguir trabajando el resto.

Un grupo de campesinos de la zona de Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia.M. B.

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