El experimento militar afgano

El rápido desarrollo de la campaña bélica sirve de aviso a otros países y abre una nueva estrategia para Estados Unidos

A punto de cumplirse 50 días del inicio de la guerra de Afganistán, los responsables del Pentágono y los analistas de defensa comienzan a sacar conclusiones. Aún es muy pronto para cantar victoria, pero ya dejan traslucir cierto optimismo, máxime si se tiene en cuenta, como declaró Paul Wolfowitz, subsecretario de Defensa de EE UU, a la CBS el pasado domingo que los militares norteamericanos sólo 'tuvieron tres semanas para planificar esta campaña'. 'Nadie había previsto una guerra en Afganistán antes del 11 de septiembre'.

Los acontecimientos se precipitaron desde la caída de la ciudad...

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A punto de cumplirse 50 días del inicio de la guerra de Afganistán, los responsables del Pentágono y los analistas de defensa comienzan a sacar conclusiones. Aún es muy pronto para cantar victoria, pero ya dejan traslucir cierto optimismo, máxime si se tiene en cuenta, como declaró Paul Wolfowitz, subsecretario de Defensa de EE UU, a la CBS el pasado domingo que los militares norteamericanos sólo 'tuvieron tres semanas para planificar esta campaña'. 'Nadie había previsto una guerra en Afganistán antes del 11 de septiembre'.

Los acontecimientos se precipitaron desde la caída de la ciudad de Mazar-i-Sharif en manos de la Alianza del Norte a principios de mes hasta llegar al actual colapso del régimen talibán, pese a que aún resiste en Kandahar, su feudo histórico al sur del país. Y tan cierto es que aún no se ha capturado a Osama Bin Laden como que la operación militar se desarrolla con mayor rapidez de la que muchos observadores preveían.

'Nadie había previsto una guerra en Afganistan. Se preparó en tres semanas'
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Los jefes del Pentágono y diversos analistas coinciden en atribuir este éxito a una serie de factores: haber logrado en tiempo récord el aislamiento absoluto de los talibanes y la colaboración rusa, cuya versión modernizada de los 40 carros de combate T-55 entregados a la Alianza del Norte fueron 'decisivos', según la revista británica Jane's, en la ofensiva terrestre; la colosal proyección de fuerza demostrada por el Ejército de EE UU, que ha suplido con sus portaaviones la ausencia de bases próximas a Afganistán y el empleo masivo de armas inteligentes que han limitado el número de bajas civiles; el empleo de fuerzas especiales en tareas de enlace de las facciones antitalibanes y de fijación de objetivos para la aviación y la habilidad de Washington para dejar el protagonismo de la campaña en las últimas semanas a los diferentes grupos musulmanes afganos.

En este punto, Wolfowitz, en la entrevista citada, afirma: 'Una de las lecciones de la historia de Afganistán que hemos intentado aplicar a esta campaña es que si eres extranjero no intentes meterte. Y si te metes no te quedes mucho tiempo'. Estados Unidos parece haber aprendido también otra lección de la ocupación soviética: aquel chiste que decía que 'los afganos no se dejan comprar; sólo alquilar'.

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De confirmarse como un éxito este modelo de campaña afgana construido sobre la marcha y, por tanto, sujeto aún a sufrir reveses, señalan los analistas, tendrá consecuencias estratégicas. En primer lugar, deja de lado la doctrina Powell que orientaba la acción militar norteamericana. Aquello de que para que EE UU se embarcara en una guerra debía tener 'objetivos claros', poner sobre el terreno 'una fuerza insuperable' y contar con 'una estrategia de salida'. Y en segundo, como ha dicho Wolfowitz, esta campaña envía un mensaje muy claro a otros países fuera del teatro de guerra afgano: 'Lo que les ha pasado a los talibanes te puede pasar a ti'.

Esta advertencia ya fue declarada por el presidente Bush tan pronto como el 20 de septiembre, cuando afirmó ante el Congreso que 'cualquier nación que continúe albergando o apoyando el terrorismo será considerada como un régimen hostil', y añadió que la guerra contra el terror no terminaría sólo con el fin de Al Qaeda, sino cuando 'cada grupo terrorista de alcance global haya sido encontrado, frenado y derrotado'.

Y el primer sujeto paciente de este aviso es Irak. La especulación sobre si la Administración de Bush se decidirá a acabar de una vez por todas con Sadam Husein ha sido alimentada en las últimas semanas por la propia Casa Blanca y el Pentágono. Afirmando de entrada que no hay nada decidido, la consejera de Seguridad Nacional del presidente, Condoleeza Rice, a la CNN, Wolfowitz a la CBS y Rumsfeld en una entrevista con el equipo directivo del New York Times han insistido en que 'Sadam debe estar ahora muy preocupado'.

En esa entrevista, Rumsfeld, tras negar que haya divisiones sobre el caso de Irak en el Gobierno, afirma: 'Te levantas por la mañana y cuando miras al mundo ¿qué encuentras? Encuentras un país que tiene armas químicas y biológicas, un país que tiene un gran apetito de armas nucleares, un país que invadió a su vecino, un país que usó armas químicas contra los kurdos, un país que patrocinó y albergó terroristas durante años, un país donde el régimen es represor y reprime a su propio pueblo'.

Los jefes del Pentágono no entran a discutir los obstáculos de una eventual acción contra Irak como la posible ruptura de la actual coalición internacional, el hecho de que no se haya logrado galvanizar a la oposición contra Sadam en los últimos 10 años o la indignación árabe si se mantiene la tragedia de Palestina. Por ahora, tienden a pensar que pueden haber descubierto y probado en Afganistán un método para derrocarle.

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