Nieva recupera su fantasía transgresora en dos nuevas obras

El autor publica las comedias '¡Viva el estupor!' y 'Los mismos'

Quizá porque pisotean ese ansia por la fama a cualquier precio o, más bien, porque son dos piezas plagadas de imágenes esculpidas a golpe de lenguaje exuberante, Nieva define ¡Viva el estupor! y Los mismos como "comedias televisivas". Pero aun así, lo que al escritor le gusta más sigue siendo el teatro leído, un riesgo difícil de asumir. "Yo llegué a este género leyéndolo, sin verlo, y eso ya se está perdiendo", dice.

Francisco Nieva (Valdepeñas, 1924) apoya su verbo nervioso en un bastón con empuñadura de plata. Lo menos urgente para él es la promoción de sus nuevos títul...

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Quizá porque pisotean ese ansia por la fama a cualquier precio o, más bien, porque son dos piezas plagadas de imágenes esculpidas a golpe de lenguaje exuberante, Nieva define ¡Viva el estupor! y Los mismos como "comedias televisivas". Pero aun así, lo que al escritor le gusta más sigue siendo el teatro leído, un riesgo difícil de asumir. "Yo llegué a este género leyéndolo, sin verlo, y eso ya se está perdiendo", dice.

Francisco Nieva (Valdepeñas, 1924) apoya su verbo nervioso en un bastón con empuñadura de plata. Lo menos urgente para él es la promoción de sus nuevos títulos, ¡Viva el estupor! y Los mismos (Espasa. Colección Austral), inspirada esta última en el filme de Alejandro Amenábar Los otros, según propia confesión, y que trata de tres hermanos que han sido "batulados", es decir, rejuvenecidos eternamente por fuera.

Lo que le apremia todavía es hablar, recordar y provocar sin tregua. Se niega a olvidar algunos agravios que no le gustaría que se reprodujeran, como cuando durante la Guerra Civil detuvieron a su familia -su tío era el ministro republicano Cirilo del Río- y se vio de repente, solo y con ocho años, con su hermano menor a su cargo. "Mi obsesión era cómo le contaba yo a aquella criatura qué nos estaba pasando", recordaba ayer Francisco Nieva.

Puede que de aquel trauma surgiera su propio mundo como venido del subsuelo, oculto, pero presente bajo las aceras. Eso se lo preguntaba ayer Eduardo Haro Tecglen, crítico de EL PAÍS, que por ser de su quinta, "también tú eres niño republicano", le decía Nieva, y por una amistad larga y recia, le acompañó a presentar el nuevo libro junto a Juan Francisco Peña, que ha preparado su edición.

Crítico y autor se llevan tres meses. "En ese periodo te ha dado tiempo a ver muchas más cosas que yo", bromeaba Nieva, que es menor. Los horrores, el exilio, la vergüenza... los han compartido al día, pero también han disfrutado con una libertad tardía. Ahora tienen algo de nostalgia. "¿No sientes tú nostalgia del viejo teatro, Eduardo?", preguntaba Nieva. "Siento nostalgia del teatro en general", respondía Haro categóricamente.

Y también de creadores que, como su coetáneo, inventen cosas insólitas. "Tú has inventado un lenguaje, un idioma teatral, como lo hicieron Valle-Inclán y Arniches, con una ironía que mantienes siempre y unos personajes a los que ridiculizas, pero que inspiran ternura", afirmó Haro.

En ¡Viva el estupor! y Los mismos permanecen esos seres, "ese archivo de pequeños monstruos, como ese capitán Cap que se convierte en batracio y se cepilla a una señorita", explicó Haro. "Sí, una muy fina que es como la virgen de los siete virgos", respondió Nieva.

Más oferta que demanda

Son cosas que Nieva, hoy miembro de la Real Academia Española, ventila en su teatro radical, sorprendente pero minoritario. "Para mí es una fiesta presentar nuevas obras con 80 años, aunque tengo una oferta que sobrepasa la demanda y soy el autor premiado y consagrado menos leído del país", decía el dramaturgo.

Por eso, también considera un lujo el hecho de que se atrevan a publicar su teatro y aprovecha para reivindicar la lectura del género. "Hoy no hay tiempo para leer, y menos teatro. Nadie se dedica a leer teatro como tal, pero yo descubrí este mundo así. Me formé leyendo dramaturgos y quise escribir teatro. Durante muchos años viví un exilio interior y escribía un teatro que no se podía publicar. Me ganaba la vida como escenógrafo, luego tuve que emigrar y fuera de España pude desarrollarme en libertad", recordó Nieva.

Francisco Nieva.
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