PREMIOS ORTEGA Y GASSET DE PERIODISMO

Un enamorado del retrato

Gorka Lejarcegi (Mendata, Vizcaya, 1967) es de esos fotógrafos que reúnen la capacidad de contar periodísticamente la realidad con una instantánea imprescindible, y también el toque de quien sabe que no puede ni debe prescindir del arte.

Licenciado en Publicidad por la Universidad del País Vasco, y con estudios de Derecho en la UNED (Universidad Nacional de Educación a Distancia), comenzó a trabajar periodísticamente en 1988 en la revista Aldaba, de Gernika, y en El Correo de Bilbao. Desde 1990 es fotógrafo de EL PAÍS, donde se ha prodigado en cada sección y suplemento, co...

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Gorka Lejarcegi (Mendata, Vizcaya, 1967) es de esos fotógrafos que reúnen la capacidad de contar periodísticamente la realidad con una instantánea imprescindible, y también el toque de quien sabe que no puede ni debe prescindir del arte.

Licenciado en Publicidad por la Universidad del País Vasco, y con estudios de Derecho en la UNED (Universidad Nacional de Educación a Distancia), comenzó a trabajar periodísticamente en 1988 en la revista Aldaba, de Gernika, y en El Correo de Bilbao. Desde 1990 es fotógrafo de EL PAÍS, donde se ha prodigado en cada sección y suplemento, con reportajes por todo el mundo.

Como artista, acaba de tener una exposición individual en Bilbao, Retratos, Otros Mundos y Éste, y el próximo año la asociación cultural Ongarri, de Elgóibar, le publicará un libro de retratos.

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'Si tengo que elegir un género', dice, 'es el retrato, porque permite pensar. Del retratado intento contar algo sobre quién es socialmente; busco reflejarlo en algún elemento. Y, desde luego, captar quién es'.

Del periodismo le interesa la variación. 'Los fotógrafos de periódico podemos resolver cualquier situación en un relámpago'.

La foto definitiva suele avisarle. 'A lo mejor disparas muchas veces, depende de la ocasión, pero siempre hay una idea de dónde debes buscar al revelar'.

En situaciones como las de la instantánea que le ha valido el Ortega y Gasset, confía en una función inesperada de la cámara. 'En esos momentos la cámara te hace como de aislante', dice. 'Si por un momento la bajas, recibes de lleno el bofetón de la tensión y del dolor. Mientras disparas, los sentimientos se amortiguan. Eso te permite trabajar'.

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