Reportaje:

El cerebro empieza a conocerse a sí mismo

500 neurocientíficos se reúnen en Barcelona para conocer los últimos avances en el funcionamiento de la mente

En estos momentos usted está utilizando intensamente el lóbulo temporal, que es la zona de su cerebro encargada de la comprensión del lenguaje y que se activa al leer un artículo como éste. Si en el transcurso de su lectura aflora una idea y se detiene a reflexionar, se activará la zona rostrolateral de su corteza prefrontal, un área especializada en el pensamiento introspectivo. Y si la lectura de este texto le resulta memorable, su hipocampo se encargará de guardar esta experiencia como un recuerdo perdurable entre el cúmulo de vivencias cotidianas.

Este ejemplo ilustra hasta qué punt...

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En estos momentos usted está utilizando intensamente el lóbulo temporal, que es la zona de su cerebro encargada de la comprensión del lenguaje y que se activa al leer un artículo como éste. Si en el transcurso de su lectura aflora una idea y se detiene a reflexionar, se activará la zona rostrolateral de su corteza prefrontal, un área especializada en el pensamiento introspectivo. Y si la lectura de este texto le resulta memorable, su hipocampo se encargará de guardar esta experiencia como un recuerdo perdurable entre el cúmulo de vivencias cotidianas.

Este ejemplo ilustra hasta qué punto el cerebro humano está empezando a conocerse a sí mismo. El estudio de la mente ha entrado ya en una etapa de madurez y poco a poco se van obteniendo resultados sorprendentes que ilustran la complejidad del cerebro. El congreso anual de la Sociedad Europea de Cerebro y Comportamiento, celebrado en Barcelona la semana pasada, ha servido para atestiguar el desarrollo alcanzado por una disciplina científica que está consiguiendo desvelar los mecanismos físicos asociados al funcionamiento de la mente, algo que parecía inaudito hace apenas 20 años. Se espera que estos conocimientos sean útiles en algún momento para paliar una serie de enfermedades que van desde la depresión al Alzheimer y cuyo impacto social es creciente.

La plasticidad cerebral abre una puerta al tratamiento de muchas enfermedades
"Hace muy poco que la mente se considera algo material abordable científicamente"

Las investigaciones presentadas ponen en evidencia el sofisticado funcionamiento modular del cerebro humano, un órgano constituido por áreas muy especializadas pero que, a la vez, se integran entre sí. A la vez que especializado, el cerebro es tremendamente plástico, y en la frontera entre especialización y plasticidad sitúan los expertos las posibilidades de intervenir en las enfermedades neurológicas y mentales.

Uno de los trabajos más novedosos que ilustra la modularidad cerebral fue presentado en Barcelona por el profesor Lawrence Weiskrantz, de la Universidad de Oxford. Este científico ha estudiado a pacientes aquejados de una disfunción singular que ocurre tras mirar fijamente un objeto. Si después se cierran los ojos, su imagen permanece por unos instantes en la retina y una persona normal es consciente de la existencia de un objeto inicial que ha originado la imagen posterior; pero algunos individuos sólo son conscientes de esta imagen posterior y no son conscientes de lo que han visto unos segundos antes. Esta sorprendente observación, que recuerda a alguno de los famosos casos expuestos por Oliver Sacks en sus obras, significa que el mecanismo de la conciencia tiene partes diferentes y es subdivisible, algo que no deja de sorprender en una de las funciones mentales más complejas y cargadas de simbolismo para el ser humano.

Otra de las cosas que los neurobiólogos van dejando claras es la gran especialización cerebral ya que cada función reside en alguna zona específica, y a menudo en varias. Esto ha permitido a un equipo de investigadores del Instituto de Neurociencias de Leipzig la detección de una serie de regiones del córtex que se encargan de distinguir entre los pensamientos propiciados internamente y los que vienen inducidos externamente, un área que obviamente falla en los esquizofrénicos.

