54º FESTIVAL DE CANNES

Sentimientos y razón

'Entrar en el cuarto de baño y ver vacío el cubo de la ropa de lavar..., sé que es una tontería, pero me puede....', explica al borde de las lágrimas la madre de Jorge Díez Elorza, escolta de Fernando Buesa, asesinados los dos por ETA el 22 de febrero de 2000 en Vitoria cuando se dirigían a pie hacia la sede del Parlamento vasco. Asesinato en febrero, el filme producido por Elías Querejeta y dirigido por Eterio Ortega, que ayer se pudo ver en Cannes, reconstruye desde los comentarios, recuerdos y sensaciones de sus familiares y amigos el perfil de las víctimas.

Si recordar y recr...

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'Entrar en el cuarto de baño y ver vacío el cubo de la ropa de lavar..., sé que es una tontería, pero me puede....', explica al borde de las lágrimas la madre de Jorge Díez Elorza, escolta de Fernando Buesa, asesinados los dos por ETA el 22 de febrero de 2000 en Vitoria cuando se dirigían a pie hacia la sede del Parlamento vasco. Asesinato en febrero, el filme producido por Elías Querejeta y dirigido por Eterio Ortega, que ayer se pudo ver en Cannes, reconstruye desde los comentarios, recuerdos y sensaciones de sus familiares y amigos el perfil de las víctimas.

Si recordar y recrear íntimamente la figura de quien se ama es, probablemente, una de las más dignas manifestaciones del espíritu humano, realizar con esos mimbres un filme como Asesinato en febrero trasciende lo personal para promover la reflexión sobre lo colectivo, de tal modo que lo propio, aquello que surge del corazón -los relatos sobre un hijo, un nieto, un marido o un padre muertos-, desmantela las perversiones conceptuales de la sociedad. La descripción de ese cubo vacío sin la ropa del gimnasio que depositaba diariamente para lavar Jorge Díez es una demoledora carga de profundidad para conceptos como 'patria' o 'liberación', de los que, al parecer, surge la justificación de la barbarie.

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Pero el filme de Querejeta y Ortega tiene otros muchos aspectos dignos de consideración. La alternancia de los testimonios familiares con el relato de unos expertos que explican cómo se decide, planifica y prepara uno o varios asesinatos, muestra la terrible manipulación de los hechos de los profesionales del terrorismo: se habla de comando, jefes, enlaces, de la organización, de la acción o de 'seguir y estudiar los pasos del objetivo'. Nada hay que remita a lo humano, como si la amoral jerga militar eximiera de cualquier responsabilidad a quienes la utilizan. Por el contrario, todo lo relacionado con las víctimas -paisajes, gentes, objetos- rebosa verdad y comprensión. Las abstracciones no tienen cabida. El monólogo del abuelo Bernardo mientras parte la leña para la chimenea contiene más sabiduría de la vida que todos los manifiestos y análisis de la mafia redentora juntos. Asesinato en febrero no es una película de denuncia política, ni pone ningún dedo en llaga alguna. Nada tiene que ver con las habituales simplezas y coartadas ideológicas de los bienpensantes. Es más sutil que todo eso: es una prueba de que el talento permite aunar los sentimientos con la razón frente a la demagogia o la crueldad.

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