Manipulación política de los murales de La Rábida

La comisaria de la exposición Isabel García explicó que la figuración de Vázquez Díaz rozó algunas veces el abismo de las vanguardias, pero que siempre se "echó atrás"; que pasó cerca del impresionismo, el posimpresionismo, el simbolismo, las formas planas y geométricas, el poscubismo de colores fríos, pero que a la vez su manera de entender el arte supuso, como dijo en su día Juan Ramón Jiménez, la "vuelta del orden", el feliz retorno al orden escolástico: "Fue un clásico de la modernidad", dijo García ante tres guapas bisnietas del pintor, que acudieron, junto al coleccionista Rafael Botí, a...

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La comisaria de la exposición Isabel García explicó que la figuración de Vázquez Díaz rozó algunas veces el abismo de las vanguardias, pero que siempre se "echó atrás"; que pasó cerca del impresionismo, el posimpresionismo, el simbolismo, las formas planas y geométricas, el poscubismo de colores fríos, pero que a la vez su manera de entender el arte supuso, como dijo en su día Juan Ramón Jiménez, la "vuelta del orden", el feliz retorno al orden escolástico: "Fue un clásico de la modernidad", dijo García ante tres guapas bisnietas del pintor, que acudieron, junto al coleccionista Rafael Botí, a la presentación de la muestra.

Eso se ve muy bien en la última sala de la exposición, la dedicada al Poema del Descubrimiento, donde cuelgan los bocetos, cartones, acuarelas y dibujos preparatorios que Vázquez Díaz pintó para los frescos del monasterio de Santa María de La Rábida, obra que empezó el 12 de octubre de 1927 y acabó el 12 de octubre de 1930.

Unos frescos, patrocinados por Alfonso XII durante el Directorio que, según los comisarios Brihuega y García y el historiador Javier Pérez Segura, se inspiraban en el Renacimiento italiano, y para Canogar en los pintores primitivos de ese país, fueron muy diversamente interpretados según pasaba el tiempo.

Durante la República se consideró que los frescos eran un gran ejemplo de muralismo hispanoamericano, se vincularon con las obras de Orozco, Siqueiros y Rivera, se juzgaron como "un arte contemporáneo y plenamente moderno"; consagraron a Vázquez Díaz como un gran artista, le ayudaron a ganar la cátedra en la Escuela de San Fernando.

Guerra Civil

Pero, al acabar la Guerra Civil, el poder trató de apropiarse de una obra que había sido una especie de obsesión para Vázquez Díaz desde que era un niño: "Los jerarcas franquistas se apropiaron del arte de Vázquez Díaz. Lo asociaron con la Falange; ABC le encargó sendos retratos urgentes de Franco y José Antonio (al que admiraba), convirtieron La Rábida en esencia de la retórica de la españolidad y la hispanidad, y las referencias a su trabajo se llenaron de alusiones al nacionalcatolicismo y a la raza".

Su retrato de Hernán Cortés (1947), su Retrato ecuestre del general Franco (1958), su foto y su firma en un anuncio de Coñac Fundador, su aparición en un texto publicitario del Anís Las Cadenas... Todo eso convirtió a Vázquez Díaz en un icono popular de la España franquista, una historia de apropiación, indebida o no, que tuvo un colofón bastante sonado: cuando, a finales de 1959, el presidente estadounidense Eisenhower visitó España, el generalísimo regaló al invitado, de parte del Estado, un retrato del padre Luis Francisco de Victoria. Era una pintura clásica y moderna, de tema americanista y españolista, con el fundador del derecho internacional como protagonista. El cuadro lo había pintado Daniel Vázquez Díaz un par de años antes.

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