Investigadores genéticos de la UPV aplican el análisis de ADN en crímenes

Las conclusiones de este equipo fueron determinantes en el asesinato de Virginia Acebes

Las investigaciones del Grupo de Investigación e Identificación Genética de la Universidad del País Vasco parecen una fotocopia de las que tienen en vilo a los seguidores de C.S.I., una de las series de televisión de más éxito en el mundo y la extranjera más vista en España (Tele 5). Pero es la ficción la que copia de la realidad. Aunque su actividad también abarca la deteminación de la paternidad, la identificación de huesos o el análisis de jeringuillas de toxicómanos para precisar si el uso es individual o compartido, la investigación criminalística es la más llamativa.

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Las investigaciones del Grupo de Investigación e Identificación Genética de la Universidad del País Vasco parecen una fotocopia de las que tienen en vilo a los seguidores de C.S.I., una de las series de televisión de más éxito en el mundo y la extranjera más vista en España (Tele 5). Pero es la ficción la que copia de la realidad. Aunque su actividad también abarca la deteminación de la paternidad, la identificación de huesos o el análisis de jeringuillas de toxicómanos para precisar si el uso es individual o compartido, la investigación criminalística es la más llamativa.

El criminal siempre deja pistas. Un cabello, un trozo de uña, una mancha de sangre o saliva en una colilla pueden servir para acabar con el anonimato de un asesino o de un violador. El hallazgo de cierto tipo de flora en las prendas de un cadáver es un indicio de que los hechos ocurrieron a muchos kilómetros de distancia de donde se encontró el cuerpo. El hueco dejado por una bala desmorona la hipótesis del suicidio.

"Todos los trabajos se basan en identificación genética, en el examen del ADN. Supongamos que vamos a aplicarlo a diagnóstico de criminalística. Generalmente, tenemos dos grandes supuestos, la identificación de un vestigio biológico, que suele aparecer en los casos de crímenes violentos y en los desastres de masas, es decir, cuando no tenemos cuerpo. El vestigio se analiza y se compara con el sospechoso. Pero, a veces, el vestigio tiene el ADN muy degradado y no salen resultados, así que se hace un cálculo de probabilidades. El otro caso, es cuando hay un cadáver", explica didácticamente María Martínez de Pancorbo, bióloga y jefa del grupo de investigación, que tiene su sede en la facultad de Farmacia del campus de Vitoria.

La Ertzaintza, la Policía Nacional y la Guardia Civil disponen de sus propios equipos y laboratorios. En cuanto a universidades, no llegan a media docena las que investigan la huella del ADN.

Campos complicados

Las investigaciones abarcan otros campos complicados como identificar huesos; determinar la paternidad, incluso analizando el ADN del feto o el desarrollo de una médula ósea transplantada, por citar algunos ejemplos que la científica pone sobre la mesa.

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En la investigación de crímenes, Martínez de Pancorbo incide en que su trabajo no estriba en incriminar o exculpar, sino que es meramente científico. "Tenemos que decir con el mayor rigor cuáles están siendo los resultados y llamar la atención en el caso de que no sean totalmente fiables. Hemos pasado de no creer en las posibilidades del ADN, a adjudicarle toda la verdad. Y es así, pero hay casos en los que la muestra no está en condiciones y hay que evitar interpretaciones confiadas. Aquí entra la prudencia del investigador al elaborar el informe y la del juez, cuando lo recibe".

Uno de los crímenes recientes en el que las conclusiones del grupo de investigación fueron absolutamente determinantes para resolverlo fue el de la joven Virginia Acebes. El análisis del ADN de los pelos de un animal concluyó que coincidían con los del perro del sospechoso. Ello supuso enculpamiento y posterior juicio y condena del asesino.

Rizar el rizo

"Fue uno de los primeros que hicimos con parámetros de animales. Estas identificaciones rizan el rizo. Buscamos muestras de perros, gatos, e incluso caballos y vacas. Primero, identificamos la especie e hicimos una pequeña base para ver las variaciones individuales con el fin de estar seguros de que éramos capaces de identificar los pelos de ese animal en concreto. Fue un éxito", dice la bióloga.

El equipo de investigación genética iniciará próximamente una nueva línea: la identificación del ADN de los vegetales. Los restos de fibras procedentes de plantas se pueden analizar y lo mismo las hojas que se pueden encontrar en un cadáver. Esto proporciona información sobre la posible existencia de traslados y enterramientos de cuerpos, lo que permite encajar pistas y encauzar la investigación, explica Martínez de Pancorbo.

Recuerda el caso de la muerte de Laura Orúe, un misterio aún sin resolver y al que los investigadores se referían como de automuerte y autoenterramiento porque no encontraron pistas fiables de participación de otras personas. "Era muy interesante porque se sospechaba que había muerto por asfixia. Se buscaban bolsas de plástico. Nosotros miramos la posibilidad de que si aparecían restos podrían darnos alguna pista, pero no hallamos nada".

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