Entrevista:RICARDO LAGOS | PRESIDENTE DE CHILE | ENTREVISTA

"Nos hemos atrevido a mirar la verdad sin esconderla debajo de la alfombra"

Treinta y un años después del golpe del general Pinochet y 14 desde la recuperación de la democracia, los chilenos tienen la oportunidad de conocer con todo lujo de detalles el alcance y las consecuencias que tuvo la tortura como política de Estado. Por qué tantos años de espera, tantos años de silencio. "Por miedo", dijo el presidente Ricardo Lagos hace una semana, cuando presentó al país el Informe de la Comisión sobre Prisión Política y Tortura, encargado por el jefe del Estado. Un documento de más de 1.300 páginas en el que 28.000 víctimas describen las brutalidades que cometieron los tort...

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Treinta y un años después del golpe del general Pinochet y 14 desde la recuperación de la democracia, los chilenos tienen la oportunidad de conocer con todo lujo de detalles el alcance y las consecuencias que tuvo la tortura como política de Estado. Por qué tantos años de espera, tantos años de silencio. "Por miedo", dijo el presidente Ricardo Lagos hace una semana, cuando presentó al país el Informe de la Comisión sobre Prisión Política y Tortura, encargado por el jefe del Estado. Un documento de más de 1.300 páginas en el que 28.000 víctimas describen las brutalidades que cometieron los torturadores de la dictadura. "Durante muchos años dijimos: queremos saber la verdad. Pues bien, hoy en Chile se sabe la verdad", dice el gobernante, de 66 años, en el comedor presidencial del Palacio de la Moneda, donde el miércoles almorzó con EL PAÍS. Lagos encara la recta final de su mandato, a un año de las elecciones presidenciales, "con la conciencia tranquila" y el logro de que ya nadie en Chile, ni los militares, ni la derecha ex pinochetista, se atreva a negar la evidencia: que la violación sistemática de derechos humanos fue una política de Estado durante la dictadura.

"Los funcionarios de la comisión escuchaban los testimonios. Para muchos, era la primera vez que contaban en voz alta el infierno que vivieron"
"Ésta es una comisión para investigar la verdad de lo que pasó, no es un tribunal de justicia. Una cosa es decir: esto ocurrió, y otra decir: éstos son los culpables"
"Creo que aprobaremos reformas constitucionales importantes; buena parte de los enclaves autoritarios heredados de la dictadura desaparecerán"
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La conversación comienza con varias preguntas que lanza al aire el entrevistado: "¿Cuántos países han elaborado un informe así? ¿Cuántos países se han atrevido a hacer un informe para escuchar a las víctimas de la represión, la detención y la tortura? Los comisionados llegaban a cualquier rincón de Chile y se anunciaban: 'Viene la comisión a escuchar testimonios. En nombre del presidente de la Republica, he sido comisionado para escuchar el relato de lo que le ocurrió'. Y las víctimas hablaron".

Pregunta. ¿Qué consecuencias desearía que tuviera el informe?

Respuesta. En primer lugar, se le debía a más de 30.000 personas un reconocimiento de que no son delincuentes. Hasta ahora, sobre quienes estuvieron en la cárcel había la sospecha: algo habrían hecho. Esa sensación de ciudadanos de segunda clase terminó. Mucha gente me ha dicho que no quiere indemnización. "Me basta con ver mi nombre en esta lista". Algunos incluso me piden un certificado, para explicar a sus hijos que estuvieron presos por sus ideas. Nos hemos atrevido a mirar la verdad, sin esconderla debajo de la alfombra. Pero no quiero seguir permanentemente mirando esto, porque los desafíos de Chile son otros.

