Reportaje:

Un sueño de cine: saltar la banca

Los jefes del clan de los Pelayos narran en un libro sus milagrosas hazañas en los casinos

Gonzalo García-Pelayo ha sido y es director de cine, apoderado de toreros, matemático, presentador de radio, descubridor de María Jiménez y Triana y productor de más de 100 discos. Su hijo Iván es licenciado en Filosofía, compositor, cantante y directivo de la SGAE. Pero ninguno de esos oficios les ha reportado tanta fama y dinero como el de jugadores profesionales. Padre e hijo son el alma del clan de Los Pelayos, que se hizo célebre en los primeros años noventa al cumplir el sueño de todo burlanga: saltar la banca en la ruleta.

Lo hicieron con un sistema matemático inve...

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Gonzalo García-Pelayo ha sido y es director de cine, apoderado de toreros, matemático, presentador de radio, descubridor de María Jiménez y Triana y productor de más de 100 discos. Su hijo Iván es licenciado en Filosofía, compositor, cantante y directivo de la SGAE. Pero ninguno de esos oficios les ha reportado tanta fama y dinero como el de jugadores profesionales. Padre e hijo son el alma del clan de Los Pelayos, que se hizo célebre en los primeros años noventa al cumplir el sueño de todo burlanga: saltar la banca en la ruleta.

Lo hicieron con un sistema matemático inventado por el padre y basado en el lema "nada es perfecto". Anotando números sobre el terreno durante meses, Gonzalo García-Pelayo descubrió que las ruletas del Casino Gran Madrid no eran planas del todo, sino que estaban levemente inclinadas, lo suficiente para que la bolita cayera bastante más en un determinado sector de números. "El que, curiosamente, menos juegan los membrillos: 4, 19, 21, 1, 33 y 20".

En unos meses de aplicación sistemática de un programa informático que simuló millones de tiradas, "sin caer en romanticismos, desmoralizaciones ni ludopatía", los Pelayo ganaron 200 millones de las viejas pesetas en Torrelodones y 27 en Lloret de Mar. Lo hicieron con un equipo de cinco o seis familiares "muy jóvenes y disciplinados", y con "una inversión de 300.000 pesetas, más otras 300.000 de remanente", que el polifacético Gonzalo había ganado en una compra-venta de leones que había adquirido en Kenia para una película.

Enseguida, "por la belleza de viajar ganando dinero a la vez", la familia y varios apegados dieron la vuelta al mundo (Amsterdam, Viena, Copenhague, Australia...) sopesando inclinaciones y ventajas, "y apostando en jornadas de 12 horas con tres equipos de cinco personas". Los Pelayo habían "maximizado" ya la inversión: jugaban 10 millones de pesetas al día, y con suerte podían llegar a ganar "el 9%".

Ahora, oficialmente retirados del juego activo, los dos cuentan sus aventuras y desvelan en tres anexos técnicos sus sistemas para ruleta, póquer (Texas Hold'em) y quinielas en La fabulosa historia de los Pelayos (Plaza y Janés). El libro es un viaje alucinante por las paradojas de esta familia: milagro y ciencia, sofisticación y casticismo, enriquecimiento rápido y honestidad, música y fatigas. "No somos pícaros, siempre hemos dado la cara y no hemos engañado a nadie", dice Iván.

Así y todo, su relato combina la jerga burladora de Quevedo y Cervantes con homenajes a Kerouac y Chandler, las canciones de Zappa y Hendrix con los sonidos de Anton Webern. Y si finalmente se convierte en película (hay ya un proyecto para hacerla), los Pelayo ocuparán un lugar en el cielo de Cincinatti Kid.

La ruina segura

Aunque sus mensajes son quizá menos literarios. Mucho cuidado con los casinos y la ludopatía: es ruina segura. Según Gonzalo, el cerebro, la desventaja del jugador de ruleta es demasiado grande para defenderse. "Nosotros detectamos una tendencia que le reportaba al casino unos 1.000 millones de pesetas al año. Eso convirtió su ventaja en la nuestra. Pero, si no es así, es imposible escaparse. El casino es una máquina de pelar". Su hijo añade: "En Madrid había siete mesas torcidas sensacionales, pero eso no ha vuelto a pasar. Y muchos casinos empezaron a fabricar mesas planas, anti-Pelayo".

A raíz de sus éxitos, la familia sufrió la arbitrariedad de muchas casas de juego, que les prohibían una entrada que la ley amparaba. No fue eso lo que les jubiló. "Éramos muy ingenuos", recuerda Iván, "y nos fuimos casando, metiendo en compromisos y apartándonos de la dureza de ese trabajo". "Por eso mismo yo no entré en las flotillas (los equipos), tenía otros compromisos", agrega Javier, hermano de Gonzalo.

Hoy, "los submarinos de los Pelayo siguen operando en el mar del Norte, pero ya no damos las coordenadas", y Gonzalo ha diversificado el negocio asesorando a su hijo Óscar, que juega al Texas Hold'em por Internet, y a Juan Carlos Mortensen, primer campeón del mundo español de póquer en Las Vegas. Iván montó una agencia de viajes para jugativos. Y ayer, los dos lanzaron un reto al casino que lo quiera aceptar: ganarles un millón de euros en dos meses.

Iván (izquierda) y Gonzalo García-Pelayo, ayer en Madrid.ULY MARTÏN
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