Tribuna:CIRCUITO CIENTÍFICO

Florentino Ameghino, un primer darwinista de la cultura hispana

Se han cumplico 150 años del nacimiento de Florentino Ameghino, una de las glorias científicas de Argentina, y muy poco recordado actualmente en España, a pesar de que, sin ninguna duda, es uno de los pocos representantes del primer darwinismo en la cultura hispana. Sus orígenes se ajustan a una broma muy extendida en Argentina, a propósito de la configuración demográfica del país. "Somos hijos de los barcos", se dice. Teniendo en cuenta que Florentino Ameghino nació el 18 de septiembre de 1854 y que sus padres, Antonio Ameghino y María Dina Armanino, habían desembarcado en Buenos Aires en las...

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Se han cumplico 150 años del nacimiento de Florentino Ameghino, una de las glorias científicas de Argentina, y muy poco recordado actualmente en España, a pesar de que, sin ninguna duda, es uno de los pocos representantes del primer darwinismo en la cultura hispana. Sus orígenes se ajustan a una broma muy extendida en Argentina, a propósito de la configuración demográfica del país. "Somos hijos de los barcos", se dice. Teniendo en cuenta que Florentino Ameghino nació el 18 de septiembre de 1854 y que sus padres, Antonio Ameghino y María Dina Armanino, habían desembarcado en Buenos Aires en las primeras semanas del mismo año, se puede concluir que muy probablemente fuera concebido durante la larga travesía, de casi seis meses, que llevaron a cabo desde la costa ligur al Río de la Plata. El matrimonio se instaló en un pequeño villorrio llamado Luján, ahora englobado en el gran Buenos Aires. El nombre de Luján estaba ya unido a la historia de la paleontología, porque en esa localidad había sido descubierto hacia 1787 el primer ejemplar fósil entero de mamífero, Megatherium americanum, actualmente en el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid.

Con tan sólo una formación inacabada de magisterio, Florentino Ameghino fue un autodidacta, y como tal su obra está llena de claroscuros. Realizó, con la valiosa ayuda de su hermano Carlos, y con una total ausencia de medios, una ingente tarea paleontológica. Hombre de carácter no fácil, tan sólo pudo disfrutar de forma discontinua de empleos que le permitieran desarrollar su labor científica. Su temprana muerte (1911) se produjo cuando por fin había alcanzado una situación estable como director del Museo de Historia Natural de Buenos Aires.

En 1878, lleno de inquietud, se embarcó para Europa, con motivo de la Exposición Universal que se celebraba en París. Acarreó con él la colección de fósiles que había acumulado. La exhibición de dicha colección fue un gran éxito, vendiendo una buena parte de ella. Los fósiles irían a enriquecer diversos museos, entre ellos los de París y Nueva York. El producto de la venta le permitió sufragar el viaje, y costear los gastos de publicación de Los mamíferos fósiles de la América Meridional (1880) y La antigüedad del hombre en el Plata (1880-81). La estancia en Europa se prolongó hasta 1881, conociendo a diversos científicos europeos y norteamericanos, y empezándose a familiarizar con el darwinismo a través de la obra del alemán Ernst Haeckel.

En 1884 publicó su obra capital, Filogenia. Se trata de un extenso libro que es, además, muy representativo de las contradicciones de su obra, por ser un verdadero mosaico de, por un lado, interpretaciones sumamente clarividentes de la teoría evolutiva y de la clasificación biológica, algunas de ellas de gran actualidad. Pero por otro, hay un cúmulo de ingenuidades, ligadas sobre todo a la creencia gratuita que Argentina en general, y la Patagonia en particular, eran la cuna de la mayor parte de los grupos de mamíferos, incluido el ser humano. Desde su punto de vista, la irrupción del llamado transformismo en biología requería replantear la clasificación de los seres vivos, y también desde esa perspectiva, tan sólo Haeckel habría encarado la posibilidad de una clasificación basada en el transformismo.

En ese marco, defendía la posibilidad de una clasificación natural, que tendría que estar necesariamente basada en la genealogía, aplicando la imagen de las ramas de un árbol, tal como se representa en la actualidad, y superando la idea de la naturaleza como una secuencia lineal. A remarcar que el neologismo filogenia había sido propuesto por Haeckel tan sólo en 1866 en su obra Morfología general de los organismos, por lo que el libro de Ameghino fue el primero que se publicó en el mundo con dicho título.

A Florentino Ameghino le preocupó siempre el problema del origen del hombre, principalmente en el contexto de su país natal. Su dedicación al tema fue especialmente intensa en los primeros años de su carrera científica, durante el cual se debía sentir fundamentalmente antropólogo y arqueólogo. En sus últimos años, a partir de 1906, volvió obsesivamente al tema de su juventud, ya fuera a través de publicaciones que describían industria lítica y otros tipos de vestigios humanos, o defendiendo su particular visión sobre la humanización, basada en tremendos errores de bulto, ya que consideró fósiles a restos humanos muy recientes.

Nunca se limitó a catalogar. Si bien la tarea de recolección la llevó a cabo principalmente su hermano Carlos, Florentino puso especial empeño en anotar cuidadosamente las características de las secuencias sedimentarias de donde procedían los fósiles, de manera que elaboró una correcta sucesión estratigráfica, aunque de antigüedad exagerada. En Les formations sédimentaires du Crétacé Supérieur et du Tertiaire de Patagonie (1906) expuso, de forma sintética, la disposición estratigráfica y la cronología que defendía para las faunas que había descubierto en la Patagonia. Los fósiles más antiguos a los que se refería no iban más allá del Paleoceno, mientras que él los situaba en el Cretácico inferior. Ése fue el otro gran error de Florentino Ameghino.

Adrià Casinos es catedrático de Zoología, Universidad de Barcelona. acasinos@ub.edu

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