El Nacional de las Letras rescata la poesía pesimista y versátil de Leopoldo de Luis

El crítico y escritor, de 86 años, autor de la antología 'Poesía social', vivió un callado exilio interior

Un poeta semioculto, Leopoldo de Luis, fue galardonado ayer por el Ministerio de Cultura con el Premio Nacional de las Letras. Leopoldo Urrutia de Luis (Córdoba, 1917) es quizá más conocido como crítico literario (suya es la clásica antología Poesía social española, origen, por reacción, de la de los novísimos de Castellet) que como poeta. Pero Visor acaba de publicar los dos tomos de su Obra poética (1946-2003): 1.200 páginas que retratan el coraje moral de un poeta amargo, digno y entero, y de un hombre humilde y discreto que vivió, "como muchos otros", "la represión y el ningu...

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Un poeta semioculto, Leopoldo de Luis, fue galardonado ayer por el Ministerio de Cultura con el Premio Nacional de las Letras. Leopoldo Urrutia de Luis (Córdoba, 1917) es quizá más conocido como crítico literario (suya es la clásica antología Poesía social española, origen, por reacción, de la de los novísimos de Castellet) que como poeta. Pero Visor acaba de publicar los dos tomos de su Obra poética (1946-2003): 1.200 páginas que retratan el coraje moral de un poeta amargo, digno y entero, y de un hombre humilde y discreto que vivió, "como muchos otros", "la represión y el ninguneo".

"Camus dijo que el pesimismo no está reñido con el coraje. Yo también lo creo"
"Hay muchos escritores que lo merecen más. Pero a veces los premios le llegan a uno"
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El poeta recibió ayer la noticia del premio "con mucha gratitud pero con humildad, porque sé que hay muchos escritores que se lo merecen más. La fama no se busca, se encuentra, viene a uno algunas veces, y los premios, muchas veces, llegan por razones extraliterarias".

El premio, dotado con 30.050 euros, fue concedido a De Luis por un jurado compuesto por Claudio Guillén, Juan Van-Halen, Octavio Uña, Manuel Gahete, José Antonio Pascual ( RAE), Xesús Alonso Montero (Academia gallega); Xavier Kintana (Academia vasca), Jaume Cabré (Instituto de Estudios Catalanes), Juan Mollá López (Asociación de Escritores), Carlos Galán (Asociación de Críticos Literarios), más Fernando de Lanzas y Luis González Martín, de la Dirección General del Libro.

De Luis nació en Córdoba, pasó su infancia en Valladolid y reside en Madrid desde los 17 años. Estudió Magisterio, pero nunca llegó a ejercer, y fue capitán republicano en la Guerra Civil. "Era joven pero no era frívolo, y me vi empujado", explica. Eso marcó su vida futura. Resultó herido en la defensa de Madrid, estuvo preso en Ocaña y después se limitó a sobrevivir como exiliado interior, "trabajando en casa", y ganándose la vida con artículos de poesía en revistas como Ínsula, Papeles de Son Armadans, Poesía española o Revista de Occidente, "las únicas donde se podía escribir".

De Luis es un poeta muy fecundo. En 60 años de creación ha publicado unos 30 libros de poemas. "Son bastantes, desde luego. La poesía es como una chica que nos saluda con la mano por la calle, y a veces, incluso, nos dice adiós. Yo he escrito siempre por necesidad de escribir, y casi le diría que no tengo la culpa de haber escrito tanto. Pero ya soy muy mayor y no escribiré mucho más", dice, con voz clara y rápida, por teléfono.

Entre sus títulos destacan Alba del hijo (1946), Huésped de un tiempo sombrío (1948), Los imposibles pájaros (1949), Los horizontes (1951), El extraño (1955), Juego limpio (1961), Reformatorio de adultos (1967-1968), Igual que guantes grises (1979, premio Nacional de Poesía), Entre cañones me miro (1981), Aquí se está llamando (1992) y el último hasta ahora, Cuaderno de San Bernardo (2003). Todos ellos forman parte de los dos tomos (640 y 640 páginas, 15 euros cada uno) de su Obra poética, recién editados por Visor. Su director, Chus Visor, manifestó ayer, desde la Feria de Guadalajara, su alegría por el premio: "Es un poeta muy estimable, a caballo entre dos generaciones, y quizá por eso poco reconocido. Tuvo que cambiar de apellido tras la guerra, y siempre mostró una vertiente más social que los otros poetas de su generación, aunque, como ha escrito tanto, pasó por todas las estéticas. Pero siempre mantuvo su dignidad de poeta, aunque ha sido un autor enormemente prolífico".

"La poesía es una vocación que va con uno", explica De Luis, "y yo he tratado de utilizar esa vocación para dar testimonio de nuestro tiempo". ¿Y por eso es amarga su poesía? "No creo que sea amarga, pero quizá es pesimista. Albert Camus dijo que una filosofía pesimista no está reñida con una moral de coraje en el terreno de los hechos. Yo también lo creo. Me ha tocado vivir, por citar el título de uno de mis libros, un tiempo sombrío, pero no metí la cabeza debajo del ala, luché como podía y saqué mi vida adelante. Lo hice por la pura necesidad de seguir adelante".

Visor define a De Luis como "un caballero de la vieja escuela, muy buena persona, muy educado, siempre en la sombra, uno de los pocos españoles que todavía usa el usted con todo el mundo".

De Luis ha sido también un entregado crítico literario: estudió las generaciones del 98, el 27 y el 36, publicó una antología sobre poesía religiosa y la citada de la Poesía social (que reeditó Biblioteca Nueva hace un par de años). Además, editó la obra completa de Miguel Hernández, del que fue amigo. "Tuve esa suerte. Nos conocimos en el Madrid de la preguerra y luego coincidimos en la guerra alguna vez. Cuando me hirieron en Madrid, me llevaron por casualidad a un hospital en Alicante y Miguel pasó por allí. Estaba también Gabriel Baldrich, y entre los tres publicamos el librito Versos en la guerra".

El crítico de poesía Ángel L. Prieto, que publicará el sábado en Babelia la reseña de la Obra poética de De Luis, escribe que se trata de un verdadero poeta y que "su entramado cognoscitivo y estético no se reduce a receta". Y añade: "La médula esencial y sostenida a lo largo de su trayectoria es el humanismo existencial de raíz pesimista y de dicción mesurada".

"Mi poesía descansa en dos pilares", afirma él; "por un lado, la poesía social, el sentimiento del poeta preocupado por la condición humana; y por otro, la reflexión ante el paso del tiempo y la muerte". Esos dos grandes volúmenes, prologados por Ricardo Senabre, enseñan a un poeta de caras diversas que ama las formas clásicas, cultiva el soneto con soltura y habla del dolor sin esperanza. Un poeta melancólico, contemplativo, que si al principio sonaba algo previsible ("llegó la soledad y no me he muerto. / La soledad me abre su desierto / y me quedo a vivir entre sus brazos"), en etapas posteriores da sitio a la palabra como arma colectiva ("las puras realidades de mi pueblo / y las simples verdades de que hablo") y denuncia la injusticia del mundo: "Se me agolpan otras cosas: / el hambre de las gentes, y la ruina / y el terror de las guerras, que aún domina / y salpica de sangre aves y rosas".

Leopoldo de Luis.MIGUEL GENER
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