Juan Carlos Arce denuncia y novela la explotación infantil

Para el escritor Juan Carlos Arce (Albacete, 1958), la lacra más vergonzosa de la humanidad es que existan más de 250 millones de niños por debajo de los 14 años explotados y en la miseria. Y convencido de que esto no se puede permitir, ha novelado este drama en La orilla del mundo (Planeta). En él, la periodista Julia Alcaraz viaja a Pakistán para realizar un reportaje sobre violencia religiosa. Una vez allí sus planes se tuercen cuando un sacerdote italiano la lleva a un suburbio de chabolas donde conoce a Pansay, un niño que trabaja 12 horas diarias en una empresa, contratada a su ve...

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Para el escritor Juan Carlos Arce (Albacete, 1958), la lacra más vergonzosa de la humanidad es que existan más de 250 millones de niños por debajo de los 14 años explotados y en la miseria. Y convencido de que esto no se puede permitir, ha novelado este drama en La orilla del mundo (Planeta). En él, la periodista Julia Alcaraz viaja a Pakistán para realizar un reportaje sobre violencia religiosa. Una vez allí sus planes se tuercen cuando un sacerdote italiano la lleva a un suburbio de chabolas donde conoce a Pansay, un niño que trabaja 12 horas diarias en una empresa, contratada a su vez por una juguetera española. Indignada por las condiciones en las que vive, ingenuamente le promete desenmascarar a la compañía cuando vuelva a España.

Además de cargar las tintas contra la explotación infantil, La orilla del mundo alerta sobre la manipulación de la información y el abuso del poder, cruel y con cuentas secretas en Suiza. "Yo no soy un escritor de compromiso, pero sí que soy una persona de mi tiempo, comprometida con lo que me toca vivir, y creo que la literatura tiene que mirar más allá, porque existen problemas tan grandes, que nuestras pequeñas miserias no importan", subraya distanciándose así de los autores que plantean en sus obras traumas, amores o dudas existenciales propias.

Felices y miserables

Pese a todo, se muestra esperanzado. "Yo no sé por qué la humanidad ha usado su inteligencia para construir un mundo en el que sólo pueden ser felices unos cuantos y para hacer miserable a la mayoría", opina, y asegura que entre todas las personas comprometidas pueden cambiar el mundo. "Julia, la protagonista, se contenta con mejorar la vida de Pansay".

"No estoy en contra de la globalización, ni mucho menos", aclara el ganador del Premio Fernando Lara de Novela 2002 con Los colores de la guerra. "Pero hay que regular las condiciones y que la gente tome conciencia de que cuanto más se cumplan las obligaciones y se les exija, mejor. Por ejemplo, que veamos en las etiquetas las condiciones y cómo se ha hecho ese producto que compramos".

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