RELACIONES EUROPA-EE UU

El 'caso Enron' y la crisis económica reactivan la oposición demócrata

El próximo junio, según la organización liberal Centro para el Presupuesto y Políticas Presupuestarias, radicada en Washington, cerca de dos millones de trabajadores norteamericanos perderán los beneficios del seguro de desempleo. Ochenta mil fueron expulsados del sistema de protección laboral este fin de semana. Son parte de los trabajadores que perdieron sus empleos a raíz del 11 de septiembre y que ahora están llegando al límite de 26 semanas que cubre habitualmente el seguro de paro en Estados Unidos.

Ellos, como la mayoría de los norteamericanos, están más preocupados por la econom...

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El próximo junio, según la organización liberal Centro para el Presupuesto y Políticas Presupuestarias, radicada en Washington, cerca de dos millones de trabajadores norteamericanos perderán los beneficios del seguro de desempleo. Ochenta mil fueron expulsados del sistema de protección laboral este fin de semana. Son parte de los trabajadores que perdieron sus empleos a raíz del 11 de septiembre y que ahora están llegando al límite de 26 semanas que cubre habitualmente el seguro de paro en Estados Unidos.

Ellos, como la mayoría de los norteamericanos, están más preocupados por la economía que por la continuación de la guerra en Irak. Siguen siendo patriotas, sin duda, y apoyan al presidente Bush, pero están cada vez más irritados con los senadores y congresistas republicanos. No es extraño porque, por primera vez, el Congreso no ha aprobado una extensión del seguro de desempleo de 13 semanas, algo que se había hecho en todas las crisis anteriores y que hubiera dado un pequeño alivio a esos dos millones de parados. En este caso, los halcones republicanos han decidido que no dejarán pasar la ley si al mismo tiempo no se acepta una reducción de impuestos para las empresas y los tramos de renta más altos.

Los republicanos se han negado a ampliar durante 13 semanas el seguro de desempleo
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'La ampliación del seguro de paro es algo tan normal, y la negativa algo tan cruel', escribe el economista Paul Krugman, 'que esta decisión lleva la cruzada de la reducción de impuestos a un nivel de fanatismo... ¿Qué será lo próximo? ¿O apoyas la bajada de impuestos o te rompemos las piernas?'.

Los norteamericanos ya no hablan todo el rato de terrorismo, sino de la crisis y de qué proponen los políticos para sacar la economía adelante. Eso es lo que estaban esperando los demócratas para lanzarse otra vez a la oposición. 'Los europeos siempre se olvidan de que éste es un país en el que dos partidos están permanentemente luchando por desalojarse mutuamente del poder', asegura la escritora Barbara Prosbt Solomon.

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El ataque del 11 de septiembre dejó a los demócratas mudos, unidos al presidente, pero eso no quiere decir que los dos partidos piensen lo mismo, ni que EE UU se haya convertido en un país con una sola voz. Ni, por supuesto, que los demócratas hayan olvidado cómo llegó George Bush a la presidencia.

Algunos analistas empiezan, además, a insinuar que el escándalo de Enron va a tener casi tantas consecuencias como el 11-S. 'Aquel día nos dimos cuenta de que no estábamos seguros en nuestra propia casa. Con Enron aprendimos que la estafa y el delito pueden estar incrustados en nuestro sistema y que las instituciones que debían protegernos (la SEC o las auditoras) no son eficaces o estan corrompidas', explica un especialista de Solomon Brothers. Además, Enron ha creado dudas sobre las retribuciones por stock options que llevan a los ejecutivos a intentar subir exponencialmente el valor de las acciones, corriendo a veces riesgos enormes y secretos. Todo ello está teniendo un efecto demoledor en la confianza de los norteamericanos.

Por el momento, la reacción más llamativa ha sido la exigencia de una mayor transparencia: todos exigen que se averigue cuántas empresas han maquillado sus cuentas. Los medios de comunicación fueron incapaces de adelantarse a la peor quiebra de la historia, salvo una periodista de Fortune, Bethany McLean, la única que, pese a las presiones, consiguió publicar que nadie sabía cómo Enron ganaba el dinero y que una empresa tan opaca podía dar una sorpresa desagradable cualquier día.

La crítica a la falta de transparencia de Enron empieza a trasladarse también a la Administración de Bush, donde la opacidad es casi una seña de identidad. El caso más evidente es el de Cheney (obsesionado con trabajar escondido en lugares secretos), y tan contrario a facilitar información a los congresistas, que un colega de su partido le ha calificado de 'estalinista'.

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