Reportaje:CULTURA Y ESPECTÁCULOS

Federico Luppi recupera sus raíces

El actor protagoniza en la actualidad 'El viento', de Eduardo Mignogna, un trabajo que le ha permitido recorrer de nuevo las calles de su amada ciudad, Buenos Aires, de la que se había ido amargado hace tres años con la convicción de que no volvería jamás.

Cuando se marchó de aquí, "cabreado, rabioso, impotente", a fines de 2001, "muy ofendido y traicionado", Federico Luppi pensó que ya no volvería nunca más. "Esto" que temía sentir era todo lo que el odio había barrido debajo de la alfombra del alma cuando se instaló en Madrid, donde vive desde hace tres años con su esposa española. Ahora encuentra a la gente con "otro talante" y dice sentirse "tocado" por las calles y los sitios que todavía ama. El actor argentino protagoniza El viento, la nueva película de Eduardo Mignogna.

Desde el piso 14 del barrio norte de Buenos Aires, con ...

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Cuando se marchó de aquí, "cabreado, rabioso, impotente", a fines de 2001, "muy ofendido y traicionado", Federico Luppi pensó que ya no volvería nunca más. "Esto" que temía sentir era todo lo que el odio había barrido debajo de la alfombra del alma cuando se instaló en Madrid, donde vive desde hace tres años con su esposa española. Ahora encuentra a la gente con "otro talante" y dice sentirse "tocado" por las calles y los sitios que todavía ama. El actor argentino protagoniza El viento, la nueva película de Eduardo Mignogna.

Desde el piso 14 del barrio norte de Buenos Aires, con ventanales que dan a la avenida Callao y a la calle Juncal, Federico Luppi, los ojos ahora tan grises del actor argentino Federico Luppi, miran hacia fuera y hacia abajo abrigados por las solapas altas de la cazadora de gamuza marrón. Alto, recortado contra la mañana solitaria y destemplada del domingo, tiene las manos en los bolsillos. De pronto, como si un abrazo del pasado cargado de afectos le estremeciera, el cuerpo reacciona, gira la formidable cabeza blanca, la boca aprieta los labios y todo el hombre hace un esfuerzo para callar lo que sólo admitirá después de casi dos horas de conversación: "Yo no quería venir, no quería porque tenía miedo de reencontrarme con la bronca".

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En el comienzo del encuentro repasó parte de una historia reciente que todavía le enciende la furia: "Yo, como canta Edmundo Rivero en un tango, ya veía venir todo en falsa escuadra desde el Gobierno de Menem, pero me fui con la idea de no volver más cuando cayó De la Rúa, en diciembre de 2001, después de las manifestaciones y la represión que acabó con la vida de casi treinta personas. Uno de los golpes finales a mi dignidad era ir cada semana al banco para que me permitieran retirar 100 dólares de los que eran mis depósitos, atrapados en el corralito. Con eso debía comer y pagar mis cuentas. Lo estaba pasando mal físicamente. Somatizaba todo, de forma severa. Tenía erupciones en la piel, dolores que nunca había sentido, comencé a padecer insomnio. Estaba todo el día encerrado, mascullando, rabioso. Iba a las entrevistas para promocionar las películas y terminaba peleándome con todos".

Todavía hoy sigue luchando por sus ahorros. "Presenté un recurso de amparo ante la justicia porque los bancos se quedaron con todo el dinero que tenía. El banco de Boston me ofrece ahora un bono de cancelación a cobrar en el año 2015. Estos sinvergüenzas y miserables de los bancos y de los jueces se olvidan de un hecho elemental, unilateral, perverso y agresivo que es el robo. Nos han robado en connivencia con el ministro de Economía, Domingo Cavallo, al que yo considero 'traidor a la patria', y con un presidente como Duhalde, que devaluó porque le venía bien a las compañías privadas. En realidad, digo Cavallo como epítome de otros-Roque Fernández, López Murphy, Dromi, Menem-, de todos ellos. Éstos son como los picos de insania de este país que uno quiere pero no comprende. Yo no idealizo España, pero allá miro todo con más distancia y no me involucro de un modo tan emocional. Llegué a Madrid con un sarpullido en todo el cuerpo, parecía afectado de viruela, y a la semana no tenía nada".

En estos años, cuando le invitaban a regresar para recibir premios, participar de homenajes o recibía propuestas de trabajo desde Argentina inventaba excusas y se negaba. "No quería venir. Tenía conciencia de que era una cuestión de rabia. Estaba casi seguro de que terminaría mi vida en Madrid. Con Susana reciclamos un piso en Argüelles, un hermoso barrio que me gusta mucho. Pero apareció Eduardo Mignogna, con quien había rodado Sol de otoño, que me traía el guión de El viento. Me gustó y lo vi muy entusiasmado a él con la idea de hacer algo más personal, menos atado a las exigencias de producciones grandes. Además, Susana, que ama Buenos Aires, me animó. Pero te juro que vine muy crispado. Con muchas prevenciones. Vine pensando: 'Hago el trabajo y me vuelvo".

