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Médicos y enfermeros sevillanos se especializan bajo las ruinas de Bam

Alumnos del 'Master' de Emergencias ayudan en Irán a las víctimas del terremoto

Peor que Mozambique, Kosovo o la India. Consolación Valiente Arcenegui formó parte del primer contingente de ayuda humanitaria que voló desde Sevilla a Bam el 26 de diciembre, un día después del terremoto que destruyó la ciudad iraní. Llegó a Irán junto a Pablo Gómez, enfermero, y Agustín Tomeno, técnico en Emergencias y Catástrofes. La médico, de 31 años, es estudiante del curso de posgrado en Emergencias y Catástrofes de la Universidad de Sevilla y tiene experiencia en otras misiones de ayuda internacionales. Consolación tuvo que sortear, durante 13 días, los problemas en una ciudad sin pers...

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Peor que Mozambique, Kosovo o la India. Consolación Valiente Arcenegui formó parte del primer contingente de ayuda humanitaria que voló desde Sevilla a Bam el 26 de diciembre, un día después del terremoto que destruyó la ciudad iraní. Llegó a Irán junto a Pablo Gómez, enfermero, y Agustín Tomeno, técnico en Emergencias y Catástrofes. La médico, de 31 años, es estudiante del curso de posgrado en Emergencias y Catástrofes de la Universidad de Sevilla y tiene experiencia en otras misiones de ayuda internacionales. Consolación tuvo que sortear, durante 13 días, los problemas en una ciudad sin personal médico ni hospitales y con la población desquiciada al comprobar que muchos de sus familiares habían desaparecido. "Los que más sufrían eran las mujeres", recuerda la facultativa.

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Su situación fue lo que más llamó la atención a los tres miembros del contingente de ayuda. "Son un cero a la izquierda, las últimas en recibir asistencia médica. Si una mujer te da la mano, la llevan presa", relata Pablo. Este enfermero sevillano, de 23 años, se desplazó a Irán porque tenía el pasaporte en regla. Estudiante del Master de Emergencias y Catástrofes de la Universidad de Sevilla, estaba haciendo prácticas en la base de la empresa privada de Servicios de Asistencia Médica de Urgencia (SAMU) cuando le avisaron de la catástrofe.

En unas horas se preparó y se fue para apoyar a la unidad de perros de la ONG Bomberos Sin Fronteras. Una vez en Bam, el contingente de ayuda comprobó que no había supervivientes y los bomberos se dieron la vuelta. En la ciudad del sur de Irán se quedaron Pablo, Consolación y Agustín. En un hospital de campaña improvisado en un campo de fútbol, atendían a los heridos. Allí, Consolación se dio cuenta de que ninguna mujer acudía al hospital de campaña y decidió salir por su cuenta a buscar a las heridas. Lo hizo junto a Agustín, mientras que Pablo se quedaba en el hospital para atender a los heridos y evitar el pillaje. Fuera del hospital, Consolación y Agustín tuvieron muchos problemas para trabajar.

"El primer día, la Media Luna Roja nos dejó una ambulancia. El segundo día no y tras andar kilómetros totalmente desorientados con las mochilas al hombro, conseguimos que nos dieran una para poder desplazarnos y socorrer a las víctimas", señala Agustín. Ya en ambulancia, la médico y el técnico se alejaron 20 kilómetros del centro. "Allí encontramos a las mujeres y a los niños, a personas que no eran asistidas por nadie", recuerda Consolación. Las mujeres iraníes tenían prohibida la entrada al hospital de campaña, situación que la médico sevillana arregló al plantarse ante el miembro de la Media Luna Roja del hospital.

"Aunque era médico actuaba como observador y me pasaba a todos los heridos. Yo accedí a curarlos a cambió de que dejara entrar a las mujeres", explica. La situación de las mujeres, que tienen prohibido que los hombres las toquen, ha provocado que el último contingente que ha llegado a Irán esté compuesto por dos mujeres médicos.

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Otro de los problemas a los que se enfrentaron fue la drogadicción de la población. "Mientras que el alcohol está prohibido, la heroína y la cocaína están legalizadas para tener a la población colgada y que no dé problemas", señala Consolación. "Salvamos a un hombre que entró con una parada cardiorrespiratoria por sobredosis", cuenta Pablo. A pesar de la dureza de la experiencia, al hospital de campaña acudían 300 personas al día, el enfermero repetiría la experiencia. Lo mismo opinan Agustín y Consolación, que duermen con la maleta de urgencia hecha.

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