P. ¿Qué sintió cuándo leyó el informe?

R. La vicepresidenta ejecutiva de la comisión, María José Sepúlveda, una mujer que ha dedicado su vida a la defensa de los derechos humanos, me dijo: presidente, yo creía saberlo todo, y lo que he encontrado en este informe son cosas que nunca pensé que podían existir. De alguna manera me preparó para lo que venía. La primera vez que leí el informe hubo un momento en que no pude seguir. Era tan fuerte que tuve que salir a respirar. Estaba con mi esposa en Caleu

[residencia de fin de semana de Lagos]. Me fui a caminar por unos cerros. Regresé y seguí leyendo. Más que indignación, me asaltaba la pregunta de cómo podía ocurrir aquello en la sociedad chilena. La comisión trabajó con más de 80 funcionarios, profesionales muy jóvenes, asistentes sociales, abogados, psicólogos... Escuchaban los testimonios de personas que en pleno relato se quedaban sin habla, sin poder continuar. Para muchos, era la primera vez que contaban en voz alta el infierno que vivieron.

P. Las organizaciones de las víctimas echan en falta la lista de los torturadores.

R. Ésta es una comisión para investigar la verdad de lo que pasó, no es un tribunal de justicia. Una cosa es decir: esto ocurrió, y otra decir: éstos son los culpables. Decir quiénes son los torturadores implica un esfuerzo que sólo pueden hacer los tribunales de justicia. Hasta ahora, la teoría en Chile era que hubo excesos. Pero cuando tengo en mis manos un informe de esta envergadura no puedo seguir diciendo que en Chile hubo excesos o casos aislados. Aquí hubo una política institucional que conducía a esto. El paso siguiente de decir quiénes son los torturadores corresponde a otras instancias.

P. Pero la comisión sí podría pedir que se haga justicia.

R. La comisión no es una instancia judicial. La Comisión Rettig estableció en 1991 la existencia de 3.000 detenidos-desaparecidos y ejecutados políticos, cuya existencia el Estado negaba. Y estableció un conjunto de reparaciones para sus familiares. Los trabajos de la comisión terminaron en este punto. Actualmente, varios generales retirados están presos por casos de ejecuciones políticas. Y eso no está en el Informe Rettig.

P. Después de la presentación del informe sobre la tortura, la Marina chilena reconoció que, tras el golpe de Pinochet, en el buque escuela Esmeralda se torturó a detenidos políticos. Como jefe del Estado, ¿no sería un gesto retirar este buque, por lo que significa de símbolo de la represión?

R. ¿Qué gesto? El símbolo por excelencia del drama fue el estadio Nacional de Santiago, donde se torturó y asesinó. No podíamos cerrar nuestro estadio Nacional y dejar de ver nuestros importantes triunfos deportivos. Cuando asumió como presidente Patricio Aylwin hubo un gran acto en aquel recinto. De repente, un grupo de muchachos desplegó una gigantesca bandera chilena que cubrió todo el césped. Todo el mundo se puso en pie y aplaudió. Fue una forma de decir: ahora, el estadio es distinto.

P. Después de tantos de años de mentiras, ¿puede Chile confiar en instituciones como las Fuerzas Armadas, el poder judicial, la prensa, los políticos, que negaron hasta fecha reciente la existencia de torturas y otros crímenes durante la dictadura?

R. Los nazis negaban que había campos de concentración y cámaras de gas. Está en la estructura del ser humano mentir y negar la verdad. Porque esto que se negaba, la tortura, no es ninguna novedad para muchos de nosotros, que sí sabíamos. Ninguna de estas instituciones que usted menciona niega ahora la veracidad de lo que dice el informe. No he escuchado ninguna voz que hable de mentira. Lo más que han dicho es: digan las causas que provocaron esto, explique el contexto. Trece años atrás, cuando el Informe Rettig, la mitad del país dijo que era mentira.

P. ¿Es una manera de cerrar la transición inconclusa de la dictadura a la democracia?

R. Es un paso muy importante, pero las violaciones de los derechos humanos constituyen un capítulo que no cierra. Siempre quedan las heridas. Sí habla de un país democráticamente más sólido y más fortalecido, al que el mundo mira con un cierto respeto porque se atreve hacer lo que es difícil hacer.

