Novelistas a la carta

Se acabó la sequía. Por si alguien dudaba de la salud de la novela, unos lamentables negociantes han dado con la cura: rehagamos la narrativa ya existente-han dicho-. Si la economía moderna consiste vender de mil maneras distintas el mismo producto, demos un paso adelante. Y el paso adelante consiste, si ustedes lo han leído en estos días, en continuar las grandes novelas del pasado o en reescribirlas desde el punto de vista de alguno de los personajes no principales.

Lo que el viento se llevó parece ser la pieza más apetecida. Se escribió y publicó una segunda parte, al parecer a insta...

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Se acabó la sequía. Por si alguien dudaba de la salud de la novela, unos lamentables negociantes han dado con la cura: rehagamos la narrativa ya existente-han dicho-. Si la economía moderna consiste vender de mil maneras distintas el mismo producto, demos un paso adelante. Y el paso adelante consiste, si ustedes lo han leído en estos días, en continuar las grandes novelas del pasado o en reescribirlas desde el punto de vista de alguno de los personajes no principales.

Vaya invento. Empezando por la Odisea contada desde el punto de vista de Eumeo y terminando por el relato de la vida de Odiseo y Penélope enfrentados a Telémaco porque vuelve a casa a las tantas, imagínense ustedes el chollo que se avecina: Todo puede volver a ser escrito Con apenas unos ajustes, unos contrastes, unos apaños. Todo viene resuelto de antemano. Si el señor Henry James, inventor de la teoría del punto de vista, levantara la cabeza se quedaría atónito al contemplar el grado de corrupción (no he dicho degradación, que también, sino corrupción) a que han podido llegar algunos elementos del mundo editorial y sus lacayos de la pluma. En busca del beneficio fácil y amparados en la ignorancia de un público potencial ávido de ponerse novelas como se ponen etiquetas en toda la ropa que cubre su cuerpo (para que se vea quienes son y dónde compran) están dispuestos a reescribir todas las novelas que en el mundo han sido. ¿Quién dijo que se estaban acabando las ideas?.

Lo que el viento se llevó parece ser la pieza más apetecida. Se escribió y publicó una segunda parte, al parecer a instancia de los herederos en vista de que se acababa el plazo de privacidad de los derechos de autor. Ahora se reescribe contada por la criada negra y con la coartada de dignificar el mundo de los negros. La escritora Alce Randall, mestiza, autora de la "nueva" novela justifica el aprovechamiento de fragmentos enteros del original porque su "intención no es otra que criticar y ridiculizar la novela original por el trato denigrante que se da a los esclavos". Y, naturalmente, ante la decisión contraria de un juez, Alice Randall ha anunciado que está dispuesta a llegar hasta el Tribunal Supremo. De inmediato, numerosos intelectuales entre los que se encuentra la premio Nobel de Literatura, Toni Morrison, de raza negra, han apoyado su causa. No se trata de plagio o no-plagio sino de defender los derechos de las minorias oprimidas. Ya ha dejado caer en su defensa que lo que impide la publicación no es la usurpación de la autoría original del libro sino "los fantasmas del sur y el tabú de la esclavitud", según reza la noticia. El gran crítico norteamericano Harold Bloom definió a las minorías que anteponen sus razones minoritarias en el terreno literario a cualquier razón literaria como Escuela del Resentimiento; y los resentidos han entrado en el asunto a banderas desplegadas. En España se denomina a esto confundir la velocidad con el tocino, pero los mediocres no se arredran.

La última noticia al respecto es la publicación de la continuación de Los miserables de Víctor Hugo. Un ciudadano que se dice escritor ha decidido resucitar al malo y reivindicarlo, aunque esto no sea un problema de minorías sino de estricta caradura. Por este camino, entre unas licencias y otras, con unos cambios aquí y allá y una apelación a la libertad de escritura ya tenemos legalizado el plagio. ¿Para qué molestarse en inventar una ficción habiendo tanto que remodelar, corregir y ampliar?.

Una escritora de verdad, Jean Rhys, concibió una vez contar la historia de la esposa loca de Rochester en Jane Eyre. Su libro relata lo que el otro no narra: la vida en el Caribe de aquella mujer. No repite una sola línea de Jane Eyre sino que intenta imaginar a esa mujer desde lo que Charlotte Bronte no contó y lo que hace de verdad es medir su talento con el de la propia Bronte. El resultado es una novela maravillosa, Ancho mar de los Sargazos. Pero se hizo desde la creación, no desde el tongo, porque la verdadera creación excluye necesariamente el plagio.

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