El clasicismo moderno de Albert Ràfols-Casamada inunda el Macba

La retrospectiva del artista en Barcelona reúne la obra de 1953 a 2001

La retrospectiva de Ràfols-Casamada se inicia en 1953 y finaliza en 2001. Reúne más de un centenar de obras y múltiples documentos relacionados con sus otras facetas creativas, entre las que destacan las de poeta y pedagogo. Son factores que, junto a su papel como impulsor de todo tipo de iniciativas culturales en Barcelona a lo largo de más de 50 años, justifican que se le compare a un humanista clásico. Como clásica es también su pintura, equilibrada y armónica, en la que él mismo reconoce las resonancias de la tradición clasicista mediterránea que heredó de una infancia influida por el ...

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La retrospectiva de Ràfols-Casamada se inicia en 1953 y finaliza en 2001. Reúne más de un centenar de obras y múltiples documentos relacionados con sus otras facetas creativas, entre las que destacan las de poeta y pedagogo. Son factores que, junto a su papel como impulsor de todo tipo de iniciativas culturales en Barcelona a lo largo de más de 50 años, justifican que se le compare a un humanista clásico. Como clásica es también su pintura, equilibrada y armónica, en la que él mismo reconoce las resonancias de la tradición clasicista mediterránea que heredó de una infancia influida por el noucentisme que defendía Eugeni d'Ors. Pero, como explicaba ayer el director del Macba, Manuel Borja Villel, el de Ràfols-Casamada es un clasicismo en tensión en el que pueden rastrearse las grandes vanguardias del siglo XX, desde el colorismo de Matisse, el cubismo de Braque y el constructivismo de Torres-García hasta el expresionismo abstracto estadounidense de Rothko y Motherwell o el espacialismo europeo. Desde que a principios de los años sesenta Ràfols abandonó la figuración -sólo se exhibe un lienzo y algunos dibujos de este periodo de formación-, el artista inició un proceso de experimentación que, con momentos brillantes a lo largo de esta década, alcanzó su cénit a finales de los años setenta, momento en que su obra logró el reconocimiento generalizado y se cristalizó la que sería su obra futura.

La exposición se inicia con dos salas centradas en los años sesenta que, reconoció ayer el artista, reflejan el cambio más importante que ha tenido su trayectoria. En la primera se presentan obras de carácter informalista en las que ya queda patente su interés por la estructuración del espacio en el cuadro a través de formas y colores suaves y serenos que sugieren experiencias o sensaciones extraídas de su entorno inmediato. A mediados de esta década, aparece con fuerza el collage, tanto a través de fotografías y recortes de diario como de fragmentos de antiguos papeles pintados o elementos objetuales como botones e interruptores. En esta sala se exhibe una de las obras más características de este periodo, el tríptico Homenaje a Léger, realizado en 1968, el mismo año en que Ràfols, como director y fundador de la escuela barcelonesa de diseño Eina, invitaba a Umberto Eco a impartir un seminario sobre semiótica y dedicaba gran parte de sus energías a la nueva pedagogía del arte que ha marcado de forma perdurable a varias generaciones de creadores catalanes.

En los años setenta, tal como refleja la exposición, la pintura de Ràfols-Casamada adquiere un aire más geométrico que se ve acentuado por la introducción, a finales de esta década, de maderas en forma de construcciones, tanto escultóricas como pictóricas, que reflejan su formación arquitectónica -dejó la carrera a los tres años para dedicarse exclusivamente a la pintura- y el ambiente formalista de la pintura pura del momento. La parte central de la exhibición se dedica a la obra de los años ochenta y noventa, la más conocida, en la que el gesto goza de mayor protagonismo y su abstracción adquiere un carácter más lírico. La retrospectiva, sin embargo, finaliza con una sala en la que se contraponen sus dibujos y poemas visuales de los años setenta con pinturas y dibujos de los noventa, lo que permite apreciar la coherencia de su evolución.

Una versión más reducida de la exposición podrá verse del 12 de julio al 30 de septiembre en el IVAM de Valencia, centro que ha producido, en colaboración con el Macba, la retrospectiva, cuya comisaria es Teresa Millet. De forma paralela se ha organizado una mesa redonda sobre pintura y poesía y la Fundación Ràfols-Casamada-Maria Girona -que tendrá su sede en una antigua casa del pueblo barcelonés de Capellades- ha organizado dos conferencias, en mayo, a cargo de Francisco Calvo Serraler y Arthur C. Danto.

La mirada del poeta

Hace dos meses se presentó la antología poética de Albert Ràfols-Casamada, Signe d'aire (Proa, 2000), que, explicaba Oriol Bohigas, 'confirma a Ràfols como uno de los grandes poetas catalanes'. Su valoración como poeta ha sido tardía, acorde con su retraimiento a la hora de publicar -su primer libro salió en 1976, casi 30 años después de su primera exposición-, y queda reflejada en el catálogo con un artículo de Alfonso Alegre Heitzmann que incluye la traducción al castellano de algunos poemas. Con todo, hay aún otra faceta poética de Ràfols que sigue siendo desconocida por el gran público. Son sus poemas visuales, de los que se exhibe una somera selección en unas vitrinas que, repartidas por las diferentes salas, resultan ser una de las sorpresas más agradables de la exposición. En ellos el artista juega tanto con el collage como con la presentación tipográfica de las palabras, consiguiendo destilar magia de una palabra tan sencilla como 'arbre (árbol)'. 'El espacio del poema / es la hoja de papel / el espacio de las imágenes / es ilimitado', dice en uno de sus poemas. En algún momento consigue que también el papel sea ilimitado.

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