P. Esto le pilla a usted en la recta final de su mandato. ¿Qué asignaturas pendientes tiene Chile?

R. En lo político, seguimos sin tener un sistema electoral equitativo. Creo que aprobaremos reformas constitucionales importantes, buena parte de los enclaves autoritarios heredados de la dictadura desaparecerán; pero el desacuerdo con la derecha impide acabar con el sistema electoral vigente, donde el 66% es igual al 34%, en el sistema binominal. No cambiará porque a la derecha no le conviene. En segundo lugar, tenemos que plantear con toda crudeza la distribución de ingresos. Si bien hemos disminuido la pobreza, la distribución del ingreso monetario no ha cambiado en 15 años. En América Latina empeoró y en Chile se mantiene, lo cual ya es un gran logro. Pero sigue siendo muy inequitativo. En tercer lugar, tenemos pendiente el tema de la seguridad social y la jubilación. Cuarto, no tenemos un sistema de medios de comunicación acorde con el Primer Mundo. Porque es muy sesgado, y le hace mal a Chile. Aquí no existe un diario como EL PAÍS, o Le Monde, o The New Tork Times, que hacen algo tan elemental como distinguir los hechos del análisis.

P. ¿Qué balance hace del primer Gobierno de la Concertación presidido por un socialista?

R. Hemos demostrado cierta capacidad para conducir el país, con seriedad y profesionalidad, madurez y respeto a nuestros valores con un Gobierno más a la izquierda, más progresista, llámelo como quiera. El gran dilema de las fuerzas de izquierda en el mundo es que siempre son sospechosas de gobernabilidad. Porque, por definición, si uno quiere cambiar el statu quo no sabe lo que vendrá después. En Chile, esta sospecha era más grande que en otros lugares, y creo que ha disminuido después de estos últimos años de Gobierno de la Concertación.

P. Dos mujeres [Soledad Alvear, democristiana, y Michelle Bachelet, socialista] son las principales candidatas de la Concertación para las elecciones presidenciales de 2005. ¿Están los chilenos en condiciones de elegir a una presidenta y de izquierda?

R. Creo que sí, porque en Chile ha habido un cambio cultural que hoy puede permitir la elección de un presidente que sea mujer y de izquierda. Cinco años atrás, pocos hubieran imaginado a dos mujeres compitiendo por la presidencia. Cuando yo asumí, nadie creía posible que hubiera un ministro de Defensa socialista, y menos que fuera mujer, hija de un general torturado y fallecido. El otro día estuvo aquí Alain Touraine y me decía que en Europa hay la sensación de que Chile está todavía bajo tutela militar. "Tienen que hacer algo", insistía. Le contesté que pensaba que terminaría con este mito al nombrar a una mujer socialista como Michelle Bachelet al frente del Ministerio de Defensa.

P. El peso político de usted como presidente ha sido muy importante en las recientes elecciones municipales, en las que la Concertación ha obtenido buenos resultados. ¿Usará su influencia ante las presidenciales, que se presentan muy reñidas?

R. En Chile, el presidente reúne las condiciones de jefe de Estado y de Gobierno. Hay que tener claros estos dos roles. No por ser jefe de Estado puedo olvidarme de que soy jefe de Gobierno. En unas elecciones no me da lo mismo quién resulta elegido, porque no da lo mismo respecto del tipo de país que queremos tener. Quiero que me suceda alguien que tiene los valores y percepciones de mi coalición. La mejor forma que tengo de apoyar a esta persona es hacer bien las tareas de gobierno y no abandonarlas hasta el último día. Si la opción es entre algunos de los que fueron mis ministros [Alvear, de Exteriores, y Bachelet, de Defensa], el país entenderá que ahí está la continuidad de mi Gobierno.

