Las fotografías anónimas rastrean la vida íntima y la memoria del siglo XX

Robert Flynn Johnson relata la historia de una época a través de imágenes nacidas por azar

Desde el inicio de la fotografía ha existido una multitud de fotógrafos anónimos. Llamados "artistas accidentales", sus imágenes almacenan la memoria de una época -el siglo XX, que facilitó el acceso generalizado a las cámaras- y han terminado por constituir el contrapunto a la tendencia estética que llevó la fotografía a galerías y museos. Ahora, un libro titulado Anónimo. Imágenes enigmáticas de autores desconocidos (Electa) ha rescatado la belleza de unas instantáneas que resumen, con todas sus luces y sus sombras, buena parte de la historia del siglo XX.

Ahora que existe la f...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Desde el inicio de la fotografía ha existido una multitud de fotógrafos anónimos. Llamados "artistas accidentales", sus imágenes almacenan la memoria de una época -el siglo XX, que facilitó el acceso generalizado a las cámaras- y han terminado por constituir el contrapunto a la tendencia estética que llevó la fotografía a galerías y museos. Ahora, un libro titulado Anónimo. Imágenes enigmáticas de autores desconocidos (Electa) ha rescatado la belleza de unas instantáneas que resumen, con todas sus luces y sus sombras, buena parte de la historia del siglo XX.

Ahora que existe la fiebre de lo digital aplicado a la fotografía y, en general, al universo animado de lo visual, vuelve con renovados bríos el interés por la instantánea anónima. Quizá se deba en parte a que la tecnología digital facilita ese anonimato; es mucho más democrática por su inmediatez y lo que ello conlleva de intimidad. Aun así, las fotos que hoy puedan hacerse nada tienen que ver con aquellas imágenes que nuestros padres y abuelos guardaban en una lata de carne de membrillo -solían rememorar iconográficamente los motivos litografiados en su tapa: la Alhambra o la Giralda- o en una simple caja de zapatos.

El responsable de la edición de Anónimo es Robert Flynn Johnson, y el libro ha aparecido con una excelente introducción del novelista William Boyd y con un riguroso texto del gran crítico y teórico Robert Benton, que resume con lucidez el sentido de esta antología al escribir que es un volumen que "hay que contemplar con detenimiento, saborearlo y leerlo -textual y visualmente- una y otra vez. R. F. J. es un sabio que ha logrado reunir en esta publicación un conjunto de imágenes de gran brillantez, belleza y misterio".

A este comentario habría que añadir la reflexión de Ed Ruscha, un escritor que ha explicado en sus textos casi todo sobre esta suerte de imágenes furtivas, encontradas al azar, que no son sino breves ráfagas de aire fresco. Pero que, al mismo tiempo, son fotografías hechas con gran profesionalidad. Muchas conseguían combinar inocencia y energía, de ahí que Ruscha comentara: "¿Qué otra cosa podríamos desear quienes vivimos en un mundo de una imaginería premeditada, a menudo cínica?".

Esta singular novela -o, mejor, fotonovela- nos traslada en su índice por la tierra, el mar y el cielo como argumentos primordiales de ese espejo con memoria que es la fotografía.

Después, las imágenes se organizan en apartados con títulos que tienen algo de la atmósfera de los viejos cuentos, como por ejemplo "Criaturas, viajes, los letreros y los mensajes, lo extraño y lo bello, las naturalezas muertas y las formas de las estructuras", hasta desembocar en "el universo de Eros" y "los finales y la infamia", con los que se cierra el libro.

Anónimo es sobre todo una galería de imágenes -pronto se exhibirán sus originales en España-, pero el resultado tiene mucho de literario. La colección de fotografías dedicada a la madurez comienza con una cita de Oscar Wilde: "A veces me parece que cuando Dios creó al hombre sobreestimó su propia destreza".

Después se subraya que no es de extrañar que existan más fotos anónimas de mujeres y hombres adultos que de ningún otro tipo de imagen. También que muchas de estas tomas son soporíferamente banales, y "que no pueden interesar sino al sujeto mismo retratado o a sus allegados". Todo ello ocurre porque las fotos de familia casi nunca se tiran, "al menos de momento".

Por deficientes que sean, muchas de estas imágenes encierran algún sentido que demanda su conservación. Robert Flynn Johnson, citando a Roland Barthes, afirma a propósito del arte accidental que veía fotografías por todas partes, pero que aquellas que eligió "vienen del mundo hacia mí sin que yo lo solicite; porque son sólo imágenes y su modo de aparición es heterogéneo". La causa de su nacimiento es la de provocar pequeñas celebraciones, "como si aludieran a un centro inmóvil, a un valor erótico u otro sentimiento lastimado dentro de uno mismo".

Otra de las imágenes recogida en el libro editado por Robert Flynn Johnson.
El libro Anónimo. Imágenes enigmáticas de autores desconocidos reúne decenas de fotos anónimas sin identificar autores ni lugares.
Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Archivado En