Reportaje:

Irán y EE UU, 25 años de desconfianza

Teherán quiere que Washington reconozca su 'colaboración' en Irak y Afganistán

Tras 25 años sin relaciones con Estados Unidos y el fracaso de los gestos aperturistas del presidente Jatamí, el Irán más conservador estima que pueden pasarse sin ellas, que no merece la pena hacer concesiones. Pero por alejado que esté de la concepción de democracia occidental, el sistema iraní no es monolítico y un amplio sector de sus responsables espera que su antiguo enemigo reconozca el fruto de la revolución islámica. Más allá de la retórica antiimperialista, subrayan, Irán ha dado pruebas de un comportamiento internacional responsable.

Tal como ha puesto de relieve la reciente ...

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Tras 25 años sin relaciones con Estados Unidos y el fracaso de los gestos aperturistas del presidente Jatamí, el Irán más conservador estima que pueden pasarse sin ellas, que no merece la pena hacer concesiones. Pero por alejado que esté de la concepción de democracia occidental, el sistema iraní no es monolítico y un amplio sector de sus responsables espera que su antiguo enemigo reconozca el fruto de la revolución islámica. Más allá de la retórica antiimperialista, subrayan, Irán ha dado pruebas de un comportamiento internacional responsable.

Tal como ha puesto de relieve la reciente crisis nuclear, el fondo de la cuestión es básicamente la desconfianza. "Irán es como un conductor imprudente con el coche todo abollado que te invita a dar una vuelta con la promesa de que esta vez va a respetar el código de la circulación; te lo piensas dos veces antes de aceptar", explica gráficamente un diplomático europeo, dando a entender que la UE tampoco tiene una postura tan distinta a la de Estados Unidos. Lo que les separa es la forma de afrontarlo: el diálogo o la fuerza.

"Puedes tratar de asustar al régimen y terminar reforzando a la línea dura"
Al apodo de 'Gran Satán', EE UU respondió incluyendo a Irán en el 'Eje del mal'
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"Se ha llegado al límite de crisis que puede soportar Oriente Próximo", defiende Ghasem Ghasemzadeh, asesor del ministro iraní de Asuntos Exteriores y comentarista político. En su opinión, los conflictos israelo-palestino, afgano e iraquí prueban que la opción de la fuerza no conduce a ninguna parte. " Irán sido ignorados durante los últimos seis o siete años", se duele, "tienen que reconocer el poder de la Revolución, el nivel de vida alcanzado, nuestra riqueza". Como la mayoría de los portavoces oficiales y oficiosos, insiste en que sus "puertas no están cerradas a la cooperación y Europa puede ayudar".

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"No podemos ofrecer mucho sin Estados Unidos", señala por su parte un embajador europeo, "porque el sistema de sanciones es bastante duro y todo lo que los iraníes quieren, tiene directa o indirectamente derechos intelectuales o industriales norteamericanos". A raíz del acuerdo nuclear, algunas grandes compañías alemanas ya han hecho saber que no van a correr el riesgo de enfrentarse con Washington por entrar en el mercado iraní.

Los neoconservadores norteamericanos siempre se han mostrado convencidos de que, a pesar de su retórica, el régimen iraní responde a la presión. Sin embargo, algunos analistas sobre el terreno advierten de que no siempre se obtiene el efecto buscado. "Puedes tratar de asustar al régimen y terminar reforzando a la línea dura", apuntan. La batalla dialéctica de los últimos años muestra como los más radicales en ambos países se hacen el juego los unos a los otros. Al apodo de Gran Satán, Estados Unidos respondió incluyendo a Irán en su Eje del mal.

"Aún tenemos un problema de lenguaje", admite Ghasemzadeh. "Desde el principio, Occidente no entendió el lenguaje de la Revolución y nosotros no entendimos el lenguaje occidental; hay poco que podamos hacer al respecto". Cuando se le señala el efecto que tienen en Occidente eslóganes como "Muerte a Estados Unidos, Muerte a Israel" que aún emplean algunos gobernantes, Ghasemzadeh, que escribe en el diario Eetelat (conservador moderado), defiende que "ante una multitud, el líder supremo no puede decir que Bush es un buen chico".

"El argumento del consumo interno es muy débil, también se empleó con Hitler", rebate un experimentado diplomático. "Un hombre político sabe que lo que dice va a oírse en el mundo entero, si no ¿para qué se molestan en escribirlo en inglés?", añade. Para él, como para otros observadores extranjeros, ese lenguaje agresivo "es un elemento fundador de la ideología del régimen, forma parte de su identidad y por lo tanto resulta difícil de abandonar".

Los iraníes insisten sin embargo en los hechos, en el comportamiento político responsable de su país en la región. En el caso afgano, todo el mundo alaba en voz baja "la cooperación iraní". Fuentes diplomáticas en Kabul aseguran que el embajador norteamericano "se lleva muy bien" con su homólogo iraní. "Han estado en contacto para evitar una crisis por el cambio de gobernador en Herat", apuntan en referencia a esa ciudad cercana a Irán tanto geográfica como históricamente. Pero si Zalmay Khalizad se ha entrevistado con Mohamed Reza Bahramí no hay ninguna fotografía que lo documente.

Más complicada parece la situación en Irak. Teherán subraya que no le beneficia el actual caos, sino tener un mercado, lo que exige paz y estabilidad. Washington le acusa de tener espías y agitadores entre la comunidad chií, con la que los iraníes (también seguidores de esa rama del islam) tienen lazos familiares y culturales centenarios. "Nuestra posición, al igual que en Afganistán, es que se celebren las elecciones cuanto antes, se elija un Gobierno y las diferencias se diriman entre Gobiernos no con grupos como los de Al Zarqaui o Múqtada al Sáder", explica un portavoz iraní.

El mundo de las relaciones internacionales está lleno de situaciones intratables que los diplomáticos se encargan de reconducir para hacer posible la convivencia. Sorprende que en 25 años Washington y Teherán hayan sido incapaces de reabrir la vía del diálogo. "Nos queremos tanto que no podemos pasar una semana sin insultarnos el uno al otro", bromea Ghasemzadeh.

El problema es que, como en las disputas matrimoniales, también los vecinos sufren los gritos y los portazos.

Desfile en Teherán en el 23º aniversario de la Revolución iraní, en septiembre de 2003.ASSOCIATED PRESS

La amenaza de los misiles

La insistencia de todos los portavoces iraníes en el carácter temporal del acuerdo alcanzado con la Unión Europea para suspender la fabricación de combustible atómico, hace temer que sólo se haya pospuesto la crisis unos meses más. Sin embargo, algunos observadores opinan que el riesgo no está tanto en el programa nuclear como en el balístico.

"El programa nuclear iraní no me parece un peligro muy grave porque no está muy desarrollado", manifiesta un experto occidental. "Cuando se dice que dispondrá del arma atómica en cuatro o cinco años no significa nada porque es el tiempo que se tarda en desarrollar cuando se parte de cero", añade esta fuente, convencida de que ése es el objetivo último de los iraníes, pero que se ha exagerado la inmediatez del problema.

Mientras tanto, Irán está invirtiendo mucho dinero y energía en el desarrollo de los misiles estratégicos Shahab 3, que el pasado agosto probó con éxito. De un alcance de entre 1.300 y 1.700 kilómetros, estos cohetes pueden alcanzar Israel, Arabia Saudí e incluso un país de la OTAN como Turquía.

Para los expertos, no tiene ningún sentido fabricar ese tipo de misil para dotarlo de cabezas convencionales. "Es como utilizar un Rolls Royce para repartir pizzas", apunta una fuente.

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