Madrid tendrá trufas silvestres

Pocos madrileños habrán tenido la posibilidad de degustar las auténticas trufas silvestres, pero si a la Comunidad de Madrid le sale bien un proyecto iniciado hace tres años, en 2002 se comerán en la región como rosquillas del Santo, se servirán en los bares tanto como las aceitunas de Campo Real y caerán en el olvido sus hermanas artificiales: las que se hacen a base de chocolate.La trufa es un tipo de hongo que se desarrolla en simbiosis o parasitando las raíces de algunas encinas y robles. Tiene forma de patata, crece bajo tierra y cuando madura desprende un penetrante arona. Consumir autén...

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Pocos madrileños habrán tenido la posibilidad de degustar las auténticas trufas silvestres, pero si a la Comunidad de Madrid le sale bien un proyecto iniciado hace tres años, en 2002 se comerán en la región como rosquillas del Santo, se servirán en los bares tanto como las aceitunas de Campo Real y caerán en el olvido sus hermanas artificiales: las que se hacen a base de chocolate.La trufa es un tipo de hongo que se desarrolla en simbiosis o parasitando las raíces de algunas encinas y robles. Tiene forma de patata, crece bajo tierra y cuando madura desprende un penetrante arona. Consumir auténticas trufas silvestres nunca ha sido fácil, sobre todo para el bolsillo del valiente que las pida: el kilo del fruto en cuestión puede llegar a las 50.000 pesetas. Su sabor es agridulce, su aspecto es algunas veces redondeado y otras picudo, y son del color del tabaco.

Ahora, la Dirección General de Agricultura de la Comunidad de Madrid, en su búsqueda de alternativas agrícolas al duro clima madrileño, y para mejorar la economía de los labradores de la región, está realizando una investigación para enseñar a los labriegos los misterios de las encinas truferas, su cultivo y comercialización.

En la finca del Instituto Tecnológico y de Desarrollo Agrario que la Dirección General de Agricultura tiene en Arganda, llevan tres años estudiando el crecimiento y el acoplamiento al terreno de 810 encinas truferas, sobre una superficie de dos hectáreas. Blas Valero, jefe de explotación de esta finca, explica que este tipo de frutales "de momento parece que aguanta bien el clima continental de Madrid".

Valero aconseja que "para obtener una buena cosecha" las encinas "deben tener una separación entre ellas de al menos seis metros cuadrados de superficie". El precio de cada unidad, ronda las 1.200. Si todo va bien, a los cinco años de sembrar puede efectuar la primera cosecha. Y recoger las trufas.

Pero como todo no puede ser perfecto, también existe un problema: las trufas que se obtienen de las encinas no se ven a simple vista: crecen bajo tierra. Por tanto, no se pueden hacer previsiones de cosecha, ni de futuro. "Las trufas nacen junto a las raíces de la encina", y hay que utilizar "perros adiestrados o cerdos para que, mediante el olfato, las puedan descubrir", explica Valero.

"Cualquiera de estos dos animales es capaz de oler las trufas a través de la tierra, indican el lugar exacto donde se encuentran y el agricultor sólo las tiene que recoger", añade.

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En la finca de Arganda se está investigando con dos tipos de riegos por goteo, uno de cuatro litros por hora y otro de seis litros cada hora, para conocer cuál de los dos es más beneficioso para este fruto.

La Comunidad ha tenido en cuenta para llevar adelante este proyecto la experiencia de un plan similar que se realizó en una finca de 400 hectáreas en la provincia de Soria. De estos agricultores sorianos aprendieron los de la Comunidad de Madrid que los mayores consumidores de trufas silvestres son los franceses. "A ese mercado hay que dirigirse", concluye Valero.

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