VISTO / OÍDO

A otra cosa

Olvidemos ya a Pinochet. Dejémosle para siempre entre la flora americana del jardín de su hermosa finca. Y al general Contreras. Ganaron su golpe de Estado en Chile, mataron a quienes les parecieron los enemigos de quienes les costeaban su patriotismo; los tiraron vivos desde aviones, y vivos enterraron a algunos; los torturaron, les quitaron sus hijos y sus nietos para dárselos a sus esposas estériles: han hecho de ellos buenos chilenos pinochetistas. Olvidémoslo: es una cuestión para la historia, pero nada más. Ganaron entonces, ganan hoy; todos los procesos han ido fracasando, todos los bue...

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Olvidemos ya a Pinochet. Dejémosle para siempre entre la flora americana del jardín de su hermosa finca. Y al general Contreras. Ganaron su golpe de Estado en Chile, mataron a quienes les parecieron los enemigos de quienes les costeaban su patriotismo; los tiraron vivos desde aviones, y vivos enterraron a algunos; los torturaron, les quitaron sus hijos y sus nietos para dárselos a sus esposas estériles: han hecho de ellos buenos chilenos pinochetistas. Olvidémoslo: es una cuestión para la historia, pero nada más. Ganaron entonces, ganan hoy; todos los procesos han ido fracasando, todos los buenos jueces se han quedado con las plumas en la mano de la presa que volaba. Estas aventuras jurídicas en tres países han tenido hasta ahora una gran utilidad: las democracias funcionan maravillosamente, y los acusados son apenas culpables.

Pinochet habría sido, en todo caso, encubridor. Como Videla en Argentina; Franco en España, ni siquiera eso. Las guerras no se ganan para un rato, sino para toda la vida y la muerte: para los hijos, para los nietos. Se gana el futuro. La clase que puso Pinochet en el poder perdura: no hay más que ver en las manifestaciones de Chile la diferencia de cuerpos, de ropas, de estatura, de risas, entre los que ganaron y los que perdieron. Viene de lejos. De cuando nuestros antepasados crearon las castas dominantes, los apellidos, la posesión de las tierras. Bajo los capuchones de los zapatistas hay rostros oscuros, cuerpos achaparrados, dentaduras flojas. Vienen de entonces. Las guerras se pierden para muchos siglos.

Ah, nunca se pierden del todo. Dos pasos adelante, uno atrás; dos pasos adelante, otro atrás. Algo se va avanzando. Entre los renuentes laboratorios, la sanidad oficial, el desdén de algunas magistraturas, las leyes de trabajo, las de inmigración, algo va pasando que no es lo que ellos quieren: algo tienen que ceder en el agua del Ebro, algo no pueden cumplir en las repatriaciones de los inmigrantes: algo está roto en la del trabajo.

(Ah, lo de los pasos adelante y el paso atrás está copiado: es de Lenin. Ganó su guerra, y ya digo, algo queda siempre: todavía se ven en los periódicos fotos de los leninistas gritando en Moscú contra los pasos atrás del Gobierno putinista). Habrá que ir a otras cosas del presente, del futuro. Mas acá de Pinochet.

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