Su esposa, la española Susana Fernández Abascal, actriz, escritora, 37 años menos que los 68 de Federico, es la compañera perfecta para el reencuentro con una Buenos Aires a la que ella ya conocía desde que hizo un curso de teatro aquí. "La llevo a sitios que no tienen nada que ver con la nostalgia, sino con decir: esto significa algo para mí, hay un clima, no sé cómo llamarlo, tiene que ver con que por ahí transitó gente valiosa, como Troilo o cantantes de tango como el Polaco Goyeneche".

"Cuando estuvo acá, Susana se enamoró de la pizza a nuestro estilo, de la provoleta a la parrilla, de los sandwiches de miga, de todas esas cosas que van sumando... Y le encantó sobre todo algo que es rigurosamente cierto: la actividad cultural de Buenos Aires, que es, yo no sé si única en el mundo, pero... Estuve en Milán, en París, en Nueva York, y de verdad que no hay tanto cine, tanto teatro, tanta música y de tanta calidad como la que se produce aquí a diario".

Luppi acepta que su regreso "fue como volver a encontrarse con una mujer, una amante, alguien a quien se ha querido mucho". En el mes y días que lleva ya de rodaje la película, el actor dedica el tiempo libre a caminar hasta donde le dan las piernas por calles de barrios donde sigue las indicaciones de un arrugado y borroso mapa sentimental. "Anduve por todos los barrios y lugares que deseaba. Plaza Italia, Belgrano, San Telmo, Corrientes, fui hasta el Tigre... No me alcanza el tiempo, y en una semana ya volvemos a Madrid".

Tocado, conmovido así, de cara a la ciudad, ¿qué decir ahora?: "Ya no tengo una decisión rotunda en el sentido de que cada partida será definitiva. En estos días me di cuenta de que soy inequívocamente argentino".

Federico Luppi ha vuelto a reencontrarse con Buenos Aires, la ciudad que ama.MARÍA MARTA CREMONA
Federico Luppi rueda en estos días El viento con Eduardo Mignogna. / MARÍA MARTA CREMONA

"CREO AL PRESIDENTE KIRCHNER, POR LO MENOS DA LA CARA"

Como ciudadano, militante, participativo, defensor de causas sociales, interesado en la acción política, Federico Luppi nunca se repuso de la "decepción" que le causó el Gobierno de Raúl Alfonsín en el principio de la transición democrática que sucedió a la dictadura militar a comienzos de los años ochenta. "Tuvo una oportunidad histórica. Para mí fue la gran decepción, la gran caída del catre ya adulto. Todavía hoy me cuesta un enorme trabajo metabolizar aquel 'no supe, no quise, no pude' que dijo cuando anticipó la entrega del poder a Menem. Es como el canto del cisne con una verbalización de las más tremendas de la historia occidental contemporánea. Después de trajinar toda una vida para obtener el poder, terminar así, decir eso...". Y le cuesta aceptar ahora que, 20 años más tarde, todavía se mencione en los periódicos como referentes políticos a Alfonsín, Duhalde o Menem. Pero, en la calle, el actor observa cambios notables en la actitud del ciudadano de a pie. "Hay otro talante, mucho mejor ánimo. Apareció la necesidad de sobrevivir, hay una atención más respetuosa y obsequiosa, turismo mediante. Se están combinando telas, confecciones de mejor calidad, diseño muy original en la ropa, los zapatos, hay calidad, buen gusto, gastronomía".

Desde Madrid, y ahora en Buenos Aires, Luppi sigue atentamente cada discurso y cada decisión que toma el presidente.

"Le creo a Kirchner. Por ahí me estoy equivocando mucho, pero digo todo esto en homenaje a mi necesidad de creer, más que nada. De todos modos, si no es el presidente absolutamente necesario, es, al menos, el prolegómeno de un cambio. Hacía falta un individuo que, por lo menos, en instancias muy primarias, plantease las cosas con cierta franqueza. Me gusta verlo cuando pega cuatro o cinco gritos en un discurso, no sé si se le aguantará después, pero me gusta cuando lo hace. Tiene una frontalidad que seguramente le añadirá conflictos en el Congreso, pero, por lo menos, da la cara".

"Me acuerdo cuando en Madrid les dijo a los empresarios españoles lo que resultaba evidente: 'Muchachos, no se hagan los distraídos, ganaron mucho dinero, más de lo que correspondía, aprovechándose de estructuras corruptas. Ahora apuesten más".

A Luppi le preocupa la reacción de los que controlan el aparato partidario. "Lo que me da miedo es el peronismo, porque nunca sé cuál es en realidad. El partido y sus luchas internas dan la impresión de que sólo disputan por fuentes de financiación para mantener la corrupción y la mafia. Tengo la sensación de que se la van a hacer muy difícil".

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