Tribuna:LOS PAÍSES EN DESARROLLO

El presupuesto plurianual y el Consenso de Washington

El autor analiza el efecto de las recetas del FMI en Latinoamérica y las diferencias sociales que se han producido en la mayoría de los países de la región.

Hablar en Europa del Consenso de Washington, como se conoce al conjunto de medidas económicas neoliberales aplicadas en los países en desarrollo durante la década de los noventa, no deja de ser una cuestión académica por la que no se han visto afectados ni los planes de desarrollo de los Gobiernos ni los presupuestos de los países. Sin embargo, el Consenso de Washington en Latinoamérica ha sido, en los últimos 20 años, uno de los frenos al desarrollo de los países, no el único y quizá no el más importante. La ineficiencia de muchos gobernantes, la corrupción generalizada en bastantes sectores ...

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Hablar en Europa del Consenso de Washington, como se conoce al conjunto de medidas económicas neoliberales aplicadas en los países en desarrollo durante la década de los noventa, no deja de ser una cuestión académica por la que no se han visto afectados ni los planes de desarrollo de los Gobiernos ni los presupuestos de los países. Sin embargo, el Consenso de Washington en Latinoamérica ha sido, en los últimos 20 años, uno de los frenos al desarrollo de los países, no el único y quizá no el más importante. La ineficiencia de muchos gobernantes, la corrupción generalizada en bastantes sectores de la sociedad, no sólo los políticos, y la falta de objetivos claros y planes realistas de desarrollo están también en la base del fracaso que se ha percibido en estos años en las naciones del área latinoamericana.

El nuevo consenso no será la panacea, pero puede dar una salida a muchos países de la zona
La ineficacia de muchos gobernantes está también en la base del fracaso económico

El último Informe sobre la democracia en América Latina: Hacia una democracia de ciudadanas y ciudadanos, del PNUD (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo), pone de manifiesto que en estos últimos años en los que la democracia se ha impuesto en casi todos los países, sin embargo no goza de la mejor salud. Muchos ciudadanos dicen, según queda reflejado en el Informe, que ha dirigido el ex ministro de Relaciones Exteriores de Argentina Dante Caputo, que no les importaría vivir en una dictadura si con eso mejoraran sus condiciones de vida. Y es que la realidad de los últimos años, y en sucesivas elecciones democráticas, los pueblos han elegido a gobiernos que les prometían desarrollo y bienestar y después tenían que realizar programas de ajuste económico marcados por las recetas del Fondo Monetario Internacional (FMI). Ésa ha sido la gran frustración, porque, como dice un político europeo conocedor de la región, "se ganan las elecciones con programas de desarrollo y se gobierna con programas de ajuste". Esto ha conducido a un ahondamiento de las diferencias sociales muy profundas en la mayoría de los países.

- Los corsés del Fondo

y de la legislación existente

¿Alguien se imagina en Europa un presupuesto sin aplicaciones plurianuales, es decir, que si se programa una gran infraestructura -el AVE a Barcelona, por ejemplo- ese gasto tenga que imputarse en su totalidad al año en que se planifica? Creo que el desarrollo de los últimos veinte años en nuestro país hubiese sido imposible con la necesidad de aplicar esta regla en nuestra contabilidad nacional y, además, tener la obligación de tener superávit. Pues esto, entre otras cosas, es lo que han tenido que hacer, en los últimos veinte años, la mayoría de las naciones en desarrollo de Latinoamérica que están vigiladas por el Fondo Monetario.

Ésta es una de las cláusulas del Consenso de Washington que nació a mediados de los años ochenta, cuando la deuda de muchos países de la zona se disparó a cantidades astronómicas. Fue el momento en el que Estados como el mexicano, el argentino y el brasileño se acercaron a los 100.000 millones de dólares de deuda externa sin que sus ciudadanos percibiesen los beneficios de ese desorbitado endeudamiento. En la mayoría de los casos la falta de reformas estructurales que permitiesen la entrada de la gestión privada en las empresas estatales y las rígidas y burocráticas reglas de gestión públicas hicieron el resto. Brasil, por ejemplo, se enfrenta hoy a un cambio fundamental en sus leyes económicas. El Estado no puede asociarse con capital privado para poner en marcha proyectos de desarrollo. En estos momentos una ley que discute el Congreso, la llamada Parcerías Público-Privadas (PPP), intenta permitir la conjunción de capital privado y capital público para el desarrollo de las infraestructuras, de las que Brasil tiene una necesidad crónica. El Gobierno de Lula da Silva tiene tres proyectos prioritarios: la reforma del puerto de Santos, la construcción de la vía férrea Norte-Sur y la construcción del arco de circunvalación que deberá rodear Río de Janeiro.