P. ¿Cómo ve el futuro de América Latina con la llegada al Gobierno de una nueva ola de presidentes de izquierda?

R. Creo que en América Latina hay una sensación generalizada de que hicimos los deberes, cumplimos al pie de la letra el Consenso de Washington y no nos fue muy bien. ¿Por qué Chile es un poco distinto? Porque cumplimos con el Consenso de Washington, pero además introdujimos la heterodoxia a un conjunto de políticas públicas para tener más cohesión social. Para ser capaces de tener seguro de desempleo, para invertir en educación y salud, para disminuir los niveles de pobreza (del 40% al 18%), etcétera. Las estadísticas macroeconómicas indican que Chile es un buen alumno, pero esta segunda parte social nadie la ve, y sin ella yo no estaría aquí. El crecimiento por sí solo no garantiza nada. La receta neoliberal de que basta con crecer quizá sea cierta, pero para los próximos 50 años. Por qué Lula, por qué Tabaré, por qué Kirchner, por qué Chávez... Eso tiene que ver con políticas que en el fondo apuntan a lo que en Europa quizá sobra: el Estado de bienestar. En América Latina, el problema es tener algo de Estado de bienestar para hacerlo con más cohesión social.

P. Europa y América Latina, es decir, la UE y el Mercosur, tienen dificultades para entenderse en el área comercial.

R. La relación de América Latina y Europa tiene que ver con los valores compartidos. Le pediría a los amigos europeos que apliquen en esta relación la misma filosofía que ellos aplican en sus sociedades. Quiero un modelo de comercio entre América Latina y Europa donde haya un poco más de cohesión hacia nosotros. Hoy la percepción es que éste es un mundo muy inequitativo.

P. ¿España sigue siendo el puente en la relación entre América Latina y Europa?

R. Creo que América Latina es más sólida cuando tenemos un pie en Europa a través de los amigos de la península Ibérica. También quiero creer que España y Portugal pesan algo más en Europa cuando tienen un pie en América Latina. El papel de la comunidad iberoamericana es muy importante a ambos lados del Atlántico, sobre todo si somos capaces de poner sobre la mesa los temas que importan. Más allá de la retórica, tenemos que dar contenido a las cumbres.

P. ¿Cree usted que España tiene una nueva política exterior en relación a América Latina?

R. Claramente. Hoy Europa es distinta de hace un tiempo, como resultado del cambio de actitud que en muchos asuntos ha tenido España en temas de política internacional. La situación de Europa es distinta. Y dentro de eso, la institucionalización de las cumbres iberoamericanas, que ya venía con Aznar, puede tener un impulso muy significativo.

P. A la luz de la reciente gira del presidente chino por América Latina, ¿cree usted que algunos líderes latinoamericanos ven el gigantesco mercado de China como una solución a sus problemas?

R. China no es la solución a los problemas de América Latina. China es una potencia económica en ascenso muy grande y que demanda del mundo una gran cantidad de insumos para mantener su ritmo de desarrollo. Creo que hay un descubrimiento recíproco, como han demostrado los 14 días que Hu Jintao ha estado en América Latina. Hu Jintao es un líder con una gran seguridad en lo que está haciendo, y así lo puso de relieve en la cumbre de la APEC.

P. A diferencia de Brasil y Argentina, Chile ha empezado a negociar un tratado de libre comercio con China.

R. En nuestro caso, debido a los acuerdos que tenemos de libre comercio, la tarifa promedio en Chile es del 2,8%. Un acuerdo de libre comercio tiene que servir para resolver los conflictos comerciales de una manera más civilizada o más directa.

P. ¿Temen los empresarios chilenos, como han expresado los brasileños y argentinos, una avalancha de productos chinos?

R. Hay que mirar las cosas en un doble sentido. Porque eso también significa crecimiento para China, y, por tanto, un aumento del consumo de los chinos. ¿En qué medida podemos participar de este crecimiento? Brasil, Argentina y Chile tienen mucho interés en ser reconocidos como destino turístico de los chinos, porque en el gigante asiático hay un segmento social de mayores ingresos que empieza a viajar por el mundo. Y la industria del turismo es muy importante para nosotros. ¿Temor a la invasión china? Mírelo desde otra perspectiva. Si conseguimos que a los chinos les guste un poco el vino chileno nos irá muy bien.

