Ningún fotógrafo
Ningún fotógrafo acudió a desplegar el tiempo,
el tiempo que se anuda como un ojo vendado
en el retrovisor.
No habrá lugar que repita el espanto
o la extrañeza: ese espacio pequeño
en el que se deportan las imágenes
a otras lejanías.
Por eso me dan ganas de corregir la escena:
el muerto -¿lo está ya?- cayó bajo la rueda,
no hay pájaro y la casa se desploma,
se oye caer un niño (oblicuo y dorado)
y un perro sale huyendo
con una bota de agua entre los dientes.
Pero alguien me detiene. Me exhorta a serle fi...
Ningún fotógrafo acudió a desplegar el tiempo,
el tiempo que se anuda como un ojo vendado
en el retrovisor.
No habrá lugar que repita el espanto
o la extrañeza: ese espacio pequeño
en el que se deportan las imágenes
a otras lejanías.
Por eso me dan ganas de corregir la escena:
el muerto -¿lo está ya?- cayó bajo la rueda,
no hay pájaro y la casa se desploma,
se oye caer un niño (oblicuo y dorado)
y un perro sale huyendo
con una bota de agua entre los dientes.
Pero alguien me detiene. Me exhorta a serle fiel
a lo escrito. Sospecho que usted leyó a Platón
y comparte su amor por los espejos:
el verso ha de ser copia exacta y fidedigna
de no se sabe qué realidad verdadera.
Pero no, no es usted -habrá de perdonarme el lapsus-:
el conductor me mira y me odia despacio;
supone que proyecto aumentar su desgracia.
Extracto de Matar a Platón, libro de Chantal Maillard, galardonado ayer con el Premio Nacional de Poesía y editado por Tusquets, Barcelona, 2004.