La música de las imágenes

Muchos poetas han escrito de arte. Y muchos de esos textos tienen una estrecha relación con la propia obra de esos poetas. Los cuadros, así, sirven de excusa para dar cuenta de sus inquietudes formales, para explorar sus viejas obsesiones, para expresar desde otras coordenadas las preocupaciones vitales que las inspiran.

El cuadro -el arte- se convierte, pues, en un vehículo para que el poeta dialogue con su propio mundo desde la distancia de la mirada del otro.

No hay obra artística, de ningún tipo, que no surja del diálogo entre el artista y el espectador (el lector) a través d...

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Muchos poetas han escrito de arte. Y muchos de esos textos tienen una estrecha relación con la propia obra de esos poetas. Los cuadros, así, sirven de excusa para dar cuenta de sus inquietudes formales, para explorar sus viejas obsesiones, para expresar desde otras coordenadas las preocupaciones vitales que las inspiran.

El cuadro -el arte- se convierte, pues, en un vehículo para que el poeta dialogue con su propio mundo desde la distancia de la mirada del otro.

No hay obra artística, de ningún tipo, que no surja del diálogo entre el artista y el espectador (el lector) a través de la obra que el primero propone. De ese diálogo casi nunca quedan testimonios, salvo los que llegan de la crítica, que muchas veces, por las propias normas que ese oficio impone a los que lo cultivan (poner en circulación una valoración, buena o mala, establecer afinidades o diferencias, situar cada pieza en el contexto de una tradición), pierden parte de la radicalidad con que una subjetividad, sea la que sea, se enfrenta a las obras de los otros.

Valente escribió mucho de las obras de los demás, fueran literarias o artísticas. También habló mucho, se pronunció sobre ellas, y en numerosas ocasiones con un lenguaje afilado que levantó polémicas y que le creó no pocos enemigos.

Si su aventura poética siempre fue arriesgada -cultivó los caminos menos trillados-, también como crítico cultivó la heterodoxia.

No era una pose. Los ensayos que se han reunido en Elogio del calígrafo revelan el íntimo vínculo que existe entre su poesía y los artistas y las obras a las que se acerca. En primer lugar, por el propio lenguaje: en estos textos conviven el comentario más personal con recorridos más documentados, la conversación con la aproximación más caprichosa. En cuanto a los contenidos, basta recoger algunas de las palabras que orientan su desarrollo -memoria, luz, pasión, límite, jardín, vacío- para saber que estamos en el mundo de Valente, y que lo que hay ahí es ese esfuerzo por conquistar ese espacio donde la música de las palabras se confunde con la música de las imágenes. Lo que está más allá, lo inexpresable.

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