El catálogo de funciones cerebrales localizadas anatómicamente empieza a ser largo. Los hábitos residen en la zona dorsal estriada, la comprensión del lenguaje en el lóbulo temporal y una buena parte de las emociones en la amígdala. No deja de ser un poco turbador el hecho de constatar la localización física y la base material de funciones mentales que siempre hemos percibido como algo inmaterial. "Hace muy poco que la mente se considera algo material y abordable científicamente", asegura Ignacio Morgado, catedrático de Psicobiología de la Universidad Autónoma de Barcelona y presidente del comité organizador del congreso celebrado en esta ciudad.

Morgado cree que se ha llegado a un grado de madurez científica debido "a una proliferación en nuevas técnicas para abordar el cerebro y, en paralelo, un desarrollo teórico imprescindible porque la mente es tan complicada que la teoría es básica para determinar cómo se aborda su estudio".

Una de estas nuevas técnicas ha sido utilizada por el investigador catalán Joaquim Fuster, que trabaja en Estados Unidos y que ha sido premiado durante el congreso. Se trata de la utilización de microelectrodos tan finos que son capaces de detectar la actividad eléctrica de una única neurona. Con esta técnica, es posible seguir, por ejemplo, el proceso de aprendizaje de un primate al que se le ofrecen dos cubiletes, uno con un cacahuete y otro sin él. Lo importante es que cada vez el cacahuete está en el cubilete contrario al de la prueba anterior, lo cual implica que cada vez que realiza el juego debe recordar qué pasó la última vez. Entre prueba y prueba, Fuster descubrió que había neuronas que se activaban. Estaban reteniendo la información. Su actividad eléctrica correspondía a un recuerdo. Esas neuronas formaban parte del sistema de memoria a corto plazo. Este tipo de estudios sería impensable sin la sofisticada tecnología que los hace posibles.

Los investigadores esperan que el cúmulo de conocimientos sobre el cerebro permita abordar enfermedades como el autismo, la depresión, el Alzheimer o el Parkinson, pero también el estrés o las actitudes agresivas y violentas. Ignacio Morgado cree que la plasticidad del propio cerebro abre una puerta al tratamiento de estas enfermedades. "Aunque el cerebro sea modular y las funciones estén compartimentadas, también tiene una enorme plasticidad, de manera que la parte del cerebro que un ciego no puede usar para ver, por ejemplo, se pone al servicio de otros sentidos, como el tacto o la audición".

"Tenemos muchas esperanzas en esta capacidad de plasticidad, de manera que si se produce una enfermedad en un futuro podremos intentar activar otra parte del cerebro y realizar compensaciones internas", explica Morgado. En este sentido el equipo de investigación de este catedrático ya consiguió hace unos años que una serie de ratas que tenían lesiones pudieran recuperar la memoria a base de estimular otras áreas del cerebro, produciendo una sobreexcitación que compensó la parte averiada.

La activación de estos mecanismos de plasticidad podría permitir, si no curar enfermedades como el Alzheimer, sí al menos compensar los problemas del enfermo durante un periodo de varios años. El objetivo, que actualmente se antoja muy ambicioso, es convertir este tipo de afecciones en enfermedades crónicas sobrellevables, al estilo de lo que ha sucedido con el sida en occidente.

Joaquim Fuster, durante su participación en el congreso.DAVID FERNÁNDEZ

En defensa de los hábitos

La relación entre el mundo consciente y el inconsciente es otro tema fascinante de estudio. Y como siempre en neurología, algunos casos aparentemente extravagantes aportan pistas privilegiadas sobre los mecanismos de la mente: algunos individuos aseguran ser ciegos, pero sus comportamientos delatan que pueden localizar visualmente objetos. Por extraño que parezca, probablemente son personas que ven pero no son conscientes de ello. Esto sirve de pista para afirmar que existe una visión inconsciente, automática. Algo muy práctico, porque el cerebro tiene tendencia a convertir la memoria en hábito para automatizar al máximo las cosas.

Ignacio Morgado defiende la importancia de los hábitos, algo muy útil para descargar de trabajo la parte consciente del cerebro. Morgado critica el modelo de enseñanza actual que "menosprecia las repeticiones y el entrenamiento de la memoria", y va en contra de la propia naturaleza de la mente.

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