Entrevista:JORGE EDWARDS | Escritor

"De joven fabulaba menos que ahora"

Es único ese contraste de Jorge Edwards. Atildado, impecable, secretario de Neruda, para colmo ex diplomático y premio Cervantes 2000, y de pronto suelta un cotilleo, cualquier gamberrada o maldad que se le pase por la cabeza. "¿Si te cambia la vida el Cervantes? Cuando me comunicaron que me lo habían dado, estaba en pelota. Acababa de jugar a tenis y estaba a punto de entrar en la ducha. Te quita privacidad.". El caso es que Tusquets edita ahora una jugosa selección de las crónicas periodísticas que Edwards (Santiago de Chile, 1931) publica cada viernes en el diario de la tarde ...

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Es único ese contraste de Jorge Edwards. Atildado, impecable, secretario de Neruda, para colmo ex diplomático y premio Cervantes 2000, y de pronto suelta un cotilleo, cualquier gamberrada o maldad que se le pase por la cabeza. "¿Si te cambia la vida el Cervantes? Cuando me comunicaron que me lo habían dado, estaba en pelota. Acababa de jugar a tenis y estaba a punto de entrar en la ducha. Te quita privacidad.". El caso es que Tusquets edita ahora una jugosa selección de las crónicas periodísticas que Edwards (Santiago de Chile, 1931) publica cada viernes en el diario de la tarde La segunda y luego en EL PAÍS. Se titula Diálogos en un tejado y ahí están sus pasiones y vicios, literarios y gastronómicos, sus devaneos con la memoria, sus brillantes reflexiones sobre la actualidad, todo teñido por su cultura inmensa y ese humor inimitable.

"Neruda gastaba dinero como loco. Los coleccionistas siempre gastan como enfermos"
"George Bush es uno de esos vaqueros peligrosos a los que hay que frenar"

Pregunta. Hay escritores, como Marías o Vargas Llosa, que publican casi todos sus artículos. Usted hace una selección.

Respuesta. La diferencia entre Javier Marías y yo es que él se cree infalible y yo no [risas]. Y la diferencia entre Vargas Llosa y yo es que él lee mucho para hacer sus artículos, estudia, le salen pequeños tratados, y a mí me gusta lo contrario, nunca sé adónde voy, sólo leo muchos diarios y hago una reflexión de lo que pasa y lo mezclo con una historia que me sucedió, o comparo lo de ahora con algo que pasó hace tiempo. Además, prefiero escribir cuando se acerca el cierre, con el tiempo encima, me parece que eso les da más intensidad. No soy un teórico, soy un narrador, pero escribo las crónicas con gran disciplina. Aunque sea borracho y a las cuatro de la mañana, las escribo cada semana desde hace 20 años. Y no fallo nunca.

P. Algunas son muy literarias, pero no propiamente literatura.

R. No, no. A veces empiezo una crónica y me sale un cuento. Entonces me paro, escribo el cuento y empiezo otra crónica. Y luego no sé si esos cuentos son cuentos o crónicas reprimidas. Pero ahí están mis gustos literarios, o, mejor, mis preferencias estéticas.

P. De Proust al poeta octogenario Nicanor Parra.

R. Nicanor sale mucho, sí. Lo adoro, tiene 87 años, y está estupendamente. Hace dos años tenía una novia de 20, y lo último que he sabido de él es que había renunciado. "¡Se acabó el viejo verde!", me dijo. Vete a saber qué es lo que pasó de verdad.

P. Su querido Neruda también aparece bastante.

R. ¡Algunos me reprochan mucho que no lo suficiente! Lo conocí cuando tenía 20 años. Le envié mi primer libro, de cuentos, y tres meses después, un periodista simpático, de la noche, bueno para jalar cocaína, me dijo: "Neruda te quiere conocer". Desde ese día estuve 20 años viéndolo, y era muy divertido, sobre todo entre pocos; si estábamos cinco o seis era fascinante; si había más, ya era peor. Conocía el mundo entero, había estado en Oriente cuando las guerras de la independencia, había conocido a Gandhi, a De Gaulle, a Lorca, tenía una conversación maravillosa. Conté muchas cosas en Adiós, poeta, pero ahora sé más, o me siento más capaz de contarlas, o tengo las cosas menos encima. Si soy sincero, creo que en aquel libro me autocensuré.

