Una antología recoge textos literarios sobre los derechos de los niños

Las fotografías del brasileño Sebastião Salgado ilustran '¡Volad, palabras, volad!'

¡Volad, palabras, volad! (Intermón Oxfam) reúne más de 230 textos literarios que hablan sobre la infancia, sobre su derecho a la educación o a vivir en paz. También se abordan asuntos menos terrenales como el derecho a la ternura. Las firmas incluyen a autores clásicos de la literatura universal como Tolstói y Baudelaire, junto a profesionales de otros ámbitos como Lauren Bacall o Elia Kazan. El libro incluye nueve imágenes realizadas por Sebastião Salgado. Los beneficios se destinarán a construir una escuela en América Central.

"Cuando se habla de la situación de la infancia nor...

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¡Volad, palabras, volad! (Intermón Oxfam) reúne más de 230 textos literarios que hablan sobre la infancia, sobre su derecho a la educación o a vivir en paz. También se abordan asuntos menos terrenales como el derecho a la ternura. Las firmas incluyen a autores clásicos de la literatura universal como Tolstói y Baudelaire, junto a profesionales de otros ámbitos como Lauren Bacall o Elia Kazan. El libro incluye nueve imágenes realizadas por Sebastião Salgado. Los beneficios se destinarán a construir una escuela en América Central.

"Cuando se habla de la situación de la infancia normalmente utilizamos montones de cifras y de esta manera se pierde la perspectiva humana", comenta el responsable de la antología, Javier Lucini. ¡Volad, palabras, volad!, cuyo título nace a partir de unos versos de Rafael Alberti, pretendía precisamente lo contrario: provocar la empatía del lector poniéndole alma y cuerpo a esos números.

En un principio se pensó en una obra que proporcionara material de apoyo a educadores y pedagogos, "pero a medida que el libro iba tomando forma fue quedando claro que podía interesar a cualquier joven que necesite ver reflejada su identidad y sus problemas". Con más de 230 textos escogidos de obras clásicas de la literatura universal, así como de algunos libros de memorias de artistas famosos y otros autores de actualidad, el libro puede interesar a cualquier aficionado a la lectura. "Yo soy un lector voraz, es mi vicio", reconoce Lucini. "Termino una media de tres libros semanales. Esto me sirvió de mucho a la hora de seleccionar los textos".

El trabajo duro comenzó después. "Preparar este libro ha sido lo que suele decirse un trabajo de chinos", asegura Lucini. "Primero hubo que pedir permiso a muchos autores vivos y luego hubo que hablar con editoriales, agentes y traductores", añade. La propuesta de realizar una obra que recogiera textos en los que el mundo de la infancia aparece retratado con sensibilidad literaria interesó a todos. "Cuando explicábamos que los beneficios de ¡Volad, palabras, volad! irían destinados a construir una escuela de enseñanza primaria en Centroamérica, encontramos un gran apoyo".

Pero no se trata sólo de la terrible situación de muchos niños en los países pobres. Existe otro problema, mencionado en el prólogo del libro por el director de Intermón Oxfam, Ignasi Carreras, que también preocupa a Javier Lucini: "A los niños de hoy les venden que tienen que darse prisa para hacerse mayores. En este sistema la infancia es ineficiente, igual que la fantasía. En comparación con los niños de hoy, yo con 15 años era un panoli, pero me alegro. Este libro reivindica el derecho a soñar, una idea de Eduardo Galeano que me gusta mucho".

El libro, publicado por la editorial de Intermón Oxfam en colaboración con la Fundación Santa María, inaugura una nueva colección, Caleidoscopio, que publicará obras centradas en la educación para el desarrollo. José Antonio Pérez Tapia, profesor de Filosofía de la Universidad de Granada, es el autor del próximo título de la serie: Elogio del mestizaje.

Javier Lucini no tiene hijos a los que enseñarles su trabajo, pero tiene otra razón para mostrarse satisfecho y que ahora recuerda: "Con este libro cumplo una promesa que tenía pendiente desde hace cuatro años, cuando viajé a Perú para realizar un documental". "Al salir de un restaurante en Lima nos rodeó una tropa de niños descalzos y mugrientos. Después de repartir algo de calderilla sólo quedaron los más pequeños y débiles, los que no habían conseguido nada de dinero. Uno de ellos me metió la mano en el bolsillo y sacó lo único que me quedaba, una moneda de 500 pesetas. Le expliqué que en Perú no tenía ningún valor. Entonces me preguntó si en mi país se podían comprar muchas cosas con ella. Le dije que sí, y para mi sorpresa, me devolvió la moneda, pero me hizo prometer que cuando volviera a mi país se la daría a un niño como él, a un niño de la calle". Lucini no recuerda qué ocurrió con aquellas 500 pesetas, pero ahora, dice, ha encontrado una manera de cumplir aquella promesa.

Serie Niños del éxodo, de 1996.SEBASTIÃO SALGADO / AMAZONAS IMAGES / CONTACTO
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