P. Chile deja este mes el Consejo de Seguridad de la ONU después de ocupar dos años un puesto de miembro no permanente. Le ha tocado lidiar con los conflictos de Irak y Haití y con el debate sobre multilateralismo. Chile y México plantaron cara a Estados Unidos. ¿Cuál es su balance?

R. Para un país de la importancia de Chile, lo multilateral es un tema central de nuestra política exterior. En el Consejo de Seguridad hemos defendido una ONU fuerte con capacidad para hacer valer sus resoluciones, con o sin el uso de la fuerza. En el caso de Irak, el problema no era el uso de la fuerza, sino quién determinaba ese uso. Después de lo ocurrido en Irak, muchos países tienen conciencia de que la solución del problema pasa por Naciones Unidas.

P. ¿Y Haití?

R. Haití es un ejemplo de coherencia en política exterior chilena. Cuando el Consejo de Seguridad, en decisión unánime, pidió tropas para Haití, en 72 horas enviamos 300 soldados al país caribeño. Es la primera vez desde la guerra de la independencia en que distintos ejércitos de América Latina actúan en una operación en América Latina. Y bajo el paraguas de Naciones Unidas, que es como deben hacerse las cosas en el mundo moderno.

Ricardo Lagos, presidente de Chile.RAÚL CANCIO

"Doctor, ¿sabe usted por qué me duele aquí?"

LEYENDO EL INFORME de la tortura, Ricardo Lagos recordó un caso que sucedió en Chile hace un puñado de años. Gustavo Molina, un médico chileno de prestigio, fue detenido por los golpistas después del 11 de septiembre de 1973. Durante varios días fue torturado religiosamente de acuerdo con el horario administrativo, de nueve a una, descanso para almorzar, de 14.00 a 17.30, y así hasta el día siguiente. En uno de los descansos, el torturador le preguntó a Molina: "Doctor, aprovechando que usted es médico, quizá pueda explicarme qué me pasa. Tengo unos dolores muy molestos aquí, en el costado. ¿Qué puede ser?". El doctor le contó a Lagos aquel episodio. "No lo podía creer", recuerda el presidente. "Gustavo", le dije. "Eso tienes que contarlo, porque habla de la disociación del ser humano, de la personalidad del torturador". The New York Times de la época publicó un artículo sobre el caso, bajo el título 'Doctor, ¿sabe usted por qué me duele aquí?', en el que contaba la historia del torturador que, en un descanso de la sesión de tortura, le pregunta a la víctima por su dolencia. "Esta imagen de Gustavo Molina vino a mi memoria cuando leía el informe. ¿A cuántos les pasó lo de Gustavo Molina? ¿Quiénes son esas personas? ¿Qué pasa con la sociedad chilena que permite que esto ocurra?", reflexiona Lagos.

Lagos ha decidido la creación de un Instituto de Derechos Humanos para preservar estas declaraciones de las víctimas como un patrimonio de Chile para las futuras generaciones. "Pasarán 30, 40, 50 años, pero las generaciones futuras tienen que saber, para que ¡nunca más!".

En el otro banco, actualmente, hay un grupo de generales en prisión. Todos están incomunicados menos uno. ¿Por qué? "Porque le dijo al juez: he vivido con esto 30 años, ahora voy a contar todo. Y habló", recuerda el presidente. "Cuento esto para referirme a la otra parte de la historia: el drama del torturador que se da cuenta de lo que pasó y decide hablar. Eso no justifica nada, pero entre los torturadores hay muchos que viven tan tranquilos, mientras otros no, llevan su procesión por dentro".

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