LA POSGUERRA DE IRAK | El papel de las tribus

Las tribus de Irak amenazan con rebelarse si no se forma Gobierno

Los jeques no están dispuestos a entregar las armas a las tropas norteamericanas

Tras años de dictadura, Bagdad estrena caos y también libertad. Cada mañana sale un nuevo periódico a la calle y los partidos políticos han crecido como setas. Los iraquíes exigen seguridad y trabajo, pero también buscan poder. La carrera por hacerse un sitio en el futuro político del país ha comenzado y los jefes de las tribus -favorecidos en los últimos años por el régimen de Sadam y una de las piezas clave del puzzle iraquí- no quieren quedarse fuera.

Los jeques del Consejo de Tribus de Irak, unos 200 jefes de todo el país, amenazaron ayer al embajador Hume Horan, ...

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Tras años de dictadura, Bagdad estrena caos y también libertad. Cada mañana sale un nuevo periódico a la calle y los partidos políticos han crecido como setas. Los iraquíes exigen seguridad y trabajo, pero también buscan poder. La carrera por hacerse un sitio en el futuro político del país ha comenzado y los jefes de las tribus -favorecidos en los últimos años por el régimen de Sadam y una de las piezas clave del puzzle iraquí- no quieren quedarse fuera.

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Los jeques del Consejo de Tribus de Irak, unos 200 jefes de todo el país, amenazaron ayer al embajador Hume Horan, número dos de Paul Bremer, el procónsul de EE UU en Irak, con llamar a la rebelión si no se forma cuanto antes un Gobierno nacional de transición que imponga la ley y el orden.

La reunión entre Horan, uno de los pocos diplomáticos del equipo de Bremer que habla árabe, y los jefes de tribu en el viejo hotel Al Rashid empezó en un tono versallesco y terminó como el rosario de la aurora. Horan explicó a la audiencia que se estaban haciendo progresos tanto en seguridad como en economía, que "900 patrullas recorrían las calles de Bagdad cada noche" y que se acababan de entregar "15 millones de litros de gasolina". Tras él habló el secretario general del Consejo de Tribus de Irak, Raad al Handani, quien pidió "respeto a la soberanía e integridad territorial de Irak, la constitución de un Gobierno nacional elegido por el pueblo cuanto antes y la formación de comisiones mixtas de iraquíes y las fuerzas de ocupación para poner orden".

Se abrió el turno de palabra y empezó el lío. Un jeque se quejó de que aún no se había reconstruido el puente de su pueblo como le habían prometido; el siguiente juró por Dios: "Si los americanos son ocupantes, moriremos por expulsarlos de Irak", y el tercero, de la tribu de los Al Duleimi de Ramadi, una población cercana a Bagdad donde en los últimos días ha habido atentados contra las fuerzas de EE UU, declaró: "Los americanos tienen que irse cuanto antes". Si la situación social sigue como hasta ahora, agregó, "habrá una rebelión contra ellos".

Hasta el 14 de junio

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Añadió que en tales circunstancias "habría que aplazar la entrega de armas". EE UU ha establecido el próximo 14 de junio como fecha tope para que los iraquíes entreguen los arsenales que aún guardan en sus casas. Tras la salva de aplausos que siguió a sus palabras, Horan levantó la sesión y se marchó sin hacer declaraciones.

La entrega de las armas puede convertirse en el primer desafío de las tribus al poder norteamericano en Irak. En otra reunión celebrada el pasado sábado, el presidente del Consejo Central de Tribus de Bagdad, Muyid al Shameri, propuso que cada uno de los jefes apuntase los números de serie de sus armas y que él se encargaría de obtener las licencias de los estadounidenses. Pero esta solución fue considerada un "insulto" por la mayoría. El representante de la familia del Profeta, al que se distingue por llevar un pañuelo verde en lugar del tradicional de cuadros blancos y negros, afirmó: "Los americanos quieren desarmar a los iraquíes y que nos quedemos como los palestinos, armados sólo con piedras. Sólo debemos entregar las armas a un Gobierno iraquí". Sus palabras encendieron el orgullo nacional de los jefes y hubo desde quien propuso esconder los lanzagranadas, los Kaláshnikov y las municiones aún en su poder, y hasta quien exigió que "los americanos dejen de usar la palabra ayuda porque Irak no es Somalia".

Es posible que los jefes de las tribus exageren su poder, pero no hay que olvidar que esta mezcla de jueces de paz y hombres de respeto que mandan sobre decenas de miles de personas sin distingos entre suníes y chiíes iniciaron la rebelión contra los británicos en las provincias del sur en junio de 1920. Y que hace menos de dos meses facilitaron la caída de Bagdad al traicionar a Sadam Husein. Pocos días antes del fin, el dictador dio a cada jefe de tribu tres millones de dinares a cambio de su apoyo. Los norteamericanos mejoraron luego la oferta y al final los jefes cobraron dos veces.

En sus primeros años, el régimen baazista marginó a las tribus al considerarlas un elemento que frenaba el desarrollo del país, pero en la última década, a medida que disminuía su base social, Sadam comenzó a favorecerlas.

Muyid al Shameri, de 65 años, niega que existiera tal complicidad. "No hubo cómplices; sólo colaboración en algunos trámites del régimen anterior", dice quitándole importancia a la pregunta, a sabiendas de que el Gobierno concedía a cada jefe un millón de dinares en las efemérides de la dictadura. Al Shameri prefiere hablar de que se cree pronto un Gobierno iraquí de transición -"Irak no es Afganistán. No funcionará con un gobierno extranjero como el de Kabul"- y que las tribus participen en su formación. "Le aseguro que quien tenga el apoyo de las tribus ganará las elecciones". Armas y tribus, dos dolores de cabeza para los norteamericanos que previsiblemente exigirán una medicina cara.

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