- El nuevo consenso de Barcelona

A finales de septiembre, coincidiendo con la clausura del Fórum de Barcelona, se reunieron en la capital catalana una serie de insignes economistas y políticos, sobre todo de izquierda -hubiese sido muy bueno para la institución y para los países que tutela la presidencia del nuevo director gerente del FMI, Rodrigo Rato- para analizar el papel del Consenso de Washington en la economía global de nuestros días. Este diario publicó las conclusiones de los economistas, Agenda del Desarrollo de Barcelona (EL PAÍS, 1-10-2004), entre los que hay algún premio Nobel y el propio ideólogo del Consenso de Washington, John Williamson. Entre sus apreciaciones positivas destacan la mejora de la democracia en la mayoría de los países en desarrollo y del respeto a los derechos humanos, la aceptación de la disciplina en la macroeconomía y el mayor desarrollo de algunos países (se cita a la India y China, que, curiosamente, no han sido seguidores de las reglas del Consenso de Washington). Pero también señalan tres tendencias preocupantes: "La recurrencia y severidad de las crisis financieras sistémicas que han afectado a países en desarrollo, incluso a aquellos que habían llevado a cabo políticas de ajuste y estabilización siguiendo las sugerencias de los organismos internacionales. Los mediocres resultados de las reformas diseñadas para alcanzar un crecimiento económico sostenible en muchas regiones del mundo. La persistencia -y a menudo empeoramiento- de una distribución de la riqueza y de la renta altamente desigual en muchos países en desarrollo".

La preocupación crece si tenemos en cuenta que muchos países de Latinoamérica, en estas dos últimas décadas, han soportado un crecimiento negativo: su renta per cápita se ha reducido o, en el mejor de los casos, ha permanecido igual. Hay una excepción, en lo que a Latinoamérica se refiere, Chile, que ha sabido mantenerse al margen de las convulsiones regionales por su rigor macroeconómico y las profundas reformas estructurales que puso en marcha a tiempo. El nuevo reto del Gobierno del presidente Lagos, sin embargo, está en fortalecer la salud de la economía chilena, haciéndola menos dependiente de las materias primas de exportación, como el cobre, y poniendo el acento en la educación y las nuevas tecnologías.

- Desarrollo con presupuestos

equilibrados

Los economistas reunidos en Barcelona hacen una serie de reflexiones de las que se deben extraer la necesidad de algunas reformas imprescindibles. En una de éstas dicen: "Las naciones en desarrollo que esperan prosperar deberían seguir unas políticas financieras, monetarias, fiscales y de endeudamiento prudentes. Pero una posición fiscal prudente no es lo mismo que un presupuesto equilibrado cada año, sean cuales sean las circunstancias". ¿No es esto lo que ha declarado el ministro de Hacienda español, Pedro Solbes, al hablar de equilibrio presupuestario a lo largo de todo el ciclo económico, los cuatro años de una legislatura?

Nuestros países, hablo de la Unión Europea, no están sometidos a unas reglas intransigentes, ni siquiera el Pacto de Estabilidad lo es, que permite un déficit no superior al 3% anual y ahora el comisario de Economía, Joaquín Almunia, estudia una reforma que lo flexibilice. El Gobierno brasileño, por ejemplo, tiene un presupuesto con un superávit en torno al 4% para cumplir el acuerdo que firmó con el Fondo Monetario Internacional, cuando sus necesidades de inversión en infraestructuras son muy grandes y vitales para su desarrollo. Un ejemplo: Brasil tiene la misma red de ferrocarril hoy que en los años setenta; sin embargo, entonces sus exportaciones ascendían a 50 millones de toneladas al año, y en 2004 ese volumen será de 300 millones. Hablo de Brasil, porque el actual Gobierno de izquierdas ha seguido las normas del Fondo con rigor, lo que le ha creado no pocos problemas al ministro de Economía, Paloci, y al presidente Lula, pero lo mismo se podría decir de México o Argentina, que en estos momentos tiene dos batallas: con el Fondo, para conseguir un acuerdo sobre la deuda, y con los acreedores para que lo acepten.

No es de extrañar que los más entusiastas con la Agenda de Barcelona hayan sido los latinoamericanos presentes, entre ellos algún empresario, muy deseoso de celebrar el acontecimiento como un nuevo consenso que va a potenciar el desarrollo de los países de Latinoamérica. Carlos Slím, propietario de Telmex, dijo en la clausura del seminario, el pasado 26 de septiembre, que el Consenso de Washington fracasó porque "confunde los fines y los instrumentos y algunas condiciones que son instrumentos las tiene como objetivos". Por eso, añadió el empresario mexicano, "algo que nos preocupa mucho en nuestros países es que si no ajustamos y corregimos el estancamiento de 20 años que tenemos, y crecemos con concentración del ingreso, haya una fatiga social y una nostalgia por el populismo, y los avances democráticos que se produjeron a partir los años ochenta, podrían verse afectados en elecciones donde triunfasen alternativas autoritarias, populistas y proteccionistas indeseables". Tal vez el nuevo consenso no sea la panacea, pero sí un camino diferente que merece la pena ser explorado para dar una salida a muchos países del área latinoamericana.

Joaquín Tagar ha sido corresponsal en Latinoamérica de RNE.

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