P. ¿Y tiene material suficiente para uno nuevo?

R. No sé si tanto, pero quiero reeditar aquél y añadir algún capítulo. Neruda y el dinero, por ejemplo.

P. ¿Es que era tacaño?

R. No, gastaba como loco, era coleccionista y todos los coleccionistas son enfermos. Estaba lleno de deudas, y yo le animé a escribir sus memorias para pagar. La verdad es que llegó para que su viuda lo pagara todo, pero él ya no lo vio.

P. ¿Y qué anda escribiendo, aparte de estas crónicas?

R. Estoy preparando una novela de familia: la familia y la novela tienen mucha relación. Mann decía que no hay novela buena sin un buen asunto de familia. Es sobre un personaje negro y maldito, mi tío Joaquín Edwards Bello, que era escritor. Fue el proscrito de mi familia. No se hablaba de él si no era para decir el inútil de Joaquín, el degenerado de Joaquín, el vago de Joaquín. Se jugó la herencia en Europa y acabó suicidándose. Un héroe clásico. Rubio y guapo.

P. ¿Cómo cambia la fantasía con la edad? ¿Se va agotando o se renueva?

R. Yo soy muy tardío. De joven fabulaba menos que ahora. El otro día leí que Juan Goytisolo anunciaba que se retiraba de la ficción. Pero él siempre ha sido un escritor de ensayos. Señas de identidad es un ensayo sobre la identidad. Yo soy un narrador de historias y cada vez estoy más lejos del ensayo y la teoría. ¡Él decidió por fin ser lo que es!

P. ¿Cómo ve el ex diplomático la situación internacional?

R. Vivimos la gran decadencia de la diplomacia. En otro momento, este problema se hubiera tratado con los diplomáticos y, al final, en todo caso, con la guerra, que, como dijo alguien, es la última forma de diplomacia. El problema principal es que Europa se ha dividido; unida hubiera podido influir más sobre Estados Unidos. Ese país ha tenido presidentes sensibles para la política internacional, como Wilson, Roosevelt o Clinton, y vaqueros peligrosos, como Bush, a los que hay que frenar. Primero, esa guerra será muy cruel; segundo, sembrará más terrorismo. Pero gran parte de la culpa de lo que pasa es que acabó la época de los grandes ministros de Exteriores. Vivimos un tiempo en que los presidentes no confían en sus ministros de Exteriores, dirigen ellos mismos la política y se equivocan. Vivimos una época de política mediocre.

P. ¿Qué supuso para usted el Premio Cervantes?

R. El día que me lo dieron perdí al tenis, no sé por qué. Luego sonó el celular, yo estaba en el vestuario, en pelota, y me dijeron que había ganado. Me preguntaban: "¿Cómo lo recibió?". Y yo decía: "En pelota". Respetuoso con Cervantes, eh, porque en pelota uno está en su verdad. Luego, me sirvió para releer a don Miguel. Aunque me impidió presentarme a ningún premio económico más. Si eres Cervantes no puedes ser Planeta. Y me quitó privacidad, tiempo y concentración para escribir: demasiados viajes, mesas redondas, conferencias... Más que un premio, el Cervantes es una canonización. Pero igual la vejez consiste en tener más dificultad para concentrarse. En eso, y en viajar y comer menos.

P. ¿Y beber?

R. Ya bebo sólo vino. Cuatro veces menos y cuatro veces de mejor calidad. Quiero escribir un libro sobre el vino. Mi abuelo era vinatero y yo, a los seis años, ya bebía vino. Así que algo sabré.

Jorge Edwards, ayer en Madrid.LUIS MAGÁN

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