Tribuna

Estructuras sociales básicas

El debate sobre la pérdida de población de Barcelona pocas veces tiene en cuenta los efectos negativos sobre la vida cotidiana de sus habitantes. Estos efectos negativos vienen de la disminución demográfica concentrada en determinadas franjas de edad o en ciertas situaciones familiares, que afectan el entramado sociofamiliar de la ciudad.

Una aclaración previa: la pérdida de población no se ha traducido en menos hogares o viviendas habitadas. Según el Instituto de Estadística de Cataluña, entre 1991 y 1996 Barcelona ha perdido unos 135.000 habitantes, hasta llegar a 1,5 millones, pero...

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El debate sobre la pérdida de población de Barcelona pocas veces tiene en cuenta los efectos negativos sobre la vida cotidiana de sus habitantes. Estos efectos negativos vienen de la disminución demográfica concentrada en determinadas franjas de edad o en ciertas situaciones familiares, que afectan el entramado sociofamiliar de la ciudad.

Una aclaración previa: la pérdida de población no se ha traducido en menos hogares o viviendas habitadas. Según el Instituto de Estadística de Cataluña, entre 1991 y 1996 Barcelona ha perdido unos 135.000 habitantes, hasta llegar a 1,5 millones, pero los hogares se mantienen en la raya de 577.000. La pérdida de población se ha producido porque los individuos que se han ido emancipando deben emigrar a menudo a otros municipios con mejor oferta residencial. Dejan en Barcelona el hogar de los padres, que con el tiempo envejece y se hace pequeño. Los hogares encabezados por personas de la tercera edad han aumentado en 25.000. Barcelona camina hacia una especialización demográfica en la que los hogares de jóvenes con hijos no son bien acogidos por las condiciones residenciales existentes. Las parejas han disminuido en 35.000; las que tienen hijos, en 40.000.

La inercia de esta evolución puede conducir a que Barcelona sea un lugar donde sólo se pueda vivir si se tiene una determinada edad o si se siguen ciertas opciones familiares. Las personas mayores pueden vivir, no porque tengan más recursos, sino porque se benefician de las posiciones residenciales que adquirieron cuando eran jóvenes y convivían con sus hijos, ahora ausentes. Los jóvenes que pueden residir en Barcelona tienen relativamente pocos hijos pequeños habitando con ellos. Son hogares de personas maduras o poco predispuestas a tener hijos, o son hogares de jóvenes que se verán presionados a emigrar para cumplir sus deseos reproductivos y disfrutar de unas condiciones residenciales adecuadas. Esta especialización demográfica está llevando a la separación residencial creciente de los padres respecto de los hijos emancipados y a la fragilidad de las redes de ayuda y relación cotidiana basadas en la cercanía, tan importantes para los mayores y para los padres jóvenes. En definitiva, no nos resignemos a la disminución de población de Barcelona por el peligro de pérdida de diversidad demográfica y de debilitamiento de sus estructuras sociales básicas.

Juan Antonio Módenes Cabrerizo es profesor del Departamento de Geografía de la Universidad Autónoma de Barcelona y miembro del Centro de Estudios Demográficos

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