Editorial:

La gira de Zapatero

José Luis Rodríguez Zapatero ha señalado a Latinoamérica como el segundo pilar de su política exterior después de la Unión Europea, éste centrado en la relación con Alemania y Francia. Su gira por Brasil, Argentina y Chile -la primera al subcontinente, aparte de su participación en las cumbres de Guadalajara y San José- ha sido quizá demasiado apretada. Y menos mal que alguien disuadió al presidente de la escala en Venezuela, sustituida por un apresurado viaje del ministro de Defensa, José Bono, para cerrar un contrato de reparación de un petrolero en los astilleros de Izar y negociar la venta...

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José Luis Rodríguez Zapatero ha señalado a Latinoamérica como el segundo pilar de su política exterior después de la Unión Europea, éste centrado en la relación con Alemania y Francia. Su gira por Brasil, Argentina y Chile -la primera al subcontinente, aparte de su participación en las cumbres de Guadalajara y San José- ha sido quizá demasiado apretada. Y menos mal que alguien disuadió al presidente de la escala en Venezuela, sustituida por un apresurado viaje del ministro de Defensa, José Bono, para cerrar un contrato de reparación de un petrolero en los astilleros de Izar y negociar la venta de varias unidades militares. No hubiera sido un ejemplo de prudencia en medio de la seria crisis entre Venezuela y Colombia, y en vísperas de la visita a Madrid del presidente colombiano, Álvaro Uribe, al que seguirá el de México, Vicente Fox.

La gira sirve no sólo para reafirmar la voluntad española de incrementar la presencia económica con el anuncio de una nueva oleada de inversiones, esta vez en la pequeña y mediana empresa, sino para desarrollar alianzas políticas estratégicas esbozadas ya por el gobierno anterior con países de enorme potencialidad como Brasil, destinado a convertirse en una gran potencia a mitad del presente siglo. Se ha destacado en el viaje la sintonía de Zapatero con el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, tras los recelos que en éste había despertado la actuación de España en la crisis de Irak. Hay coincidencia en la defensa del multilateralismo, el papel de la ONU o la lucha contra la pobreza (ambos son promotores de una alianza al respecto con el francés Chirac y el chileno Lagos). Lula ha pedido más inversiones españolas, que en Brasil están muy por debajo de las localizadas en Argentina. Por su potencialidad, España debe reforzar la alianza estratégica con Brasil, que es junto con México la gran potencia emergente de América Latina. La consideración del español como segunda lengua oficial ofrece enormes oportunidades.

Con Argentina la relación es hoy más delicada debido a la crisis económica. El jefe del Gobierno ha tranquilizado a las grandes compañías españolas que tienen contenciosos abiertos y confía en que se llegue pronto a una solución sobre su inseguridad jurídica, tras el encuentro con el presidente Kirchner. La visita debe reportar resultados positivos, aunque en materia de negocios no suele bastar el talante. El respaldo español a las negociaciones de Argentina con el FMI y al controvertido plan para la refinanciación de la deuda argentina serán útiles para disipar recelos. Y también el compromiso de Zapatero para tratar de reactivar las estancadas negociaciones sobre un acuerdo de libre comercio entre la UE y Mercosur.

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Superadas las tensiones que surgieron a raíz del caso Pinochet, tras la solicitud de extradición a Londres por el juez Garzón, la escala de Chile ha puesto de relieve la sintonía personal entre los dos presidentes y la fiabilidad de las relaciones con un país que acredita estabilidad política y económica.

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